Ciudadanos kazajos viajan a China para visitar a sus familiares, planeando regresar a sus hogares luego de unos pocos días. Algunos nunca regresan. La abogada Umarova pide ayuda a través de un video.
Massimo Introvigne
Kazajos musulmanes son rutinariamente arrestados en Sinkiang y considerados «extremistas» que necesitan pasar algún tiempo en campamentos de «transformación por medio de educación». Al Partido Comunista Chino (PCCh) no le importa demasiado si algunos poseen un pasaporte doble, kazajo y chino. Pero, al menos los ciudadanos kazajos que visitan a sus familiares en Sinkiang están a salvo, ¿verdad? Incorrecto. Si sus familiares son «extremistas» o, lo que es peor, si los ciudadanos kazajos han visto algo que no deberían haber visto, incluida la brutalidad policial, se les puede impedir que salgan de China. Algunos de ellos terminaron detenidos en los campamentos. A otros se les confiscaron sus pasaportes y se les dijo que debían permanecer en China sin hacer comentarios al respecto, o de lo contrario, deberían atenerse a las consecuencias.
Algunos de estos kazajos dejaron a sus hijos en Kazajistán, creyendo que volverían a sus hogares luego de unos pocos días o semanas. Cuando no regresan, sus hijos se convierten en “huérfanos del PCCh”. Aiman Umarova es la abogada defensora de los derechos humanos más conocida en Kazajistán. En el año 2018, recibió en Washington D.C., de manos de la primera dama Melania Trump, uno de los Premios Internacionales a las Mujeres de Coraje otorgados anualmente por el Departamento de Estado de Estados Unidos. La misma ha decidido representar gratuitamente a los «huérfanos del PCCh» y lanzar un llamamiento a mujeres y hombres íntegros para que la ayuden a lograr que sus padres regresen a sus hogares.
El caso del video se refiere a cuatro niños, cuyo padre viajó a Sinkiang hace tres años y quedó detenido allí, con su pasaporte confiscado. Su madre viajó a Sinkiang tratando de recuperar a su esposo hace un año y medio y nunca regresó.
“Los familiares se hicieron cargo de ellos —le dijo Umarova a Bitter Winter— pero estos familiares son pobres y ya tienen tres hijos. Siete niños viven en una habitación de treinta metros cuadrados (322 pies cuadrados). Nadie los ayuda. Conocemos muchas situaciones similares”, afirmó Umarova. “Estoy representando a los niños en Kazajistán, pero necesitamos ayuda internacional”.