A lo largo de toda China, las autoridades les imponen medidas de control draconianas a los musulmanes de Sinkiang, prohibiéndoles alquilar propiedades y administrar sus negocios.
por Deng Jie
«Desde que la policía les prohibió a todos los arrendadores alquilarles sus propiedades a los uigures de Sinkiang, los mismos no pueden hallar un lugar para vivir porque nadie está dispuesto a tratar con ellos», le dijo a Bitter Winter un empleado de una agencia de vivienda emplazada en Xiamen, una ciudad subprovincial de la provincia suroriental de Fujian. «Los arrendadores no quieren meterse en problemas».
“La policía investiga minuciosamente la información de todos los inquilinos, y esa es la razón por la cual nadie quiere alquilarle su propiedad a los uigures”, explicó un arrendador de Xiamen. La policía local lo multó con 500 yuanes (alrededor de 70 dólares) por haberle alquilado su propiedad a uigures y le exigió que les enviara su información de identificación y fotos de todos los inquilinos uigures. «La policía no tiene derecho a hacer esto», añadió el hombre. “Estos uigures vinieron aquí para hacer negocios. No son terroristas. Esto es discriminación racial”.
En el mes de marzo, numerosas agencias inmobiliarias y de alquiler de Xiamen recibieron notificaciones de la policía en las que se les prohibía tratar con musulmanes de Sinkiang.
A pesar del estricto control y de la discriminación, algunos uigures logran hallar propiedades de alquiler, pero esto no significa que sus vidas se vuelvan más fáciles. “Finalmente logramos alquilar un apartamento, pero con la condición de que debemos presentarnos en una estación de policía local tres veces por semana”, afirmó un uigur que vive en Xiamen. «Tres días después de firmar el contrato de alquiler, varios oficiales de policía instalaron una cámara de vigilancia en la entrada de nuestro edificio».
El mismo añadió que también debe notificar a la policía si abandona la zona y los oficiales pueden llamarlo en cualquier momento para conocer su paradero. Cuando se le preguntó acerca de las razones de este «trato especial», el hombre solo negó con la cabeza y no quiso seguir hablando.
Los uigures también son discriminados en los bancos. Un hombre que hace negocios en la provincia sureña de Cantón le dijo a Bitter Winter que para transferir dinero tenía que utilizar la tarjeta bancaria de un amigo porque los bancos se negaron a expedirle una.
La propaganda del Partido Comunista Chino (PCCh) ha estado difamando a los uigures de Sinkiang al catalogarlos de radicales y extremistas durante años, creando hostilidad hacia ellos entre la población general, muchos de los cuales apoyan las drásticas medidas de control implementadas por el Gobierno.
«Las autoridades afirman que los uigures de Sinkiang son terroristas y les impiden mudarse a comunidades residenciales», explicó un administrador de la red procedente de la ciudad de Shenzhen, en Cantón. El mismo añadió que los arrendadores prefieren que sus propiedades permanezcan vacías antes que alquilarlas a uigures.
No obstante, no todos están de acuerdo con el Gobierno. «Son personas realmente buenas y honestas que cumplen su palabra», afirmó un chino de etnia han procedente de Xiamen, el cual una vez le alquiló una propiedad a un uigur.
Desde el mes de mayo, oficiales de policía y de la brigada antiterrorista comenzaron a investigar los restaurantes y otras tiendas de alimentos administradas por uigures de Sinkiang en Xiamen. También en nombre del «mantenimiento de la estabilidad social».
Dichas investigaciones afectan severamente sus negocios. “Con tantos oficiales presentándose en la tienda, los clientes piensan que hemos hecho algo malo y no se atreven a venir a comer de nuevo”, explicó una camarera de una tienda de carnes asadas. Algunas tiendas y restaurantes se han visto obligados a cerrar sus puertas debido al acoso policial.
“El Gobierno intenta por todos los medios posibles privar a los uigures de sus derechos, prohibiéndoles alquilar, hacer negocios y alojarse en hoteles”, explicó un empresario de etnia han procedente de Xiamen. «El objetivo es ahuyentarlos y cortar todas sus fuentes de supervivencia, obligándolos a regresar a Sinkiang para ser confinados en campamentos de transformación por medio de educación».