Una creyente de la Iglesia de Dios Todopoderoso de Jiangxi fue encarcelada por su fe y drogada de tal manera que ha vuelto a casa prácticamente muerta en vida.
Hace poco, Bitter Winter habló con Xiao Yu (seudónimo), una mujer de 40 años que vive en la ciudad de Nanchang, Jiangxi, y pertenecía a la Iglesia de Dios Todopoderoso, un nuevo movimiento religioso cristiano chino.
La Sra. Xiao fue detenida en 2012 y condenada a tres años y medio de prisión por “utilizar una organización xie jiao para contravenir la ley”. El término xie jiao hace referencia a las enseñanzas heterodoxas en China, que se consideran un delito punible conforme al Código Penal chino.
En 2013, fue trasladada a la prisión de mujeres de Jiangxi, en la que los guardias la sometieron a una cruel tortura física y mental. A menudo, le impedían dormir y, si comenzaban a cerrársele los ojos, los guardias les pedirían a los presos que le rociaban repelente de mosquitos en ellos. También la esposaron y la colgaron en muchas ocasiones.
Los guardias también la obligaron a firmar las “cuatro declaraciones”: declaración de arrepentimiento, declaración de ruptura, declaración de garantía y declaración de crítica. Cuando se negó a hacerlo, la golpearon salvajemente. Después, la engañaban para que ingiriera una droga desconocida.
Recuerda que una vez la esposaron y la colgaron durante más de 20 días. “Debido al entumecimiento y las lesiones, no sentía mis manos. Los guardias me administraron un medicamento, me dijeron que era para mejorar la circulación sanguínea y eliminar el estasis sanguíneo”, explicó la Sra. Xiao.
Sin embargo, después de tomar el medicamento, se sintió “rara”. “El cielo durante el día me parecía rojo. Por la noche, se veía azul. A menudo no era capaz de controlar mis pensamientos. Hacía lo que otras personas me decían que hiciera. Cada vez que recuperaba la consciencia me sentía muy asustada”.
Los efectos de la droga aún no han desaparecido. La Sra. Xiao hace muchas pausas al hablar y suele reaccionar con lentitud. La droga ha mermado sus capacidades físicas y mentales de forma permanente, ya no puede desenvolverse como un ser humano normal.
“Me gustaba estar rodeada de personas. Ahora, si viene mucha gente a casa, me siento nerviosa y asustada. No sé cómo lidiar con eso. Sólo quiero esconderme”, explica.
A su padre de 80 años le entristece ver a su hija así. “Ella siempre fue alegre y vivaz. Ahora, si le pedimos que se ponga de pie, se pondrá de pie, pero no puede hacer nada más complicado. Si le pedimos que nos ayude a elegir los vegetales, ni siquiera es capaz de ver la diferencia entre los que están buenos y los que se han podrido. Me siento muy mal viéndola así. Era una buena persona y ahora está así porque la atormentó el PCCh”, señaló.
Informado por Lin Yijiang