Musulmanes en Londres están apoyando la causa uigur, motivados a asumir el desafío y a oponerse a las atrocidades cometidas por Pekín.
Ruth Ingram
Musulmanes británicos están respaldando a los uigures tras la evidencia de crecientes atrocidades e integración forzada en el noroeste de China. Recientemente, en una reunión pública celebrada en Londres se habló sobre el deterioro de la situación en la región de Sinkiang para crear conciencia sobre la existencia de violencia y torturas en el corazón de la tierra uigur, y para pedirles a los musulmanes del Reino Unido que se alcen en contra del trato que Pekín les da a sus compatriotas musulmanes.
La reunión se planeó para coincidir con el aniversario de la masacre de uigures en Gulja, una ciudad situada en la frontera con Kazajistán, acaecida en 1997, y fue convocada por la Mezquita del Este de Londres emplazada en Whitechapel y patrocinada por The Cordoba Foundation. Entre los oradores hubo desde uigures que han perdido familiares en las redadas más recientes llevadas a cabo en Sinkiang, hasta un ministro británico, parlamentario de la oposición, y varios activistas en el campo de los derechos humanos.
Harun Rashid Khan, secretario general del Consejo Musulmán del Reino Unido, instó a los participantes a «protestar en voz alta» contra las injusticias cometidas por Pekín.
«Imaginen que el lugar en el que siempre han vivido se vuelve contra ustedes», sugirió. «Imaginen que ya no se les permite hablar su lengua materna, el idioma de su pueblo, en público, que incluso cuando hablen deban hacerlo con miedo y autocensura en un clima de intensa vigilancia. Imagínense ocultando páginas del Corán en su congelador, para no tener problemas durante los controles aleatorios. Imaginen saber que si son arrestados en las calles y detenidos sin razón alguna los espera tortura física y psicológica en los campamentos de reeducación secretos», afirmó Harun Khan.
«Ahora imaginen que todo esto está sancionado por el Estado, es legal y llevado a cabo por el Gobierno», continuó el Sr. Khan, instando a la audiencia a «rechazar las injusticias» por todo lo que representan y a defender a los uigures. «La gente común debe ponerse de pie, atestiguar en contra y actuar para generar un cambio», concluyó.
Durante la reunión, Rahime Mahmut, cantante y miembro de un grupo de música clásica uigur en Londres, habló sobre los testimonios de los que tuvo conocimiento mientras trabajaba como traductora. La misma no pudo regresar a su tierra natal por temor a ser encarcelada, relató su propia angustia cuando en el año 2017 su hermano le advirtió que no continuara comunicándose con su familia. «Por favor, déjanos en las manos de Dios y nosotros también te dejaremos en las manos de Dios», fueron las últimas palabras que le dijo luego de instarla a interrumpir el contacto con ellos por su seguridad.
Describiendo las denominadas instalaciones de «reeducación» como «campos de concentración», contó cómo las historias que le fueron relatadas sobre la vida cotidiana y las torturas en los campamentos la dejaron sin poder conciliar el sueño durante días. «Sus relatos eran escalofriantes y horrendos», afirmó.
Una persona que fue liberada hace tan solo tres meses le dijo que algunas personas habían estado en prisión por más de un año antes de ser trasladadas a campamentos de transformación por medio de educación. El mismo describió su lugar de detención como una pesadilla. «Me dijo que durante los más de tres meses en los que estuvo detenido había sido torturado a diario», explicó. «Más de sesenta personas estaban amontonadas en una celda de sesenta metros cuadrados. La peor humillación era que todos tenían que quitarse la ropa y desfilar alrededor de la celda frente a los demás todas las noches», dijo, agregando: «A diario, cuando la sirena sonaba todos tenían que pasar por sobre todos los demás y permanecer en el lugar hasta que la sirena se detuviera. A veces esto duraba treinta minutos».
Este hombre no tenía idea de por qué había sido arrestado.
La misma habló sobre otro detenido que había pasado un año en tres centros de detención diferentes. A él le llevó cuatro horas volver a relatar su terrible experiencia. Le contó cómo las personas admitían falsamente haber fabricado bombas a pesar de no haber visto nunca una bomba en sus vidas para detener su tortura. Relató haber sido llevado a salas de interrogación y escuchar a hombres y mujeres gritando. «Dijo que sus gritos hacían que sus piernas se sintieran como gelatina», afirmó, agregando que estos relatos solo eran la punta del iceberg. «Todos los días se cometen muchos más crímenes horrendos contra la humanidad y no solo contra los que están detenidos. Los que están afuera también se ven afectados. La forma de vida completa de los uigures, ya sea su vestimenta, ritos funerarios, patrimonio cultural, tradiciones, idioma y religión, está en peligro”, afirmó.
El exiliado uigur, Mahmut Turdi, maestro y animador, relató cómo en el año 2004 huyó de Sinkiang con su esposa e hizo del Reino Unido su hogar. Detalló el hostigamiento y encarcelamiento de la mayor parte de los miembros de su familia entre los años 2003 y 2018 simplemente porque no pudieron persuadirlo para que regresara a China. «A pesar de que soy un ciudadano del Reino Unido, el Gobierno chino todavía me está persiguiendo a través de mi familia», se quejó. «Mi crimen es haber renunciado a mi ciudadanía», dijo.
Conmovida por estos testimonios, la Sra. Emily Thornberry, parlamentaria laborista de Islington South y Finsbury y Secretaria de Estado para Asuntos Exteriores y de la Commonwealth en la oposición, tenía un «mensaje simple para dar, el cual debería ser escuchado por China».
«No nos quedaremos callados mientras la comunidad uigur esté sujeta a una terrible represión y persecución simplemente porque desean practicar su fe musulmana», afirmó. «Cientos de miles están siendo masivamente detenidos, sometidos a reeducación cultural y adoctrinamiento psicológico, y todo un pueblo es sistemáticamente oprimido y padece una violencia brutal».
La misma dijo que las atrocidades eran similares a las que se cometieron en Camboya hace 40 años, o en China hace 50 años, y en otros países a lo largo de los siglos donde se permitió que florecieran abominables prejuicios basados en la religión, la raza y el color de la piel.
«Que hoy en día suceda esto, dos décadas dentro del siglo XXI y en un país que cuenta con un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU no solo es abominable, sino que es inaceptable y ya no se puede tolerar más», subrayó.
Se sintió consternada ante el hecho de que la cantidad de uigures que actualmente se encuentran recluidos para ser sometidos a reeducación es de al menos un millón, y muchos, por razones tan sencillas como simplemente asistir a una mezquita. Se sorprendió ante los crecientes informes de tortura, muerte, e incluso sustracción de órganos provenientes de los campamentos, e instó a que se intensificara la condena pública. «Debemos apoyar el llamamiento de la ONU para que China cierre los campamentos de reeducación ahora», insistió, subrayando que era imperativo que los solicitantes de asilo uigures no sean deportados de vuelta a China. «Debemos acelerar sus solicitudes de asilo aquí en el Reino Unido», insistió.
La misma instó al Gobierno británico a tomar medidas y sugirió que el primero en línea para ser censurado bajo la Ley Magnitsky, recientemente promulgada, debería ser el Secretario de Partido de Sinkiang, Chen Quanguo, por el claro abuso de los derechos humanos durante su mandato.
“No debemos ignorar lo notoriamente evidente, que lo que se jactó de ser un intento de ataque contra el extremismo y el terrorismo, se ha transformado en algo horriblemente diferente, donde los únicos que están siendo atacados son aquellos que practican la fe musulmana», se quejó. Exhortó a que las empresas privadas que operan en Sinkiang cesen sus operaciones, y afirmó que Gran Bretaña debería considerar imponer controles de exportación a la tecnología de vigilancia que está siendo utilizada para oprimir y monitorear a los musulmanes uigures.
«Hagamos lo que hagamos, tenemos que actuar rápido», suplicó. «China puede ser un socio comercial importante, y lo es, y un actor vital en el mundo, pero esa es una razón más para exigir que actúen en casos de abusos contra los derechos humanos. Este es el momento de decir que ya es suficiente», afirmó.
El abogado de derechos humanos internacionales Rodney Dixon, Consejero de la Reina, estuvo de acuerdo con la urgencia de la situación e instó a armarse de valor cuando deban tratarse cuestiones relacionadas con China. Abogó por seguir de manera incansable rutas políticas y legales para llamarle la atención a China. «Debemos tratar de escudriñar a los responsables y llevarlos ante la justicia, si no ahora, en el futuro», afirmó. «Esto puede tener un efecto disuasorio y hacer que la gente lo piense dos veces, pero lo más importante es que puede enviarle un mensaje al mundo, afirmando que estas prácticas son inaceptables. Y que habrá consecuencias».
«Existe una gran cantidad de evidencia que demuestra que se han cometido crímenes internacionales masivos contra el pueblo uigur», dijo. “La prueba está ahí. Debe ser refinada, empacada y fortalecida”. Abogó por ser determinados y creativos para obligar a Pekín a responder ante el derecho internacional y enfrentar las consecuencias de sus acciones.