Ya que sus padres se encuentran en campamentos de transformación por medio de educación, el único momento en el que los niños pueden verlos es a través de una videollamada corta, que es monitoreada por las autoridades.
por Li Zaili
Anaer (seudónimo) y su esposo fueron sacados de su casa en el condado de Akto en el mes de enero. Fueron enviados a un campamento y sus tres hijos no se encuentran bajo el cuidado del gobierno.
Cuatro meses después, los cuadros de la villa organizaron una videollamada entre Anaer y los niños. Todos lloraron cuando se vieron pero no podían compartir su dolor pues había guardias armados monitoreando su conversación.
En otro caso, una niña uigur de siete años de edad, Nigusha (seudónimo), está desconsolada porque sus padres también fueron llevados a un campamento. Sus padres habían visitado recientemente Arabia Saudita para asistir a una peregrinación y una visita a un “país sensible” fue un pretexto suficiente para que las autoridades chinas separaran a su familia. Sus abuelos también habían visitado aquel país y pueden ser llevados pronto también.
Nigusha es la más chica de los tres hijos de la pareja; el más grande tiene 17 años. Los niños actualmente viven bajo el cuidado de sus abuelos, quienes recibieron únicamente 300 yuanes (o 40 dólares) en subsidios.
Mientras tanto, otra pareja en Korla, en Sinkiang, fue blanco por razones similares. En este caso, los suegros de Azhuo (seudónimo) habían ido para el peregrinaje a un país árabe y como su esposo les había hablado a sus padres por teléfono en relación con ello, fue llevado a un campamento el año pasado. En marzo de este año, cayó gravemente enfermo y estuvo hospitalizado por tres meses y medio. No obstante, no se le permitió tener visitas. Azhuo y sus suegros solo podían turnarse para hablar con él a través de videollamadas.
La pareja tiene tres hijos y cada llamada de diez minutos es extremadamente valiosa para la familia. Azhuo dijo: “Teníamos una familia muy bonita. Debido a las políticas del Partido Comunista Chino (PCCh), tenemos que hacer fila tan solo para reunirnos y tener una conversación normal”.
Según los reportes, cada domingo por la noche, incontables familias hacen fila y esperan su turno para hacer una videollamada a sus seres queridos. Las llamadas duran máximo diez minutos y son monitoreadas continuamente.