Dos mujeres, ambas miembros de la Iglesia de Dios Todopoderoso, comparten sus recuerdos de humillación y tortura mientras se encontraban detenidas a causa de su fe.
Deng Jie
El derecho internacional de los derechos humanos prohíbe tomar fotos de prisioneros desnudos, excepto en casos excepcionales, o degradar su dignidad. Estas regulaciones no se aplican a China, al parecer, ya que la práctica de exponer deliberadamente a prisioneros desnudos frente a otros como una forma de tortura y castigo está sumamente generalizada en sus prisiones.
Bitter Winter entrevistó a dos mujeres, miembros de la Iglesia de Dios Todopoderoso (IDT), procedentes de la provincia china sureña de Cantón, que fueron obligadas a quitarse la ropa frente a otros reclusos, una experiencia degradante y humillante que les ha dejado cicatrices emocionales por el resto de sus vidas.
Una de las mujeres fue arrestada en el año 2017 y sentenciada a 14 meses en una casa de detención por «utilizar una organización xie jiao para socavar la aplicación de la ley».
“Al llegar a la casa de detención, me llevaron a una habitación donde una oficial me obligó a quitarme toda la ropa para efectuarme un registro corporal. La puerta de la habitación no estaba cerrada, y tres oficiales varones estaban parados afuera. Pero no me atreví a resistirme. No tuve más remedio que desnudarme y agacharme a un lado”, recordó la mujer.
Esto fue solo el comienzo de su pesadilla. Cuando la enviaron a su celda, el «jefe de la prisión» –el líder de los reclusos– también la obligó a quitarse toda la ropa. «Los 45 prisioneros que se hallaban en la celda fueron despertados. Todos se sentaron y me miraron. Le supliqué al jefe de la prisión que me permitiera conservar la ropa puesta”, recordó la mujer, temblando al rememorar la humillación padecida en aquel momento. El «jefe» respondió que lo estaba haciendo por orden de los guardias, por lo que la creyente no tuvo más remedio que desnudarse delante de todos. Para humillarla aún más, le ordenaron saltar arriba y abajo cinco veces.
El uso de tales «jefes de prisión» es una táctica utilizada por los guardias de prisión para intimidar y torturar a las personas de fe que se encuentran detenidas. Miembros de la IDT que han sido detenidos recuerdan que los guardias frecuentemente les dicen a otros reclusos que «esta persona es un miembro de la Iglesia de Dios Todopoderoso que necesita cuidados especiales».
«Más de 40 pares de ojos me observaban fijamente”, continuó la mujer. “Había varias cámaras de alta definición en la celda, por lo que los guardias, incluidos los hombres, podían ver todo claramente en la sala de vigilancia. Luego de saltar, ni siquiera me atreví a levantar la cabeza, me sentí demasiado avergonzada como para vivir. Si hubiera habido un hueco en el suelo, me habría gustado desaparecer en él”. La humillación tuvo un gran impacto psicológico en ella y la misma se siente sumamente angustiada cada vez que recuerda el incidente.
La Iglesia de Dios Todopoderoso es el nuevo movimiento religioso cristiano chino más grande de China y el que ha padecido continuamente una brutal represión a manos del Partido Comunista Chino (PCCh) desde su fundación en el año 1991. Según numerosos casos recibidos por Bitter Winter, la mayor parte de los miembros de la IDT son brutalmente torturados mientras están detenidos y las mujeres son especialmente humilladas o abusadas por guardias de la prisión u otros prisioneros.
La otra mujer entrevistada también sufrió una experiencia traumática similar: cuando fue llevada a prisión luego de haber sido sentenciada se le exigió que se quitara toda la ropa para someterse a un examen corporal y ser fotografiada. La misma se negó a obedecer la orden, afirmando que estaban violando sus derechos humanos, pero se rindió luego de que los guardias levantaran sus puños para intimidarla.
Poco después, los guardias le ordenaron que caminara completamente desnuda desde el primer hasta el tercer piso delante de todos, y luego la obligaron a hacer diez sentadillas mientras le tomaban fotos. Estaba tan asustada que todo lo que pudo hacer fue llorar incesantemente.
«Si no fuera porque Dios me estaba cuidando en ese momento, podría haber sufrido una crisis nerviosa y haberme vuelto loca», la mujer aún no puede olvidar el trauma psicológico y el dolor que ha padecido, a pesar de que han pasado muchos años desde su liberación.