Una entrevista con Lokman Hira’i, un maestro autodidacta que mantiene vivo el idioma y la cultura uigures entre los niños y adolescentes refugiados en Estambul.
por Ruth Ingram
Genocidio cultural en Sinkiang
Imagina un mundo en el que tu idioma es menospreciado y se vuelve más obsoleto día con día; donde los autores renombrados desaparecen en los hoyos negros de un sistema político que ha perdido la razón y sus obras seminales son consignadas a la trituradora; donde aquellas personas a las que se descubre en posesión de los libros prohibidos también son castigadas con varios años en los campamentos de transformación por medio de educación o, peor aún, donde los niños, forzados a hablar “Guo Yi” (el nuevo término de Xi Jinping para el “idioma nacional” que reemplaza a “Han Yu”, que significa “el idioma de la etnia han”) entre ellos en la escuela, cada vez son menos capaces de comunicarse con sus padres y abuelos o de compartir el mismo amor por la literatura y la poesía uigures que corre por la sangre de sus ancestros. Y donde una orgullosa historia de 6000 años está siendo arrojada al vertedero de la antigüedad para ser reemplazada por una nueva narrativa forzada dominada por la cultura han y todo lo chino.
Los cautivos uigures de esta tierra se sienten impotentes para protestar o desafiar la caída hacia el monoculturalismo, so pena de sufrir un encarcelamiento seguro, pero la diáspora los ha hecho responsables de frenar la marea de la destrucción y rescatar su idioma.
Al rescate del idioma uigur
Lokman Hira’i, un maestro autodidacta y lingüista de 29 años que dejó Sinkiang para ampliar sus estudios en Turquía hace seis años, abandonó sus propios sueños después de ser testigo de que su lengua materna rápidamente estaba desapareciendo incluso entre los jóvenes exiliados entre los cuales tenía la esperanza de mantenerla viva. “No podía creer lo rápido que los niños y jóvenes estaban perdiendo su propio idioma natal”, cuenta a Bitter Winter y explica que las similitudes entre los idiomas turco y uigur permitieron a los niños adoptar el idioma de su exilio fácilmente y dominarlo en el transcurso de un año. “Y luego ya no tendrían necesidad del idioma uigur”, se lamentó. “Pude ver que, al cabo de un par de generaciones, nuestro idioma desaparecería por completo”. “Tenía que hacer algo para rescatarlo”, dijo con una determinación que había visto cómo una idea en ciernes pronto se convirtió en una realidad en expansión.
Decidió abrir una escuela uigur en Estambul donde el idioma uigur fuera el medio de instrucción. El propósito sería doble: mantener el idioma y la cultura vivos y, también, actuar como un puente para que los niños que tenían poca o nula educación se integraran a la educación turca convencional.
“Xi Jinping quiere destruir la cultura uigur”
Erradicar el idioma uigur parece ser una parte integral de la nueva ofensiva audaz de Xi Jinping para la sinificación de Sinkiang, hogar de los uigures, una nación de personas cuyo amor por la poesía y la prosa no tiene parangón, pero cuyo territorio rápidamente se está convirtiendo en un desierto cultural equiparable a las vastas arenas desérticas que llenan gran parte de su territorio. Los maestros uigures cuyo dominio del idioma chino no está a la altura están siendo despedidos en tropel y están llegando a raudales ejércitos de educadores chinos de la etnia han desde China continental para llenar las vacantes. Mientras que hace tres o cuatro años la idea central de Pekín era llevar a los niños a China continental para recibir instrucción, y los que se quedaran podrían estudiar al menos su propia literatura en su lengua materna, ahora toda la atención se está enfocando en casa. Incluso aquellos que están estudiando la especialidad en literatura uigur en la universidad deben estudiarla a través del idioma mandarín.
“Los uigures no son simplemente una tribu insignificante conformada por unos cuantos miles de personas”, dijo Lokman. “Somos millones los que compartimos un idioma, una historia y una cultura. Más que la población de Australia”. “Podría haber al menos 20 millones de nosotros dispersos por todo el mundo”, dijo. Acusó al Gobierno chino de manipular constantemente las estadísticas de la población uigur, que no ha pasado de aproximadamente 10 millones desde la década de 1970. “Dicen que nuestras cifras no han aumentado desde entonces, lo cual es ridículo”, dijo riendo. “¿Cómo se atreven a tratar de erradicar todo lo que nos brinda una identidad nacional?”.
Lokman habló de los muchos niños que llegan de Sinkiang como refugiados a Turquía y que nunca han ido a la escuela en su región natal. “Muchos padres han estado rehusándose a enviar a sus hijos a escuelas de gobierno en su país, las cuales se estaban volviendo cada vez más políticas y ateas”, dijo. “De hecho, una gran parte, particularmente de recién llegados, pueden hablar idioma uigur, pero son iletrados y completamente analfabetas. A menos que se hiciera algo, no tendrían absolutamente ningún futuro aquí”. Dijo que uno de sus principales desafíos era hacer que estos niños avanzaran rápidamente en su educación, de modo que tuvieran la oportunidad de ingresar al sistema educativo turco.
Su sueño no ha carecido de críticos. “Muchos padres, particularmente quienes tienen una educación limitada, no podían ver el valor de estudiar en idioma uigur. Pensaban que sus hijos debían aprender el idioma de su nuevo hogar”, dijo. “Sin embargo, cuando les expliqué que a través del idioma uigur sus hijos podrían, con el tiempo, entrar en el sistema educativo convencional y tener la oportunidad de cursar una carrera, comenzaron a ver el valor. También traté de infundir una sensación de orgullo en ellos por nuestro idioma nacional”, dijo. “Lo dan por sentado, pero yo les digo que ellos pueden participar en salvarlo para futuras generaciones. Una vez que se vaya, se habrá ido para siempre”, enfatizó.
La escuela uigur florece lejos de casa
Cuando todavía podían transferirse fondos desde China, los familiares y amigos que creían en el proyecto solían enviar donativos. Con la primera partida compró un edificio de cinco pisos y comenzó a operar con cursos básicos de uigur, inglés, árabe y matemáticas. Durante el primer año se inscribieron 100 niños. Para finales del semestre pasado había 370 niños y este periodo abrió con 500. Ya no cabían en el edificio original y rentaron parte de una escuela local turca para albergar a las grandes cantidades de niños de primaria que se inscribieron este año. Una flotilla de autobuses transporta a los niños de ida y vuelta en toda la ciudad y la marejada de inscripciones no muestra señal de disminución. “Mi plan consiste en abrir escuelas hermanas en toda la ciudad”, dijo. “De hecho, 500 niños parecen muchos, pero si tomamos en consideración que hay 30 000 uigures en Estambul, es una gota en el océano”. “Deseo que un día haya aquí una universidad uigur”, añadió.
El plan de Lokman no es hacer dinero. Desde que la reserva de buena voluntad proveniente de Sinkiang se secó con el cierre de la frontera, la escuela opera con lo justo. Muchos de los niños son huérfanos de facto y un importante número de los niños inscritos no tienen recursos. Los maestros reciben un salario raquítico y realizan el trabajo por amor y no por dinero y los libros sólo se cubren porque se cobra 36 dólares al mes a los niños más grandes, cuyas familias cuentan con los medios, y se ofrecen cursos de manejo y computación para adultos.
La colosal tarea de traducir las partes fundamentales del plan de estudios nacional turco al idioma uigur recae en Lokman, cuyos logros hasta la fecha han sido considerables. Ya cuenta con varios volúmenes en su haber y la tarea parece interminable. Sin embargo, se mantiene en pie de lucha.
Planes de largo plazo para crecer
Sus planes son ambiciosos. Construyó un estudio de grabación en la escuela para grabar los libros que ha traducido y tiene la intención de hacer el doblaje de caricaturas en uigur para lograr que el aprendizaje sea divertido. Ya ha negociado con Google para que agregue el uigur a su lista de idiomas y tiene planes de traer expertos internacionales para que enseñen computación. Una causa reciente de celebración vino con la noticia de que una de sus graduadas ganó un premio como “estudiante destacada” a nivel nacional en Turquía. Ella había iniciado su educación con las clases de uigur del profesor y pronto avanzó a la educación turca convencional y luego ingresó a la universidad. “Estamos muy orgullosos de ella”, dijo Lokman.
Los niños huérfanos: “Algunos vieron cómo les disparaban a sus padres”
La misión de Lokman no es meramente educativa, sino social y psicológica. Se preocupa por los muchos huérfanos que están bajo su cuidado y que han visto lo que nadie debería ver jamás. “Algunos de ellos están inconsolables. Están deprimidos y sin esperanza en relación con el futuro. Los veo cómo se quedan viendo hacia fuera por la ventana, incapaces de concentrarse, y apenas puedo imaginar lo que han visto en su corta vida”, dijo a Bitter Winter. “Mientras escapaban de China a través de Tailandia y Malasia, algunos vieron morir a sus padres frente a ellos. Algunos fueron testigos de cómo sus padres fueron asesinados a tiros y dos de los niños vieron a sus padres ser arrastrados por la corriente de un río”. Él se preocupa por su bienestar emocional, así como por su avance académico, y se hacen grandes esfuerzos por organizar salidas y actividades divertidas. “Si pasan mucho tiempo solos pensando en lo que han visto, no sobrevivirán”, dijo. “Tratamos de hacerlos reír y ayudarlos a olvidar”, afirmó.
La comunidad uigur exiliada en todo el mundo llora la pérdida de su tierra natal, de sus familias, sus amigos y su cultura, y ocurre lo mismo con la comunidad en Estambul. Todos los pasaportes uigures en su tierra natal han sido confiscados, los lazos familiares se han debilitado y las relaciones se han roto. Nadie sabe cuándo o si alguna vez verán nuevamente a sus seres queridos. “En estas situaciones, los niños son los que siempre sufren”, dijo Lokman. “Mantener el idioma vivo y respetarlo es una forma de hacer más suave la transición y calmar el dolor del exilio”.
Un estudiante ganó un premio nacional de poesía
Uno de los estudiantes de Lokman, Imran Sadai, de 15 años, originario de Yupurgha en el sur de Sinkiang, ganó un premio nacional de poesía en Turquía recientemente por su conmovedora descripción sobre el abandono de sus raíces cuando huyó de su tierra natal en 2016.
No está sólo en su sufrimiento y habla por los miles de niños uigures que tratan desesperadamente de encontrar un lugar en una nueva tierra lejos de las montañas y villas de su niñez. Es a estos niños a los que Lokman está tratando de ayudar. Dio a Bitter Winter uno de los poemas de Sadai:
“Crecí, pero dejé mi tierra muy atrás. Las montañas heladas cubiertas de nieve,
los valles con flores; todo ha quedado atrás.
Atrás, con mi corazón y mi alma.
En los pueblos de mi país. En los ríos de mi villa,
dondequiera que planté mis huellas, ahí es donde aún vaga mi corazón.
En la cima de la enorme montaña. En aquellas oscuras cuevas
donde escribí mi poesía; en sus sombras. Ahí es donde mi corazón y mi alma viven.
Esas apacibles noches iluminadas por la luna, cuando recostado en la tierra cuento estrellas con mis amigos;
ahí es donde mi corazón y mi alma permanecen.
Una bandera ondea en mi pecho. Un águila valiente vuela, pero
cuando sea viejo y sea hora de dejar este lugar, mis amigos más queridos quedarán atrás para llorar por mí.
Oh, patria poderosa. Mi felicidad se queda ahí contigo.
Mi sede ancestral, el lugar al que pertenezco. ¡Mi verde oasis!
Mi amado corazón… está ahí… ahí, contigo”.