El lunes por la tarde, miembros de la Iglesia de Dios Todopoderoso participaron en una manifestación pacífica con motivo del 70.o aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, para recordarle al mundo que la fe no es un delito.
Marco Respinti
En la tarde del 10 de diciembre, numerosos exiliados chinos pertenecientes a la Iglesia de Dios Todopoderoso (IDT), el grupo religioso más perseguido por el régimen comunista de Xi Jinping, tomaron las calles de Milán para enviar un mensaje contra la violencia y las torturas que padecen las personas de fe en China.
Ese día se cumplía el 70.o aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, a la que incluso la despótica China está subscripta. En varias ciudades italianas, las organizaciones ActionAid Italia, Amnistía Internacional Italia, Caritas Italiana, la ONG Emergency y Oxfam Italia organizaron marchas con antorchas en solidaridad y apoyo hacia todas las personas perseguidas en el mundo. Los miembros de la Iglesia de Dios Todopoderoso que pudieron escapar de las persecuciones y llegar a Italia quisieron aprovechar al máximo esta oportunidad y colocar su caso en primer plano. Fue así como, ese lunes por la noche marcharon junto a otros grupos heterogéneos y diversos que expresaban diferentes agendas, incluso políticas, relacionadas con los reclamos de millones de creyentes perseguidos en China, los cuales desean, al igual que los miembros de la IDT, gozar del derecho fundamental de vivir sus vidas como personas de fe.
De hecho, el caso de la IDT es sin duda uno de los más espantosos, el régimen chino no discute ni clasifica cuestiones de naturaleza teológica con los creyentes. Tampoco les pregunta a los atormentados exiliados quién camina junto a ellos en una manifestación pacífica. En China, todas las religiones son perseguidas, tanto las que no son bienvenidas por el régimen y, por lo tanto, son prohibidas oficialmente, como las controladas por el Gobierno y «permitidas», pero que no dejan de ser incómodas; tanto las creencias tradicionales como los nuevos movimientos; tanto las creencias principales como las minoritarias, e incluso algunos credos específicos. El problema más grande y real del Partido Comunista Chino es y sigue siendo Dios, por lo cual su igualitarismo represivo no hace distinciones. Para el PCCh todos son culpables.
El lunes por la tarde, a partir de las 18:30, el pueblo milanés tuvo la oportunidad, aunque solo fuera por unos momentos, de abrir sus ojos a una realidad tan angustiosa como olvidada, gracias a los valientes testigos pertenecientes a la IDT, quienes desafiando a un régimen capaz de seguir sus huellas por donde sea, incluso en el extranjero, quisieron marchar por las calles portando un mensaje fuerte y claro. «La fe es inocente», decía de manera simple y bella una de las consignas escritas en sus carteles. Así es, pero tal vez sea precisamente por eso que los hombres y las mujeres de fe son insoportables para un régimen que nunca ha conocido la inocencia.