Liao Ying (de cincuenta años), natural de la ciudad de Zigong, en la provincia de Sichuan, vive actualmente en la ciudad de Yining, en la región autónoma Uigur de Sinkiang. El 12 de septiembre de 2014 la policía del Partido Comunista Chino (PCCh) la arrestó cuando se dirigía a una reunión de la Iglesia de Dios Todopoderoso, un nuevo movimiento religioso cristiano y la sometió a una cruel tortura que acabó dejándola parapléjica.
Poco después de las 9 de la tarde de aquel día, cuando Liao Ying salió para asistir a una reunión en casa de unos correligionarios creyentes, la arrestaron tres agentes vestidos de paisano que estaban apostados en el jardín. La llevaron a la comisaría de la calle Shengli donde le colocaron unas esposas, le cubrieron la cabeza con una capucha negra y la condujeron a un lugar secreto para interrogarla. Allí la dejaron atada a un banco del tigre, aparato de tortura en el que a la víctima sentada con las piernas extendidas sobre un banco se la ata con correas y se van metiendo ladrillos u otros objetos duros bajo los pies hasta que las correas se rompen.
A la mañana siguiente, un agente de la Brigada de Seguridad Nacional interrogó a Liao Ying pidiéndole información personal. Cuando al agente no le satisfacía la respuesta, le daba brutales patadas en las pantorrillas con sus zapatos de cuero. La policía pasó varios días consecutivos tratando de obligar a Liao Ying a revelar información sobre la Iglesia y cuando ésta se negaba a responder, la golpeaban repetidamente y la pegaban en la cabeza con los puños y las esposas. Le daban bofetadas y cachetadas en el rostro y la cabeza con sandalias. Cuando se cansaban hacían una breve pausa y luego seguían pegándole. Golpearon a Liao Ying en el rostro hasta que se le quedó entumecido e hinchado y con diversas magulladuras en la cabeza.
Al quinto día, la policía la dejó bajar del banco del tigre y la hicieron sentarse en el suelo con los pies extendidos dentro de las argollas de hierro del banco del tigre. La ataron fuertemente los pies y la esposaron las manos por detrás de la espalda. Liao Ying tenía un hombro congelado por lo que no podía levantar los brazos en absoluto. Cuando los agentes le tiraban de ellos, el dolor era tan fuerte que sentía como si se los estuvieran rompiendo. Una vez en esa postura, le metieron una botella con agua caliente entre las esposas y la espalda, provocándole además del dolor la sensación de quemadura; sudaba enormemente. La policía le quitaba las esposas cada media hora, para seguir torturándola tras un breve descanso. Repitieron esta acción cuatro veces hasta que Liao Ying quedó tendida en el suelo agonizando. Un policía se acercó, le dio fuertes patadas y le gritó que estaba fingiendo que se moría y la volvieron a esposar sobre el banco del tigre. Después de eso, siguieron torturándola durante siete días con sus noches. El interrogatorio no produjo ningún resultado por lo que la policía la envió a un centro de detención.
Después de diez días bajo custodia, dos agentes de la Brigada de Seguridad Nacional fueron a interrogar a Liao Ying. Como no les daba información sobre la Iglesia, le ordenaron apartarse del banco del tigre y le ataron las manos y los pies en las argollas de hierro de manera que no se podía poner de pie. Quedó inclinada sobre el banco con una mano a cada lado del mismo. La policía, con gran crueldad, le hacía separar las manos con las porras para que todo el peso del cuerpo recayera sobre las muñecas. Sudaba de dolor. No la dejaron libre hasta alrededor de una hora después. A continuación, la volvieron a colocar en el banco del tigre durante otras dos semanas más de interrogatorios. Al no conseguir sacarle ninguna información la volvieron a enviar al centro de detención.
El 13 de mayo de 2015, Liao Ying fue condenada a cuatro años de cárcel y el 25 de agosto la enviaron a cumplir su condena en la prisión para mujeres de la región autónoma uigur de Sinkiang donde los funcionarios de prisiones la sometieron a 70 días de adoctrinamiento e intentaron obligarla a escribir declaraciones de renuncia en las que blasfemara contra Dios. Los guardias la tomaron como blanco especial por no hacerlo, asignándole tareas sucias y físicamente agotadoras como estirar bolas de cable de acero y llevar cajas. En enero de 2016, cuando aún no llevaba dos meses en prisión, empezó a sentir un dolor de espalda insoportable. Hasta caminar le resultaba difícil y tenía que presionarse sobre la parte inferior de la espalda para poder andar despacio. Los funcionarios de la cárcel no le permitieron ir al médico y la obligaron a seguir trabajando. El 22 de junio de 2016 el estado de salud de Liao Ying empeoró hasta el punto de que ya no se pudo mover ni trabajar en absoluto. No podía cuidar de sí misma y necesitaba la ayuda de otras creyentes incluso para ir al cuarto de baño o levantarse de la cama y acostarse. Fue entonces cuando los guardias la enviaron a la enfermería.
En la enfermería, aunque Liao Ying tenía un fuerte dolor general que la incapacitaba incluso para sentarse, el médico no le administró ninguna medicina ni le puso ninguna inyección. Al final quedó totalmente paralizada e incapaz de caminar. Los funcionarios de la prisión tuvieron que enviarla a un hospital fuera del centro. Cuando la estaban llevando de nuevo a su celda, los guardias la levantaron a propósito de la silla de ruedas por ambos lados de forma que los pies le arrastraran por el suelo. La parte enferma de la espalda quedaba apoyada en el reposabrazos de la silla lo que le provocó una fractura vertebral. Gritó de dolor.
El 1 de agosto, diagnosticaron a Liao Ying tuberculosis vertebral torácica, absceso paravertebral y paraplejia aguda. Necesitaba una intervención quirúrgica inmediata. Ante el temor a que se les fincaran responsabilidades, la policía, de mala gana, la puso en libertad por causas médicas después de la operación y le permitieron regresar a su casa a recuperarse. Su marido la llevó a casa el 11 de septiembre. Aún no se le ha curado la zona de la espalda en la que le colocaron las placas de acero.