Personas que ni siquiera son miembros de grupos religiosos prohibidos pueden ser perseguidas solo por tener parientes religiosos o como resultado de eventos aleatorios.
por Yang Xiangwen
Un libro y un trozo de papel desembocan en persecución
En el mes de abril, un hombre procedente de la ciudad de Liaoyang, en la provincia nororiental de Liaoning, fue investigado por la policía local y por miembros del personal de la comunidad en la que vivía por estar asociado con Falun Gong –un movimiento religioso prohibido y severamente perseguido en China–. El mismo ni siquiera era miembro de la organización, pero seguía siendo acosado por las autoridades porque dos años atrás años había sido visto en un lugar donde los practicantes de Falun Gong hacían ejercicio: había acudido al lugar para instar a su madre a que dejara de practicar Falun Gong.
«Me siento un poco asustada. En nuestra vejez, las cosas terminarán luego de que muramos. Pero la policía dijo que esto afectaría la educación de mi nieto. Cuando tome el examen de ingreso a la universidad, su expediente será revisado» afirmó la esposa del hombre con gran preocupación.
El empleado de un centro de enfermería emplazado en la ciudad de Tianshui, en la provincia nororiental de Gansu, enfrentó numerosos problemas luego de entregar, en mayo de 2018, un libro de Falun Gong, el cual había recogido en la carretera, a un funcionario del centro de enfermería. No obstante, y de manera inesperada, fue denunciado ante las autoridades. Poco después, la policía registró su residencia por la fuerza. A pesar de que no se hallaron pruebas, el centro de enfermería descontó su salario de ese mes e inmediatamente lo despidió.
Un hombre procedente de la provincia oriental de Jiangsu pasó el Festival de la Primavera del 2019 sentado en un banco de tigre –una silla de tortura– en una sala de interrogatorios.
«¿Que has hecho últimamente? ¿Estás organizando actividades relacionadas con la fe en tu hogar?”, le preguntó la policía.
El hombre afirmó varias veces que nunca había tenido creencias religiosas, pero la policía continuó interrogándolo. Fue liberado luego de que varios oficiales lo fotografiaran y le tomaran sus huellas dactilares y de los pies, así como también una muestra de sangre.
Más de diez días después, el hombre debió salir del área local por negocios, momento en el cual la policía lo llamó y le preguntó: “¿Dónde estás ahora? ¿Por qué abandonaste la ciudad?”. El 28 de febrero, la policía se presentó una vez más en su hogar para interrogarlo.
La única razón para una investigación policial tan intensa fue un trozo de papel con su nombre y dirección, que su madre –miembro de la Iglesia de Dios Todopoderoso (IDT)– le había entregado hacía tres años a una amiga de la Iglesia, invitándola a compartir su fe con su hijo. La amiga fue arrestada inesperadamente y la policía halló el trozo de papel entre sus cosas. El hombre fue arrestado por primera vez poco tiempo después.
«Durante estos años, he recibido frecuentes llamadas telefónicas de la policía. Cada vez que salgo del área local por unos días, la policía viene a mi casa para interrogarme», afirmó el hombre con impotencia. «Actualmente, soy como un prisionero. Dondequiera que vaya, siempre me vigilan». La vigilancia continúa a pesar de que nunca ha sido religioso.
Un oficial de policía de la provincia nororiental de Liaoning que participó en la Operación Trueno mediante la cual se atacó a los miembros de la IDT y se arrestó a 700 de ellos en el plazo de solo tres días, afirmó: «En la actualidad, el Gobierno está persiguiendo a la IDT y a Falun Gong de manera más agresiva. Preferirían hacer mil arrestos injustos que dejar ir a una sola persona”.
El Partido Comunista Chino (PCCh) coloca a grupos religiosos como Falun Gong y la IDT en una lista de xie jiao y lleva a cabo la represión más severa contra ellos. Mientras tanto, el PCCh vincula engañosamente a los xie jiao con los grupos religiosos que en los países occidentales se denominan maliciosamente “sectas” como una forma de justificar sus acciones.
Sometida a un estricto control de por vida
Aún más preocupante es el hecho de que el monitoreo y la represión sin fundamento, para los cuales no existe una base legal, es probable que acompañe a las personas por el resto de sus vidas.
El 17 de abril, una mujer de 81 años que vive en una aldea de la ciudad de Shenyang, en Liaoning, fue interrogada por la policía porque había sido miembro de Falun Gong durante cuatro meses, hacía más de 20 años. “Vienen a interrogarla cada año. ¿Todavía no han terminado?», afirmó la hija de la mujer con impotencia.
Una mujer procedente de la provincia de Henán ha sido sometida a control gubernamental durante 18 años. En el año 2001, fue condenada a prisión por practicar Falun Gong. Más tarde, renunció a su fe debido a la vigorosa persecución a la que fue sometida, pero el control del PCCh sobre ella no disminuyó de ninguna manera.
Hasta la fecha, su tarjeta de identificación todavía la etiqueta como «miembro de un xie jiao«. La misma debe mostrar la tarjeta cada vez que viaja en tren o autobús. Cuando sale de la ciudad para quedarse en la casa de su hija por unos días, la policía viene a interrogarla. Lo más difícil de aceptar para ella es que luego de que su sobrino fuera admitido en una academia naval en el año 2016, su admisión fue revocada a causa de su fe, lo que la ha dejado con una pesada carga psicológica.
La mujer se siente incómoda al ser criticada por vecinos y amigos, y siente aún más miedo de implicar a otras personas. A menudo pasa tiempo sola y no está dispuesta a ponerse en contacto con otros.
Parece que la etiqueta de «miembro de un xie jiao» permanecerá con ella por el resto de su vida.