Hace setenta años, «nunca más» fue la respuesta a los horrores del Holocausto, pero el genocidio sigue ocurriendo. Existen preocupantes indicios de que puede volver a ocurrir en el lejano oeste de China.
Ruth Ingram
La semana pasada, en Londres, los judíos estuvieron junto a los musulmanes uigures para declarar «nunca más» –otros uigures de la diáspora están haciendo circular una exposición del mismo tema alrededor del mundo– y crear conciencia sobre los horrores que ocurren en la provincia china de Sinkiang.
Miembros de la Organización René Cassin, la voz judía de los derechos humanos en el Reino Unido, se reunieron en un evento para conmemorar el 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en solidaridad con el pueblo uigur, el cual actualmente está enfrentando un horror.
Comentando que «nunca más» ha llegado a significar «una y otra vez», la directora de René Cassin, Mia Hasenson-Gross, presentó la velada diciéndole a la audiencia que los encarcelamientos de uigures, que hasta el día de hoy llegan a 1,5 millones, fueron de hecho el décimo «genocidio» de este tipo desde la Segunda Guerra Mundial.
La organización, creada para poner en práctica los valores del que lleva su mismo nombre, el abogado judío René Cassin (1887–1976), quien ayudó a redactar la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), y ponerse de pie para defender a los que no tienen voz en el mundo, es una organización benéfica que trabaja para promover y proteger los derechos humanos universales, basándose en la experiencia y los valores judíos.
Al citar a un bloguero de René Cassin, Baruch Solomon, la Sra. Hasenson-Gross afirmó que la DUDH es un documento notable, pero uno hueco «si China, hogar de una sexta parte de la población mundial y situada en el corazón de la comunidad de naciones, se está burlando completamente de la Declaración». «Para que el septuagésimo aniversario de la Declaración signifique algo», añadió, «debe recordarnos que, como activistas de los derechos humanos, tenemos un papel que desempeñar para hacer que los gobiernos e instituciones se hagan responsables de sus actos, además de tener el deber de garantizar que cumplan con los principios de la Declaración”. La misma instó a la audiencia afirmando que los judíos tenían la responsabilidad especial de no permanecer callados ante los arrestos arbitrarios y las deportaciones secretas. “Puede que estemos limitados en lo que podemos hacer como individuos, pero todos somos capaces de crear conciencia sobre el tema. Cualquier acción, por pequeña que sea, demostrará que no hemos olvidado nuestro propio pasado», insistió.
La abogada Amy Woolfson, cuya preocupación por los uigures en China comenzó a crecer cuando las atrocidades comenzaron a salir a la luz el año pasado, citando a William Wilberforce (1759–1833), afirmó: «Podemos elegir mirar para otro lado, pero no podemos decir que no lo sabíamos».
Al escribir un artículo para el Jewish News, le había recordado a su audiencia que los judíos no necesitan ser advertidos sobre genocidio. «Sabemos que no sucede de la noche a la mañana», afirmó. “Sabemos que comienza con la demonización de una cultura y cuando el odio y la represión se vuelven normales. Entonces la gente comienza a desaparecer. Eso es lo que está sucediendo hoy en día en China”. Instó a la comunidad judía a que no guardara silencio. «Como judíos, creo que tenemos la responsabilidad especial de dar testimonio de lo que está sucediendo y de hablar siempre que podamos».
La Dra. Rachel Harris, Coordinadora de Investigación de la Escuela de Artes de la SOAS (Escuela de Estudios Orientales y Africanos) de la Universidad de Londres, habló del horror que sintió ante la confirmación, la semana pasada, de que 15 de los principales lugares religiosos, entre los que se incluían importantes mezquitas, habían sido completamente o casi completamente arrasados, en particular la mezquita del imán Asim emplazada en las afueras de Jotán, la cual ahora ha desaparecido. «Los peregrinos solían venir de toda la provincia a visitar este lugar», afirmó. «Realmente, esto es un brutal ataque contra los lugares sagrados del pueblo uigur».
Rahima Mahmut, cantante, traductora, activista de derechos humanos y oradora pública con sede en Londres, cuya familia en Sinkiang ha roto todos sus vínculos con ella por temor a represalias, habló de la tragedia que se está desarrollando para los miembros de la diáspora uigur que han sido separados de su patria y de sus familiares. La misma habló de un «dolor insoportable» en su trabajo como traductora luego de escuchar historia tras historia de angustia. Afirmó que sus esfuerzos y compulsión por sacar a la luz las diferentes historias le han causado un sufrimiento indecible.
El rabino Benji Stanley, de la Sinagoga Independiente de Westminster, situada en el centro de Londres, afirmó que una respuesta judía al sufrimiento debería ser cuidar de los miembros más indefensos de la sociedad. Utilizando como texto a Deuteronomio 25 de la Biblia, versículos 17 a 19, señaló que era tarea de la comunidad judía recordar los malvados actos cometidos contra ellos y asegurarse de que esto no vuelva a sucederle a otros grupos vulnerables. Tomando el ejemplo de los judíos que fueron capturados por el enemigo durante su extensa marcha fuera de Egipto, afirmó que las personas corrieron más peligro cuando apartaron los ojos de Dios y se lanzaron a la apatía. Instó a los judíos a no ser indiferentes. «Nunca debemos ser apáticos ante la situación de los más vulnerables y necesitados», afirmó, añadiendo, «nos desintegramos cuando no nos conmueve su sufrimiento». Instó a la audiencia a recordar que también fueron extraños en una tierra extraña. Les rogó que no permitieran que «la constante llovizna de terribles noticias» los redujera a la apatía y la inacción. “No olviden que el mandato de no oprimir al extraño aparece 40 veces en la Biblia”, afirmó. «Además, es fácil recordar tu propio sufrimiento, pero no recordar el sufrimiento de los demás».
Se instó a la audiencia a escribirles a los parlamentarios, directamente a la Oficina de Relaciones Exteriores del Reino Unido, a mantener la presión sobre el Gobierno británico, a presionar a Amnistía Internacional y a otros grupos de derechos humanos, y a mantenerse unida al pueblo uigur en su sufrimiento.
«Tenemos la responsabilidad de desafiar a los líderes espirituales para que se unan y aborden este dilema», concluyó Mia Hasenson-Gross. La misma formuló la siguiente pregunta: “¿Dónde se encuentra el legado de la Declaración de hace 70 años, que todavía no lo estamos cumpliendo?”. La misma afirmó que hacía tan solo unas semanas, durante la Pascua Judía, a los judíos se les había recordado que una vez habían sido esclavos, pero ahora eran libres.
«Extendamos esa libertad a otros», suplicó.