Testimonios de chinos de la etnia han acerca de la difícil situación de los niños “huérfanos” en Sinkiang: tiritan de frío en las calles y son monitoreados por sus compañeros de clase y sus maestros como presuntos terroristas.
por Xiang Yi
El corazón de las personas ha sido tocado por el destino de los niños uigures “huérfanos” cuyos padres están encerrados en campamentos de transformación por medio de educación en la Región Autónoma Uigur de Sinkiang. Muchos han sido llevados a orfanatorios y hogares de beneficencia que más parecen prisiones que lugares apropiados para que los niños vivan y sean educados en ellos. Otros, incluso los niños pequeños, han tenido que arreglárselas por sí mismos mientras las autoridades “desradicalizan” y “enseñan” a sus padres. Al estar desprovistos de cuidados parentales y afecto y al ser privados de su entorno cultural y forzados a aprender únicamente chino mandarín, el futuro de estos niños es desalentador e incierto.
Bitter Winter habló con un maestro y con algunos estudiantes de Sinkiang acerca de su experiencia con los niños cuyos padres están detenidos en estos campamentos de internamiento.
Un niño de ocho años tirita de frío en la calle
Una maestra de primaria relató a Bitter Winter que en un helado día de noviembre del año pasado observó que un niño uigur de ocho años temblaba de frío en la calle. Llevaba puesta una chaqueta delgada mientras todos a su alrededor traían suéteres y pesados abrigos.
“¿Tienes frío? ¿Por qué llevas puesta ropa tan ligera?”, preguntó la maestra al niño, pero él no dijo nada.
La maestra abrió el delgado abrigo del niño y quedó impactada al ver que, debajo de él, tenía al menos cuatro capas de camisetas de manga corta sobre su camiseta de manga larga. El niño simplemente se le quedaba viendo con sus enormes ojos sin pronunciar una sola palabra.
“Ningún niño debería quedarse sin ropa con qué vestirse. Cuando vi que ese niño de ocho años se congelaba de esta manera, me sentí fatal”, comentó la maestra al recordar la tristeza de ver al niño temblando de frío. “Los niños de ocho años deberían ser mimados por sus padres, pero este niño uigur ha sido privado de ese derecho”.
En marzo de 2017, el Gobierno encerró a sus padres en un campamento de transformación por medio de educación, según explicó el niño. Desde entonces, no se ha sabido nada de ellos.
Los dos hermanos del niño todavía son pequeños también y dependen únicamente de su abuela, que tiene diabetes, para que cuide de ellos. Para una mujer de la tercera edad que tiene casi 70 años y no cuenta con una fuente de ingresos, la vida es extremadamente difícil; para ellos es todavía más difícil tener suficiente alimento y ropa.
“Se visten con todo lo que pueden ponerse. Su hogar es un caos. Nadie se ocupa de sus estudios y sus calificaciones son muy bajas”, explicó uno de los vecinos del niño.
Aunque habían solicitado un subsidio mínimo de vida, no han recibido ningún tipo de subsidio por parte del Gobierno hasta la fecha. Como resultado, tienen que depender de una pequeña cantidad de dinero como asistencia financiera proveniente de sus familiares para irla pasando.
Esta pequeña cantidad de dinero no viene tampoco fácilmente ya que la mayoría de las personas hacen todo lo que pueden para evitar a los familiares de los detenidos. Una residente de la etnia hui dijo que desde el año pasado 10 de sus amigos fueron encerrados en campamentos de transformación por medio de educación por razones desconocidas. Para evitar ser implicada, no se atreve a tener ningún tipo de contacto con la familia de esos detenidos.
Estudiantes de la etnia han son asignados para monitorear a sus compañeros de clase musulmanes
“En realidad, no gozan de ningún tipo de libertad. Cuando salen siempre tienen que informárselo a su maestra y pedir permiso para irse”, dijo un estudiante de secundaria de la etnia han en Sinkiang mientras hablaba sobre sus compañeros de clase musulmanes. Todos ellos tienen algo en común: los miembros de su familia están detenidos en campamentos de transformación por medio de educación.
“El hermano de uno de mis compañeros de clase fue enviado recientemente a un campamento. Unos días después, el padre de otro compañero fue también encerrado”, dijo el estudiante. “Aunque ellos no han sido llevados a los campamentos, los estudiantes musulmanes siguen todavía bajo un control estricto”.
El estudiante explicó que su escuela asigna a estudiantes de la etnia han un compañero de clases musulmán para que lo monitoreen de forma individual. Los estudiantes se refieren a este método como “emparejamiento”, mientras que la administración de la escuela afirma que la iniciativa tiene como objetivo “que aprendan unos de otros y progresen juntos”. En realidad, la intención es monitorear las acciones y los pensamientos de los estudiantes de una minoría étnica.
“Mientras están en clase, los maestros y los estudiantes los vigilan; otros los cuidan en los dormitorios: tienen que ser monitoreados en todo momento. En particular,
durante el Ramadán los maestros los tratan de forma especial para llevarlos a comer con el fin de monitorearlos y asegurarse de que coman”, explicó el estudiante. Agregó que si los estudiantes musulmanes se sienten tristes y quieren platicar con otros compañeros de clase cuyos familiares también están detenidos, deben reportarlo a su compañero de clase con el que están “emparejados”. De otra manera, podría ponérseles la etiqueta de que tienen una “ideología problemática”.
Cuando se le preguntó por qué estos niños cuyos familiares han sido detenidos deben también ser monitoreados, otro estudiante de la etnia han explicó que se percibe que sus familias “les enseñan con palabras y con el ejemplo”. Lo que él entiende es que las autoridades creen que los niños también tienen “ideas extremistas en su mente, por ejemplo, utilizar un paquete de explosivos para matar a personas”.
Resulta evidente que, de acuerdo con el adoctrinamiento de la escuela, estos niños de la etnia han ya están tratando a sus compañeros de clase inocentes como “terroristas” potenciales.