La campaña llevada a cabo por el PCCh para «exterminar a Buda» está alcanzando nuevos niveles de rareza: un templo emplazado en la provincia de Henán ha reemplazado a las deidades budistas por líderes revolucionarios.
Li Guang
El templo, situado en la montaña de Qinglong, a aproximadamente dos kilómetros al oeste de la aldea de Zhangpo en el poblado de Jiliao, bajo la jurisdicción de la ciudad de Ruzhou, en la provincia de Henán, fue construido con fondos privados como un lugar de culto budista, pero no pudo obtener un certificado de registro de lugar religioso debido a la campaña cada vez más intensa del Partido Comunista Chino (PCCh) tendiente a «exterminar a Buda«.
El propietario ideó un ingenioso plan para hacer que el templo fuera funcional y oficial: reemplazó las estatuas de deidades por las de líderes revolucionarios. Y funcionó: la Agencia de Asuntos Religiosos local designó al templo como una «base educativa patriótica roja», y los seguidores del Partido se apiñan en el «Templo del Presidente Mao Buda» para orar y practicar su fe. Pero no para adorar a Buda.
Se colocó una bandera nacional en la parte superior del techo del templo y dos a cada lado de la entrada, junto a estatuas de exlíderes revolucionarios a caballo: a la izquierda se encuentra Hua Guofeng (1921-2008) –sucesor elegido por Mao Zedong y expresidente y primer ministro del PCCh– y a la derecha, Dong Biwu (1886-1975), uno de los fundadores de la República Popular China.
Justo después de ingresar al recinto del templo, una gran estatua de Mao Zedong llama la atención. En la base de la estatua se encuentran grabados versos que deifican a Mao como el «Buda»: «El Señor Mao es el nuevo Emperador de Jade, quien controla los cielos, la tierra y el mundo humano». «El taoísmo y el budismo serán atribuidos a las enseñanzas de Mao Zedong».
También es extraña la pintura del piso dentro del templo: al símbolo del yin y el yang, típicamente blanco y negro, el cual representa el dualismo en la antigua filosofía china, se le ha añadido una tercera espiral amarilla y un punto rojo en el centro. Según una mujer que se hallaba en el templo, este círculo representa a Mao Zedong, quien es considerado el «sol rojo».
El templo tiene dos pisos, con grandes salas en ambos: la Sala Mansión Imperial en el primero y la Sala Dorada de Buda en el segundo, donde, en una extraña compañía, se exhiben estatuas de deidades budistas y de líderes comunistas chinos. La figura de Mao Zedong, situada en el centro de la sala del segundo piso, es llamada el «Buda de la Deidad Celestial». Junto a ella se encuentran las estatuas de otros dos héroes revolucionarios: una, llamada «Buda Gigante Meridiano», está dedicada a Zhou Enlai (1898-1976), el primer primer ministro de la República Popular China y la otra a Zhu De (1886-1976), general y uno de los pioneros del PCCh, llamada «Buda Gigante que Perfora el Cielo».
En los muros se exhiben fotos de oficiales y líderes militares de China, incluido el Ministro de Defensa de China a finales de la década de 1950, Peng Dehuai (1898-1974), y cinco placas de reconocimiento a donantes colocadas en el templo agradecen a los mismos por su aportación «para construir el Templo del Presidente Mao Buda”.
En comparación con muchos otros templos emplazados en China que han sido suprimidos o demolidos, el «Templo del Presidente Mao Buda» es muy animado, con numerosos «creyentes» arrodillándose y quemando incienso en las fiestas tradicionales chinas.
Un aldeano afirmó: «Mao Zedong era obviamente un ser humano y ateo. Durante la Revolución Cultural, instó al pueblo a eliminar a todos los ‘demonios de vacas y espíritus de serpientes’. Actualmente, las personas lo adoran como si fuera Buda. ¡Es realmente extraño!».
A pesar de su sangriento legado, el presidente Mao sigue siendo deificado por muchos en China. El «Pensamiento de Mao Zedong» permanece consagrado en la constitución de China, y el actual régimen del PCCh continúa siguiendo sus pasos para erradicar a las religiones. En un discurso con motivo del natalicio número 120 de Mao en el año 2013, el presidente Xi Jinping declaró que “puesto que los líderes cometieron errores, no se pueden utilizar dichos errores para negar completamente sus legados, eliminar los logros históricos y caer en el pantano del nihilismo histórico”. Aparentemente, no solo eso, ahora también están reemplazando a los dioses.