La enorme represión contra grupos religiosos en China ha golpeado a una pequeña comunidad judía en Kaifeng, donde prevalece una atmósfera de miedo y paranoia.
por Ty Joplin
El Templo que respeta las Escrituras del Camino se construyó en China para organizar de manera centralizada una pequeña comunidad judía y conectarla con el mundo exterior.
Su destrucción por una inundación fracturó a su comunidad y ahora el Partido Comunista Chino (PCCh) trabaja para asegurarse de que nunca se reconstruya.
La comunidad internacional está al tanto y se preocupa por la vigilancia y detención sistemática de musulmanes uigures y kazajos que lleva a cabo el PCCh. Aunque se trata de la violación más grave y sistemática de los derechos humanos en China, forma parte de un conjunto más amplio de políticas que constituyen la “Nueva Era” de Xi Jinping. Con estas políticas, se pretende homogeneizar las identidades de todos los ciudadanos chinos y subsumir las creencias y prácticas religiosas bajo la autoridad del Estado.
La Nueva Era de vigilancia y secularización de China ha alcanzado a una pequeña comunidad de judíos de la región rural de Kaifeng, en la provincia central de Henán. Esta comunidad judía teme reunirse en espacios públicos o quejarse por la vigilancia que les ha impuesto el PCCh. Su situación es preocupante debido a las políticas que les impiden tener contacto con extranjeros y la paralización de los trabajos de reconstrucción de su sinagoga destruida.
La represión silenciosa dirigida a su pequeña comunidad es emblemática de la implacable acción del PCCh que busca vigilar y controlar a la gente.
Lugar histórico de los judíos de Kaifeng en China
A muchos les ha sorprendido que China sea el hogar de una comunidad judía que ha vivido relativamente aislada durante más de mil años. Sin embargo, los judíos de Kaifeng fueron un grupo próspero y bien conectado que vivía en el centro de la Ruta de la Seda del este de Asia.
En el siglo IX, un grupo de mercaderes persas judíos llegaron a China a través de la Ruta de la Seda. Fueron recibidos calurosamente por los enviados de la dinastía Song del Norte en la ciudad de Kaifeng. Finalmente, los comerciantes decidieron establecerse allí y comenzaron a integrarse en la sociedad china de etnia han. Aunque el proceso fue lento y tomó siglos, se casaron con familias chinas han locales. Estas familias persas-han combinaron las tradiciones del judaísmo con elementos sociales y religiosos de la cultura china y, en el proceso, se unieron como un grupo singular y distinto en China: los judíos de Kaifeng, que sumaban más de 1000 personas.
En 1163, los judíos de Kaifeng decidieron erigir el Templo que respeta las Escrituras del Camino, una sinagoga alrededor de la cual organizarían su vida religiosa y comunitaria.
“Sus mayores problemas fueron el río Amarillo, que destruyó su sinagoga, y al resto de Kaifeng, varias veces” explicó Anson Laytner, presidente y fundador del Sino Judaic Institute (SJI).
Su proximidad al río Amarillo, que suele causar inundaciones repentinas y devastadoras, fue una fuente de constantes preocupaciones para la sinagoga, al igual que las guerras periódicas. La sinagoga fue destruida unas diez veces, pero los judíos de Kaifeng, que aún eran comerciantes prósperos, podían costear sus reconstrucciones.
Sin embargo, una vez que el comercio en la Ruta de la Seda comenzó a decaer, el tejido social que formaba la comunidad comenzó a deteriorarse. A partir de 1700, la importancia regional de Kaifeng disminuyó, al igual que la perspectiva económica de su comunidad judía, que ya estaba plenamente integrada como parte de la etnia han china. Luego, la dinastía Qing cerró China a la mayoría de los extranjeros, lo que los aisló completamente del mundo exterior.
Por si fuera poco, en 1849, otra inundación gigantesca del río Amarillo volvió a destruir la sinagoga. Los judíos de Kaifeng, empobrecidos, no pudieron reconstruirlo y sus ruinas quedaron abandonadas durante cientos de años: un símbolo venerable del próspero pasado y el incierto futuro de la comunidad.
Poco después, su único rabino falleció sin haber entrenado a alguien que lo reemplazara. Sin espacio físico ni guía espiritual, la comunidad desamparada comenzó a transmitir oralmente su historia y sus tradiciones mientras se fragmentaba lentamente y perdía muchos de sus vínculos históricos.
Sin embargo, cuando Deng Xiaoping instituyó una Política de Puertas Abiertas en China a fines del siglo XX, investigadores occidentales, académicos y turistas comenzaron a visitar a los judíos de Kaifeng de los que habían oído hablar y que nunca habían podido conocer. Algunos estudiaron el desarrollo del grupo y la combinación única de creencias judías y tradiciones han. Otros, como Anson Laytner, comenzaron a trabajar para reconectar a la comunidad con sus raíces históricas judías.
La primera tarea fue la reconstrucción de la sinagoga.
Los judíos de Kaifeng en la “Nueva Era” de China
“Al igual que a otras personas, me fascinó su historia de supervivencia y me impresionó su compromiso con su identidad judía, incluso cuando sólo tenían recuerdos para mantener viva esa identidad”, señaló Laytner.
“Por ese motivo, el SJI decidió involucrarse y ayudarlos a reencontrarse con su herencia judía”.
El SJI de Laytner comenzó por construir una escuela judía en Kaifeng, mientras que otro grupo judío, Shavei Israel, estableció una oficina local en Kaifeng. Allí, su objetivo era ofrecer un espacio comunitario “para proporcionar un entorno auténticamente judío en el que los judíos chinos pudieran aprender sobre la historia, la cultura y los valores judíos”, explicó Michael Freund, presidente de la organización.
“Las actividades van desde estudiar hebreo hasta clases de cocina judía, pasando por aprender sobre antiguos textos y tradiciones judías. Algunas actividades atrajeron a decenas de personas y las celebraciones festivas judías resultaron especialmente populares”.
Alrededor de la zona histórica donde vivían los judíos de Kaifeng, comenzaron a aparecer carteles en hebreo y las exposiciones de los museos mostrando las vidas de los antepasados judíos atrajeron a más turistas de toda China.
La reconstrucción de la sinagoga también fue aprobada en un principio por la Oficina de Construcción local.
A medida que crecían las ambiciones de los líderes religiosos extranjeros y comenzaron a surgir pruebas de que su trabajo estaba cambiando la forma en la que los judíos de Kaifeng entendían su fe y su historia, el PCCh decidió reafirmar el control sobre lo que consideraba una injerencia extranjera.
Cuando las noticias de este plan llegaron a las oficinas centrales del PCCh, se ordenó cancelar proyectos e impedir el trabajo de Shavei Israel en la comunidad. Los judíos de Kaifeng, que actualmente constituyen un pueblo rural y, en general, pobre, no pudieron seguir adelante con la reconstrucción.
Las nuevas reglas también prohibieron las reuniones judías en público en días festivos. Los carteles en hebreo fueron derribados y una exposición del museo que muestra la historia judía de Kaifeng desapareció debido al nuevo reglamento.
“Creemos, aunque no podemos asegurarlo, que la eliminación de las muestras de vida judía en Kaifeng está relacionada con la supresión de actividades no autorizadas del cristianismo y del islam”, puntualizó Laytner en relación con la represión.
Mientras el PCCh orquesta un proyecto para rediseñar la identidad social y religiosa de los musulmanes y de muchos cristianos que profesan su fe en iglesias domésticas no autorizadas, la represión contra los judíos de Kaifeng resulta más complicada y tiene menos que ver con la secularización directa.
Por encima de todo, el PCCh pretende dictar los términos en los que los judíos de Kaifeng entienden su historia e identidad. En contraste con los grupos judíos extranjeros, que trabajaron para construir puentes entre los judíos aislados de Kaifeng y la comunidad judía global, el Partido espera que permanezcan firmemente aislados como chinos han, gobernados por las reglas del PCCh, en lugar de atender a las prioridades religiosas de organizaciones internacionales u otros países.
En febrero de 2018, el PCCh adoptó el nuevo Reglamento sobre Asuntos Religiosos, un conjunto de leyes que rigen la religión en China. El que más ha impactado a la comunidad judía de Kaifeng ha sido el Artículo 5, que reza lo siguiente: “Los grupos religiosos, instituciones religiosas, lugares de actividades religiosas y asuntos religiosos no podrán estar sujetos al control de fuerzas extranjeras”. Esta ley reafirma un artículo redactado de forma mucho más ambigua en la constitución de China según el cual “Las organizaciones y asuntos religiosos deben mantenerse libres de todo control extranjero”.
“La nueva legislación sobre asuntos religiosos ha desencadenado una ofensiva contra los misioneros judíos extranjeros y el dinero extranjero dispuesto para el trabajo de los misioneros en general, ya que la ley también es aplicable a misioneros evangélicos y salafistas extranjeros”, explicó Jordan Paper, profesor emérito de la Universidad de York en Canadá.
Silenciar a los judíos de Kaifeng
El objetivo principal de estas regulaciones es controlar a la comunidad de Kaifeng: formar una especie de muralla a su alrededor para impedir que grupos internacionales tengan contacto con dicha comunidad. Muchos de esos grupos temen no poder reunirse de nuevo con miembros de la comunidad judía de Kaifeng en China.
Los judíos de Kaifeng viven ahora en una atmósfera de miedo y paranoia.
“Xi ha dicho que la religión es un tema importante y cuando habla sobre algo hay consecuencias”, le explicó un empresario anónimo de Kaifeng a un reportero del periódico The New York Times. “No nos entienden y les preocupa que puedan estar utilizándonos”, agregó.
“Toda la política es muy estricta ahora”, le explicó Guo Yan, curador del museo local de Kaifeng, al The New York Times. “China no tolera las actividades extranjeras ni la injerencia”.
La “Nueva Era” de la China de Xi Jinping comprende un extenso trabajo de vigilancia que incluye un software de reconocimiento facial de última generación, métodos de seguimiento, mayor presencia policial y un sistema unificado de calificación de crédito social que se han combinado para silenciar a los judíos de Kaifeng.
Informan que se autocensuran en llamadas telefónicas y mensajes de texto, porque temen que haya funcionarios del PCCh escuchándolos. Muchos se muestran reacios a hablar con los periodistas o a hablar públicamente en contra del estado de vigilancia en el que viven. Otros explican que han sido detenidos e interrogados por agentes de policía. Estas presiones han fomentado la fragmentación de la ya frágil comunidad: algunos se han opuesto a los esfuerzos de los grupos internacionales, mientras que otros los apoyan a pesar de la represión. Más de una docena han optado por no participar y emigraron a Israel con ayuda de Shavei Israel.
“Estamos trabajando para intentar que el Gobierno chino reconozca el estatus único de los descendientes judíos de Kaifeng y les permita practicar el judaísmo como lo deseen. Sin embargo, los esfuerzos parecen inútiles, prácticamente no avanzamos”, indicó Laytner.
“También estamos considerando que algunos judíos de Kaifeng hagan un curso intensivo de judaísmo en el extranjero y luego regresen a Kaifeng como maestros informales. Por último, tratamos de que turistas extranjeros visiten Kaifeng y se reúnan con personas allí para mantener vínculos, mantener el ánimo y apoyar su trabajo”.
Jordan Paper explicó que “a los judíos chinos se les trata como a cualquier otro ciudadano chino” y, en cierto modo, así es. El tipo de miedo y paranoia que experimenta su pequeña comunidad refleja el de los musulmanes y cristianos de todo el país. Al ser considerados como ciudadanos que se han desviado de la identidad exigida por el PCCh, son continuamente atacados y presionados para que guarden silencio y cumplan con lo establecido.
Su experiencia compartida como pueblos marginados muestra que el PCCh ha extendido su control en todas las regiones del país, marginando a millones de ciudadanos, justificando la represión en nombre de la unidad china han.
De este modo, el PCCh está borrando la historia única y milenaria de la comunidad judía de Kaifeng y aniquilando cualquier intento por recuperarla de las cenizas.