Tras el adoctrinamiento en los campos de internamiento, los musulmanes son enviados a las afueras de Sinkiang para ser «transformados» aún más por medio del trabajo, en condiciones que recuerdan a las existentes cuando estaban en cautiverio.
por Ye Ling
Residentes de una aldea bajo la jurisdicción de la ciudad de Jinjiang, en la provincia suroriental de Fujian, se reunieron un día de noviembre en una sala ancestral local para celebrar las festividades dedicadas a rendir homenaje a sus antepasados. Las salas ancestrales, generalmente asociadas con las religiones populares chinas, están omnipresentes en las zonas rurales del país y son utilizadas para ofrecer sacrificios y honrar a los antepasados, así como también para realizar otras actividades comunitarias. El programa de ese día incluyó un espectáculo de danzas folclóricas uigures, el cual los participantes vieron mientras disfrutaban de su comida. No obstante, los jóvenes que actuaban sobre el escenario no eran bailarines profesionales, eran musulmanes uigures procedentes de la Región Autónoma Uigur de Sinkiang que habían sido trasladados a Fujian para trabajar en las fábricas locales.
El adoctrinamiento continúa
Los jóvenes artistas fueron llevados a la aldea por la policía, por lo que fue imposible hablar con ellos. Una fuente informada que solicitó permanecer en el anonimato le contó a Bitter Winter más sobre estos uigures. Según él, esta no era la primera vez que se veían obligados a actuar en la zona. En el mes de octubre, el grupo entretuvo a personas en un templo budista, y también allí estuvieron acompañados por oficiales de policía.
“Me di cuenta de que estos jóvenes uigures se sentían completamente humillados actuando en el templo. Sienten que están siendo adoctrinados. Las autoridades se esfuerzan por erradicar todo lo que les queda de su fe obligándolos a actuar en lugares pertenecientes a otras religiones», afirmó la fuente, añadiendo que los uigures son amenazados e intimidados para participar en estas actuaciones.
Video: Uigures realizan danzas nacionales para los residentes de una aldea de la ciudad de Jinjiang.
«En su propaganda, el Gobierno retrata a los uigures como ‘terroristas’. Todos estos uigures habían estado detenidos en campamentos de transformación por medio de educación. Algunos acababan de ser liberados antes de ser enviados por el Gobierno a trabajar aquí», continuó la fuente. «Si se negaran a abandonar Sinkiang para trabajar en otra zona de China, tal y como les exige el Estado, serían enviados de regreso a los campos de internamiento. Están siendo enviados a trabajar fuera de Sinkiang para lograr la ‘estabilidad social’, para ‘liberarlos’ aún más del islam y del ‘extremismo’, y para ‘sinizarlos’ a fin de que puedan integrarse totalmente en la sociedad china de etnia han. Estos programas de trabajo forzado no son otra cosa que la continuación del adoctrinamiento obligatorio para los musulmanes uigures fuera de los campos».
La fábrica donde trabajan los «artistas” se encuentra constantemente vigilada, y varios funcionarios gubernamentales y policías se encuentran apostados allí en todo momento para vigilar a los trabajadores. Todas las actividades religiosas están prohibidas, no se lee el Corán ni se reza. El Gobierno ha asignado personas para «educar» a los uigures, a quienes se les imparten lecciones de patriotismo, leyes y reglamentos gubernamentales, así como también de mandarín. Los lunes tienen que asistir a las ceremonias obligatorias de izamiento de la bandera nacional y cantar el himno nacional. “Los oficiales de policía monitorean y graban las ceremonias. Los que no participan son sancionados», afirmó la fuente.
Uno de los uigures que había sido enviado a trabajar a Fujian le reveló a Bitter Winter que los oficiales de policía examinan aleatoriamente sus teléfonos móviles en busca de contenido relacionado con la religión; sus dormitorios también son frecuentemente inspeccionados. Según él, si se encontrara una copia del Corán, su propietario podría ser enviado de vuelta a los campamentos de transformación por medio de educación por un plazo de tres a cinco años.
Alivio de la pobreza mediante trabajo forzado
Según Adrian Zenz, investigador principal de estudios sobre China de la Fundación en Memoria de las Víctimas del Comunismo emplazada en Estados Unidos, «desde la segunda mitad del año 2018, una cantidad limitada pero aparentemente creciente de detenidos han sido liberados para ser enviados a diferentes formas de trabajo forzado». En su artículo recientemente publicado en la revista Political Risk, el Dr. Zenz afirma que “[…] los esquemas laborales de Pekín en la región implican la reubicación esencialmente obligatoria de una gran cantidad de trabajadores pertenecientes a minorías procedentes de Sinkiang en las empresas participantes situadas en el este de China. Pronto, muchos o la mayoría de los productos fabricados en China que dependen, al menos en parte, de manufactura poco calificada e intensiva mano de obra, podrían contener elementos de trabajo involuntario provenientes de minorías étnicas de Sinkiang».
El régimen afirma que la reubicación de uigures procedentes de Sinkiang es parte del programa de «alivio de la pobreza» –la política del presidente Xi Jinping puesta en marcha en el año 2015 que supuestamente sacará de la pobreza a 70 millones de hogares empobrecidos para el año 2020–. Al igual que sucede con otros medios empleados por el Estado para lograr este objetivo inalcanzable, la reubicación de los uigures no tiene por objeto ayudar a las personas a vivir mejor.
Según nuestra fuente, los trabajadores uigures de una fábrica emplazada en Quanzhou, una ciudad portuaria de Fujian, son obligados a trabajar un promedio de 13 horas diarias, pero su salario mensual oscila entre 2800 y 3000 yuanes (alrededor de 400-430 dólares), mientras que el salario de los trabajadores de etnia han en la misma fábrica es de 6000 a 8000 yuanes (alrededor de 858-1145 dólares), sin trabajar demasiadas horas extras.
“Nos sentimos continuamente agotados porque tenemos que trabajar horas extras. Incluso si queremos orar en secreto, no tenemos ni el tiempo ni la energía para hacerlo. Y me temo que con el paso del tiempo, eventualmente olvidaré mi fe», afirmó un trabajador uigur de la fábrica, visiblemente angustiado.
Privados de la libertad
En la fábrica de Quanzhou, los dormitorios donde viven los trabajadores uigures son diferentes de los habitados por los de etnia han. Se ha instalado una puerta de hierro en la entrada, y en cada escalera hay cámaras de vigilancia. Cada noche, cuando los trabajadores uigures regresan a los dormitorios se topan con un funcionario gubernamental acompañado por dos oficiales de policía de Sinkiang estacionados en la fábrica, y representantes de la policía local pasan lista de todos los uigures para asegurarse de que no falte nadie. A los trabajadores uigures no se les permite abandonar la fábrica ni los dormitorios a voluntad.
Según un empleado administrativo de una fábrica emplazada en Fujian, donde desde el año pasado han estado trabajando más de 60 uigures procedentes de Sinkiang, todos tienen que aprender mandarín cada noche. “Incluso cuando quieren salir y relajarse un rato, deben hacerlo acompañados por oficiales de policía. Es como si estuvieran encarcelados, completamente privados de su libertad”, añadió el mismo.
Los funcionarios gubernamentales y la policía de Sinkiang están cooperando estrechamente con sus colegas en los lugares donde los uigures han sido enviados a trabajar para garantizar que los trabajadores sean estrictamente gestionados y controlados. En las fábricas donde trabajan una gran cantidad de uigures, se asigna un funcionario para que administre a 50 de ellos, con la asistencia de agentes de policía, quienes también están apostados en el lugar. Las agencias de seguridad pública locales confiscan las identificaciones de los trabajadores para asegurarse de que no se marchen.
Otro uigur con el que Bitter Winter logró hablar, dijo que lo peor para él es que ha perdido su libertad. Se siente agotado y nostálgico. La cara del hombre se iluminó un poco solo cuando habló de su ciudad natal en Sinkiang, llena de huertos con azufaifas, nueces y uvas. El mismo sonrió al recordar las vacaciones durante los nevados meses de invierno.
Según se informa, las fábricas emplazadas en otras provincias –Zhejiang, Cantón, Jiangxi y otras– han estado empleando a exreclusos de campamentos de transformación por medio de educación de Sinkiang. Supuestamente, solo en Quanzhou, en la provincia de Fujian, al menos 20 fábricas emplean a varios miles de musulmanes de Sinkiang. Fuentes informadas le dijeron a Bitter Winter que se planea trasladar a más minorías étnicas de Sinkiang en grupos a otros lugares del país.
El gobernador de Sinkiang, Shohrat Zakir, declaró en una conferencia de prensa celebrada el 9 de diciembre que, todos los «estudiantes» de los campamentos de transformación por medio de educación de Sinkiang han «completado sus cursos» y «han obtenido un empleo estable [y] mejoraron su calidad de vida». En el futuro, el llamado «entrenamiento» estará basado en la «voluntad independiente», y las personas tendrán «la libertad de ir y venir», afirmó el funcionario. Incluso si fuera cierto, el trabajo forzado en condiciones carcelarias lejos de casa difícilmente podría ser calificado como «libertad».