El sueño del presidente Xi Jinping de una «gran familia de la nación china» estuvo más cerca de hacerse realidad durante este Festival de la Primavera, mediante un esfuerzo coordinado y sin precedentes tendiente a integrar a los musulmanes uigures.
Ruth Ingram
A medida que la fiebre del Festival de la Primavera se apodera del Reino Medio, el lado más oscuro de la guerra contra el terror de Pekín se mezcla insidiosamente con las celebraciones. A tres mil kilómetros al otro lado de China, más allá del alcance de la Gran Muralla, el Año Lunar del Cerdo ha anunciado un nuevo impulso tendiente a asegurar que los musulmanes uigures se adhieran a la visión del presidente Xi Jinping sobre una Nueva Era.
El presidente no podría haber elegido un peor año para impulsar su implacable experimento de unificar a las 56 grupos étnicos bajo una sola bandera ya que, para los musulmanes uigures, los cerdos y su carne poseen connotaciones que destacan negativamente en sus creencias islámicas.
Pero esto podría no ser una casualidad. Este año, los uigures han sido obligados como nunca antes a participar en las festividades con sus amigos y compatriotas de etnia han, a quienes se han visto obligados a adoptar como «familia», luego de que el año pasado se enviara a un millón de cuadros chinos de etnia han a todas las regiones de Sinkiang para vivir como «parientes» de agricultores uigures. Para colmo de males, la iniciativa está añadiendo sal a la herida luego de dos años de opresión sin precedentes, durante los cuales pudo verse al menos a un millón de uigures siendo enviados a campamentos de transformación por medio de educación, siendo encarcelados extrajudicialmente, o simplemente desapareciendo de acuerdo con la ambición declarada del Gobierno chino de librar a la región del «virus» del islam.
Los informes que afirman que las celebraciones comenzaron con distribución de carne de cerdo a las aldeas musulmanas periféricas pertenecientes a la Prefectura Autónoma Kazaja de Ilí están en consonancia con otras acciones que el Gobierno ha estado efectuando para desalentar la práctica del islam. Las mezquitas han sido clausuradas o demolidas en toda la región, y ahora las oraciones de los viernes son cosa del pasado.
«Tenemos demasiado miedo como para asistir a la mezquita», afirmó Tursun, un comerciante en el centro de Urumchi. «Durante el año pasado, el hecho de tener que utilizar tarjetas de identificación para poder ingresar ha significado que nos veamos obligados a ser controlados, corriendo el riesgo de ser sometidos a reeducación o algo peor, si asistimos a las mismas». Reunirse con miles de otros hombres para rezar, para posteriormente socializar con amigos durante un almuerzo o mientras tomaba un helado solía ser el punto culminante de su semana. «Ahora ni siquiera podemos hacer nuestro saludo normal ‘Aslaamu Aleykum’ o decir ‘Dios te bendiga’ cuando nos despedimos», afirmó. «Solíamos rezar abiertamente luego de comer, pero ahora tenemos miedo de hacerlo. La gente está mirando todo lo que hacemos y hay cámaras por todas partes. Quieren que dejemos de creer en Dios y nos convirtamos en chinos», agregó con desprecio.
Los uigures siempre han evitado el festival. Los más intransigentes entre ellos, desprecian el día festivo y se quejan de la contaminación causada por dos horas de fuegos artificiales y petardos lanzados a medianoche para alejar a los espíritus malignos. Otros simplemente lo ignoran y disfrutan de un día libre sin tener que trabajar ni estudiar. «Este no es nuestro año nuevo», se quejó Ahmetjan, un estudiante universitario de matemáticas. «Tenemos nuestras propias tradiciones como musulmanes y celebramos nuestros propios festivales religiosos de Ramadán y Korbán. Nuestro propio día festivo de año nuevo es Noruz, el 21 de marzo». El mismo agregó: «No obligamos a los chinos de etnia han a celebrar nuestros días festivos. ¿Por qué estamos siendo obligados a celebrar los suyos?”
Este año como nunca antes, aquellos que organizaron las festividades de Año Nuevo han obligado a los niños uigures en edad escolar a bailar y cantar canciones de Año Nuevo, vestidos con trajes tradicionales chinos; a los oficiales de etnia uigur a mostrar evidencias de su progreso en la «sinización» comiendo y bebiendo alcohol junto a oficiales de etnia han; y a la gente común de etnia uigur a pegar las conocidas pancartas rojas de buena suerte a cada lado de sus puertas para mostrar que son ciudadanos chinos leales.
Nos han llegado informes procedentes de sitios web y periódicos aprobados por el Gobierno que afirman que por toda la región se pueden ver uigures corriendo a sus hogares para celebrar el festival con sus familias y «parientes» chinos, colgando faroles rojos chinos en las calles, pegando dísticos de buena fortuna en los marcos de las puertas y haciendo dumplings, el plato especial del Año Nuevo han. Todos los entrevistados en estos reportajes eran conscientes del número de familiares y amigos desaparecidos en los campamentos al ser detenidos en los umbrales de sus puertas, pero tenían que mostrarse entusiasmados con la festividad y elogiar de forma unánime a Xi Jinping y a sus planes para China. Sus propios cuellos estaban en juego.
En contraste con el siniestro trasfondo de los cada vez más numerosos campamentos de reeducación y orfanatos para decenas de miles de niños abandonados luego de la detención de sus padres, los funcionarios locales de etnia uigur no tuvieron otra alternativa que ser efusivos en apoyo de los líderes regionales, de los cuales estuvieron de acuerdo en afirmar que eran los mejores de todos los que han estado en el poder.
En su discurso del Festival de la Primavera, el presidente Xi Jinping intensificó su llamado al patriotismo y al socialismo ferviente, y el periódico Xinjiang Daily reiteró la necesidad de continuar la lucha contra los tres males del separatismo, el terrorismo, y el extremismo religioso. La batalla será extensa y prolongada, predijo, con peligros particulares a resultas de los funcionarios “hipócritas» que «acechan debajo de la superficie» con la esperanza de destruir el Estado desde adentro. El Gobierno intensificará sus esfuerzos para eliminar el error ideológico en las áreas de la educación, la religión y el sector público.
En una retórica que recuerda a la era del Presidente Mao y a la Revolución Cultural, el grito de guerra concluyó con la orden de llevar a cabo una caza de brujas para «hablar valerosamente» y evitar que fuerzas hostiles se reagrupen o erosionen sutilmente los principios del socialismo en la sociedad. “¡Ama a la Madre Patria, ama al Pueblo, ama al Partido Comunista Chino!”. La “gente hipócrita” “oculta” que “saca provecho del comunismo e intenta sacar al Partido Comunista del poder” debe ser “eliminada” y nunca se le debe permitir ganar.
El mensaje del Festival de la Primavera de este año dirigido a los uigures de Sinkiang es claro: hincarse ante Xi Jinping y su visión de la Nueva China, integrarse o perecer. No habrá tregua. El lenguaje es combativo y los métodos brutales.