A medida que la represión de los lugares budistas y taoístas se va extendiendo por toda la provincia, los creyentes se van quedando sin sus lugares de culto y los monjes son obligados a regresar a la vida secular.
por Cai Congxin
En el año 2019, mientras aguardaban las inspecciones de retorno del Gobierno central, las autoridades de Hubei intensificaron sus esfuerzos para tomar medidas represivas contra los lugares de actividad religiosa emplazados a lo largo de toda la provincia, especialmente contra aquellos que habían logrado evadir las investigaciones anteriores. Tal y como había informado Bitter Winter, en Liuhe, un poblado del condado de Qichun, en la ciudad a nivel de prefectura de Huanggang, 40 de sus 79 templos fueron clausurados en unos pocos días durante el mes de agosto y las personas que los custodiaban fueron desalojadas.
Reconvertidos, clausurados o destruidos
El Gobierno de Chuangwang, un poblado administrado por el condado de Tongshan en la ciudad a nivel de prefectura de Xianning, le exigió al templo budista de Wanfo que entregara sus permisos para ser renovados, pero en lugar de renovarlos, lo clausuró en septiembre del año pasado.
En el mes de octubre, sobre la entrada del templo taoísta de Xiaoti emplazado en el condado de Jianli de la ciudad de Jingzhou, el cual había sido clausurado el mes anterior, se colocó una pancarta con la leyenda: «Erradicar el crimen de pandillas y eliminar el mal».
Según un anciano creyente local, el templo había sido demolido en el año 2018. La persona a cargo del mismo, junto con dos taoístas octogenarios, lo reconstruyeron a un costo de más de 30 000 yuanes (alrededor de 4300 dólares), sin imaginarse que podrían volver a perderlo. El constante estrés afectó la salud del encargado, quien falleció a fines de diciembre del año pasado.
“Simplemente adoramos a Bodhisattva y quemamos incienso. Pero los funcionarios atacaron nuestro templo como una banda de bandidos”, se quejó el anciano creyente. “Son inhumanos. ¿Qué pueden hacer personas como nosotros al respecto? No podemos detenerlos».
A fines del año pasado, y a pesar de los intentos llevados a cabo por el encargado del templo de detener el proceso, una sala en construcción del templo budista de Lingjiu, emplazado en la ciudad a nivel de prefectura de Ezhou, fue demolida luego de que el Gobierno local la considerara un «edificio ilegal». El encargado fue detenido por obstruir a las autoridades.
El 26 de septiembre, la Agencia de Asuntos Religiosos local arrasó hasta los cimientos el templo budista de Wangfolou emplazado en el condado de Dawu en la ciudad a nivel de prefectura de Xiaogan. Más de cien estatuas religiosas quedaron enterradas bajo los escombros. El antiguo templo había sido dañado durante la Revolución Cultural, pero posteriormente fue reconstruido a un costo de casi 4 millones de yuanes (alrededor de 582 900 dólares), los cuales habían sido financiados por los budistas locales.
Otro templo budista del condado fue clausurado el 1 de agosto y la mujer que había vivido en el templo encargándose del mismo durante 27 años, actualmente de aproximadamente 80 años, fue expulsada. La misma tuvo que ser hospitalizada debido a un ataque al corazón causado por el estrés de perder su hogar.
En septiembre de 2019, al menos 13 templos fueron clausurados en la ciudad a nivel de condado de Chibi. Entre ellos se encontraba el palacio taoísta de Wanshou, así como también los templos budistas de Fozu, Wuxian y Xin’an.
Los funcionarios locales amenazaron al encargado del templo de Fozu con destruirlo si no aceptaba cerrar sus puertas. El mismo continuó protestando hasta que sus beneficios sociales fueron suspendidos. Un anciano budista que solía vivir en el templo durante todo el año se vio obligado a mudarse a un cobertizo de leña. Miembros del personal gubernamental tapiaron la puerta principal del templo y amenazaron con arrestar al que desobedeciera las políticas gubernamentales.
Los monjes desalojados no tienen a dónde ir
«Tuve que mudarme de un templo a otro en cuatro oportunidades, ya que todos fueron clausurados», afirmó el encargado del templo budista de Fanye emplazado en el condado de Yangxin de la ciudad de Huangshi. “Gasté cada centavo donado para mi servicio en artículos para los templos. Cada vez que fui expulsado, volví a quedarme sin dinero”. Luego de que el último templo en el que vivió fuera clausurado el 21 de noviembre, el budista se sintió triste e indefenso. Tuvo que marcharse una vez más, temeroso de que los funcionarios demolieran el templo si permanecía en él. El mismo le dijo a Bitter Winter que una gran cantidad de monjes y monjas no tienen dónde quedarse luego de que sus templos son clausurados. Finalmente, no tienen más remedio que regresar a la vida secular.
El templo budista de Yanshou emplazado en la ciudad de Shishou administrada por Jingzhou fue clausurado a fines de octubre. Funcionarios de la Agencia de Asuntos Étnicos y Religiosos instaron repetidamente al monje que vivía allí a marcharse. «Solo quiero vivir una vida pacífica, ser una buena persona y hacer buenas obras», le dijo el monje a Bitter Winter, ahogado por la emoción. «Pero los funcionarios gubernamentales siguen obligándome a marcharme. ¿Dónde estará mi próximo destino? China es enorme, pero no existe un lugar dónde pueda quedarme».
«Los budistas estamos siendo perseguidos a manos de Xi Jinping, él es quien nos lleva al límite, básicamente, quitándonos la vida», afirmó un budista procedente de la ciudad a nivel de condado de Daye, en Huangshi, quien ha sido monje durante más de dos décadas, pero actualmente ha sido expulsado de su templo. «Cuanto más persiga Xi Jinping a la gente de fe, mayores serán los desastres que traerá a China».