La China de Xi Jinping cree que es una civilización superior capaz de liderar el mundo. Diez millones de «colonos» forman parte de la misión del PCCh tendiente a «civilizar» a las minorías subdesarrolladas.
por Marco Respinti
El diario internacional del Partido Comunista Chino (PCCh), Global Times, lo ha subrayado con énfasis y orgullo: “Para el año 2020, China planea movilizar a más de 10 millones de jóvenes voluntarios para ayudar a promover el desarrollo cultural, tecnológico y médico en áreas rurales, siendo la misma una medida que según los funcionarios locales ayudará a revitalizar las áreas rurales que padecen una fuga de trabajadores jóvenes y talentosos”. Lo anteriormente detallado está expresado en un documento recientemente publicado por la Liga de la Juventud Comunista de China (CCYL, por sus siglas en inglés).
Si bien sería interesante analizar el concepto de «voluntario» en un país totalitario, el cual controla a su población utilizando todos los dispositivos tecnológicos posibles, y donde la gente es libre de hacer solo lo que el régimen exige y desea, lo que está en juego aquí es el despliegue de una armada ideológica colonial destinada a «innovar» varios territorios y personas que el PCCh juzga como subdesarrollados.
El grupo de trabajo anunciado servirá «[…] como funcionarios locales de medio tiempo» para capacitar a los jóvenes calificados que el régimen está enviando a áreas rurales para revertir la tendencia migratoria desde «regiones menos desarrolladas hacia áreas desarrolladas que cuentan con mejores recursos e ingresos». Los emisarios de la CCYL capacitarán a estos jóvenes calificados «en lo que respecta a gobernanza rural» utilizando, tal y como el jefe adjunto de un municipio en la provincia china central de Hunan, el Sr. Zhang Linbin, afirma «[…] la ciencia y la tecnología para ayudar al campo a innovar sus modelos de desarrollo tradicionales». Esta política, según lo especifica el Global Times, «[…] promete construir una serie de bases de capacitación para que los jóvenes que viven en áreas rurales pongan en marcha sus propios negocios o hallen empleo, y para capacitar a más de 200 000 jóvenes para el año 2020”.
Descifrando el lenguaje aséptico utilizado por el diario del PCCh, esto significa que Pekín está lanzando una campaña masiva tendiente a reeducar grandes áreas del país a fin de «actualizar» a su gente y llevarla al nivel previsto y, por consiguiente, requerido por los estándares del socialismo del Sr. Xi Jinping para una «Nueva Era», siendo la misma la fórmula política que ha puesto en marcha e implementado desde su acceso a la dirección del PCCh en el año 2012 y al poder nacional en el año 2013.
Pero esta tendencia se asemeja en muchos aspectos a la declaración de guerra del Presidente Mao contra los «Cuatro Viejos», cuando durante la Revolución Cultural, el Partido se propuso comunitarizar a la sociedad china mediante la destrucción de todos los elementos de la cultura china pre-comunista que fueron considerados incompatibles con la ideología roja, y reliquias inútiles e incluso peligrosas pertenecientes al pasado: siendo los mismos, las viejas costumbres, la vieja cultura, los viejos hábitos y las viejas ideas.
The Guardian también señala el paralelismo, y escribe sobre “[…] los temores de un retorno” a los “brutales” “métodos” de “hace 50 años”. Las áreas rurales pobres que la CCYL destinará a la “modernización” están, de hecho, muchas veces habitadas por minorías étnicas y, tal y como afirma el diario británico, «las relaciones suelen ser complicadas entre la mayoría de etnia han, la cual constituye más del 90% de la población, y las minorías étnicas tales como los tibetanos y los musulmanes uigures». Lo que padecen los tibetanos, los uigures y otras minorías musulmanas que viven en China, tales como los kazajos étnicos, es relatado casi a diario en Bitter Winter. ¿Está el PCCh asestando un nuevo golpe potencialmente fatal contra estas minorías «subdesarrolladas» para impulsar la «sinización» a su clímax y prácticamente a su final?
«Civilización»: primer paso
En el discurso público de las autoridades del PCCh una palabra se está convirtiendo en un mantra: wenming (文明), es decir, “civilización”. La Dra. Alison Kaufman, analista de investigación de la subdivisión de Estudios Chinos del Centro de Análisis Navales del CNA con sede en Arlington, Virginia, EE.UU., ilustra el concepto y su uso en la China actual, así como también su importante implicación mundial, en un reciente ensayo académico publicado por el Instituto Asan para Estudios de Política, siendo el mismo un centro de estudios independiente con sede en Seúl, Corea del Sur.
«En discursos y escritos públicos», escribe la Dr. Kaufman, «Xi Jinping (al igual que sus antecesores) ha utilizado el término ‘civilización’ en al menos tres formas diferentes. Ninguna es, en sí misma, exclusiva de Xi o incluso de China”. La primera, explica, es más o menos la idea de una “sociedad” o un “individuo”. La segunda se asemeja en gran medida al término “cultura”. La tercera «[…] no se refiere a una agrupación específica e histórica de personas, sino a un proceso de desarrollo humano» que «[e]n el siglo XIX» las élites chinas comenzaron a entender «[…] desde una nueva perspectiva, inspirándose en escritos occidentales que se centraban en la ‘civilización’, considerándola un proceso dinámico mediante el cual algunas sociedades humanas progresan a través de la historia mientras que otras quedan rezagadas». Es decir,»[…] un modo de ser progresivo, dinámico y ambicioso, que contrasta con las sociedades ‘incivilizadas’ que se caracterizan por el estancamiento y la pasividad». En este entendimiento, una «sociedad civilizada es superior a una incivilizada» y «es jerárquica, ya que muchas versiones de esta línea de pensamiento afirman que una sociedad civilizada dominará naturalmente a los incivilizados».
Por lo tanto, «[s]er ‘civilizado’ fue visto como un umbral para obtener una membresía plena además de estatus en el escenario global. Todo el proyecto de modernización de China, desde 1840 hasta el día de hoy, puede ser visto como una búsqueda por convertirse en ‘civilizados’ en este tercer sentido a nivel mundial, es decir, reorientando sus características internas de tal manera que las mismas ayuden a garantizar su fortaleza nacional, su autodeterminación, y su influencia en la arena global».
Abundando sobre esto, en 1900 el académico y reformador chino Liang Qichao (1873-1929) escribió un ensayo, 少年中國說 (La China jóven), el cual denunciaba la incapacidad de su cultura tradicional, por muy grande que esta fuera, para permitir que China se convirtiera en un moderno Estado civilizado, debido a que en su opinión, «[…] los valores tradicionales de China eran tan contrarios al proceso civilizador que debían ser eliminados por completo si China deseaba progresar».
Los primeros líderes del PCCh, observa Kaufman, «[…] tuvieron una visión similar del pasado de China. Para el PCCh, las antiguas tradiciones ‘feudales’ e ‘imperialistas’ obstaculizaban el establecimiento de una ‘civilización socialista’ y de una ‘cultura revolucionaria’ que eventualmente se extendería a todo el mundo. Cuando el Partido anunció su intención de ‘destruir a los cuatro viejos’ en los inicios de la Revolución Cultural, exigió que el pueblo chino eliminara ‘la vieja cultura, las viejas ideas, las viejas costumbres y los viejos hábitos’ porque estos ‘cuatro viejos’ habían ‘envenenado las mentes del pueblo durante miles de años’ a manos de las ‘clases explotadoras’. La única forma de reemplazarlos con ‘costumbres y hábitos proletarios completamente nuevos’ era eliminar los hábitos materiales, filosóficos y sociales que sustentaban la civilización china ‘tradicional’». Liang y Mao, concluye Kaufman, «[…] tuvieron visiones muy diferentes sobre el futuro en el que esperaban que China ingresara», pero «llegaron a conclusiones similares sobre cómo llegar hasta allí: China solo podría ‘civilizarse’ si se despojaba de su pasado chino».
«Civilización»: segundo paso
Esta ha sido la primera actitud del PCCh hacia los valores culturales tradicionales chinos, pero en la actualidad, el Partido va en la dirección opuesta.
Tal y como observa Kaufman, en las últimas décadas, el PCCh se ha movido en sentido contrario, abrazando el pasado de China y celebrando «[…] los ‘tradicionales’ valores de la antigua civilización china […] como una fuente de fortaleza nacional y un elemento esencial del actual éxito de China». Esta actitud parece remontarse a las «Resoluciones relativas a una cierta cantidad de importantes cuestiones relacionadas con el fortalecimiento de la construcción de la civilización espiritual socialista» emitidas por el Comité Central del PCCh en el año 1996. De hecho, el documento afirma que, tanto «los valores tradicionales» como la nueva «cultura revolucionaria» son «[…] importantes fuentes de la ‘civilización socialista’ de China». A partir de ese momento, las cosas cambiaron, y la antigua hostilidad maoísta hacia la cultura tradicional desapareció. El líder chino Hu Jintao, secretario general del PCCh desde el año 2002 hasta el 2012 y presidente de la República Popular de China desde el año 2003 hasta el 2013, reformó la retórica pública del Partido utilizando explícitamente el antiguo lenguaje confuciano, y el propio Xi Jinping ha «[…] esencialmente elevado la cultura ‘tradicional’ al mismo o casi al mismo estatus que la civilización socialista».
¿Cómo es esto posible? «El cambio en el estatus global de China le permite a Xi reevaluar la civilización tradicional china no solo en relación a la civilización occidental, sino también en relación a las propias aspiraciones socialistas de China». Kaufman explica: «Xi ha eliminado esencialmente las contradicciones inherentes existentes entre la ideología del PCCh y la cultura tradicional china, al negar su existencia». Por lo tanto, incluso si «[a]lgún observador hubiera notado que la rehabilitación llevada a cabo por Xi de la cultura tradicional china es selectiva, está estrechamente controlada y, a menudo, está en desacuerdo con los puntos de vista de los forasteros sobre la historia», el hecho es que, no obstante, «[…] estos líderes han hecho que el pasado de China esté disponible como una fuente de orgullo nacional, y como una declaración de que el futuro ‘civilizado’ de China no necesita tomar el mismo camino que han tomado las civilizaciones occidentales».
Aferrándose a esta visión monótona del pasado, ¿qué futuro prevé entonces el PCCh? Bueno, las autoridades chinas ahora «[…] afirman que China se encuentra en una posición única para crear un nuevo tipo de futuro, no solo nuevo para China, sino para toda la humanidad». En otras palabras, «[…] la cuestión de si China debería conducir al mundo hacia el futuro no está en duda, pero la cuestión de si el pueblo chino está preparado para hacerlo es más controvertida». En resumen, Hu Jintao y Xi Jinping piensan que «[…] China no necesita seguir el mismo camino que siguieron las naciones occidentales» para modernizarse, y declaran «[…] que la singular cultura de China tiene el mismo mérito que otras civilizaciones y que esto crea un nuevo camino hacia la modernización con ‘características chinas’ especiales». Más aún: declaran «[…] no solo que China puede forjar su propio camino hacia el futuro, sino que puede forjar de la mejor manera el camino de toda la humanidad hacia el futuro«. Tal y como Xi proclamó en el discurso que dio en un seminario de seguridad nacional en el año 2017, el cual Kaufman cita directamente: «China está calificada para ser un líder» que puede «guiar a la comunidad internacional para construir de manera conjunta un nuevo orden mundial más justo y razonable«.
Y “hanificación” para todos
Hasta ahora he seguido a la Dr. Kaufman. Su detallada explicación de la actitud doble, maoísta y postmaoísta de los líderes comunistas chinos con respecto a la civilización tradicional es altamente instructiva y reveladora.
No obstante, para los no académicos, tal vez debería enfatizarse lo que para los académicos es algo obvio. El uso «selectivo» de la cultura tradicional china es, por definición, espurio. Los ricos elementos espirituales y religiosos de la cultura tradicional china quedan fuera del resurgimiento, perpetuando la idea de que China nunca fue «religiosa», siendo la misma una antigua teoría que ha sido expuesta como falsa por académicos modernos. La teoría conocida por los académicos como «excepcionalismo chino», que afirma que China albergó a la única civilización en el mundo sin religión, es en gran medida un juego de palabras, basado en el hecho de que, antes de encontrarse con Occidente, China no poseía una terminología para la religión, ni palabras como «confesión», «denominación», «religión» y tal vez incluso «Dios». Pero, tal y como observó el académico procedente de Hong Kong, David Palmer, «los componentes básicos de la religión en China son muy parecidos a los de cualquier otro lugar». China siempre tuvo una religión popular extremadamente rica, en diálogo con sistemas elaborados tales como el taoísmo y el budismo. El mito de una China irreligiosa fue creado por intelectuales laicos chinos del siglo XX, que consideraban a las religiones «abrahámicas» —el cristianismo, el judaísmo y el islam— como el único modelo posible de religión. «Lo que es ‘excepcional’», concluye Palmer, «no es la religión china, sino los discursos intelectuales que han logrado ocultar el hecho de que, como sucede en todas las sociedades humanas, la cultura china siempre ha incluido los componentes básicos universales de la religión» («Is Chinese (Lack of) Religion Exceptional?» en Ryan G. Hornbeck, Justin L. Barrett y Madeleine Kang, editores, Religious Cognition in China: “Homo Religiosus” and the Dragon, Cham, Suiza: Springer 17-34) . Cuando se elimina la religión de la cultura china, lo que resulta es una falsa cultura china.
Ahora me atrevo a dar un paso adelante, utilizando el estudio de Kaufman para tratar de ilustrar lo que, en este sentido, parece ser el verdadero significado de la reciente decisión del régimen de enviar a 10 millones de jóvenes «voluntarios» a zonas pobres habitadas por culturas «subdesarrolladas». De hecho, aquí es donde entra en juego la necesidad del PCCh de «civilizar» las áreas rurales.
Para poder liderar al mundo por medio de su civilización superior (tal vez también para imponerla), en primer lugar, China debe conducir a toda su población hacia esa superioridad civilizacional. Esto implica la implementación de una iniciativa nacional tendiente a eliminar todos los elementos «no superiores» de la(s) cultura(s) tradicionale(s) que no pueden ser integrados en el socialismo de la «Nueva Era»; siendo esto es lo que denominan «sinización».
El mismo es un impulso sutil y violento: la gran civilización de 5000 años de antigüedad que los líderes del PCCh han inscrito junto a la cultura revolucionaria para forjar la nueva superpotencia que liderará al mundo es, por supuesto, la civilización china; y esto, por supuesto, significa la cultura han. En esta visión del dominio mundial, de hecho, no hay espacio para elementos espurios tales como culturas y costumbres que no sean han, es decir, que no sean chinas. Las culturas que no pertenecen a la etnia han son los nuevos «Cuatro Viejos» de la era de Xi Jinping condenados a ser completamente eliminados de la escena china y mundial.
El historiador católico galés Christopher Dawson (1889-1907) ha sido uno de los académicos que en sus obras abordó de la manera más adecuada el origen de la «cultura», del latín cultus, el cual significa «adoración», como la práctica socializada y corporativa de la religión llevada a cabo por una comunidad humana histórica distintiva que a través de la fe responde a las grandes preguntas planteadas por la vida, dando así origen a una civilización. Por lo tanto, la religión, la cultura y la civilización, no solo están estrictamente conectadas entre sí, sino que, sobre todo, son interdependientes. Además, por esta razón, en parte, de manera veraz, las contraculturas ideológicas y anticulturales, tales como el Comunismo, tienden a asimilar a las minorías étnicas y a las religiones en un grupo en el que los componentes del mismo deben obedecer o morir.
Mao trató de destruir todos los elementos culturales tradicionales de la civilización china y todas las religiones en China que podrían, a sus ojos, ser un peligro, o al menos retrasar a la revolución comunista atea. Después de Mao, una tradición purificada por el fuego revolucionario y lavada con la sangre de innumerables víctimas ha sido utilizada como una herramienta de “religión civil(izadora)” para “pacificar” (también conocido como homogeneizar) al país, convencer a los ciudadanos chinos de su superioridad, y controlar su lealtad prometiéndoles el gobierno mundial. Las religiones son tratadas de la misma manera: se asimilan al Partido o son obligadas a arder en un infierno terrenal.
Wenming es el nombre del nuevo orden (mundial) chino, y significa que civilización es sinónimo de «sinización» y que «sinización» es sinónimo de «hanificación». Diez millones de colonos están listos para enseñarles esto a personas de etnias diferentes a la han diseminadas por toda China.
Actualizado el 27 de abril de 2019. El Sr. John Dotson, editor de China Brief, una publicación de la Fundación Jamestown (instituto de investigación y análisis, fundado en el año 1984 para ser utilizado como una plataforma en apoyo a los desertores soviéticos que hoy en día informa sobre hechos de actual importancia estratégica para Estados Unidos) con sede en Washington D.C., ha publicado un interesante análisis sobre la decisión de «colonización» de la CCYL. El Sr. Dotson concluye diciendo: «El nuevo programa anunciado por la CCYL para enviar a los jóvenes ‘al campo’ no es una repetición de la trágica historia de la Revolución Cultural China. En lugar de ello, el anuncio llevado a cabo por la CCYL en marzo del 2019 indica un programa muy diferente en su intención a los del pasado, y uno que busca organizar mejor (y podría decirse, profesionalizar) diferentes aspectos de la ideología comunista heredada. Si el documento de la CCYL es un indicio de ello, el PCCh considera actualmente que la juventud urbanizada, educada e integrada de China no solo es más competente desde el punto de vista técnico, sino también más confiable desde el punto de vista político que los jóvenes procedentes de áreas rurales menos desarrolladas. Parece ser que la CCYL está considerando al primer grupo de jóvenes, en lugar de a este último, para formar su vanguardia para la última encarnación de la ideología maoísta de la República Popular China».