Las autoridades detuvieron y siguen persiguiendo a un obispo católico que viajó al extranjero por motivos religiosos.
En 2012, el obispo Tong Changping viajó a la Ciudad del Vaticano con la esperanza de reunirse con el papa Benedicto XVI. El obispo Tong dejó el teléfono móvil que le habían entregado las autoridades del PCCh y lo sustituyó por uno nuevo que no pudieron vigilar. En los formularios de solicitud del visado, decía que se marchaba de vacaciones.
Cuando volvió de su viaje y regresó al Obispado de su Iglesia, una persona de la Oficina de Asuntos Religiosos se le acercó para concertar una cita para una reunión. Él aceptó pero tan pronto como abandonó su lugar de trabajo, le secuestraron y le llevaron a un lugar secreto. Tuvo la cabeza tapada todo el tiempo, pero según las suposiciones del obispo Tong, el lugar estaba cerca de un aeropuerto de la zona occidental de la periferia de la capital de Shaanxi, Xi’an.
El obispo Tong pertenece al obispado católico de la provincia de Shaanxi. Está ubicado en la zona de Liangtian Jiedao de la ciudad de Weinan. Es un centro bastante antiguo con casi cien años de historia a sus espaldas. La catedral que está detrás del centro tiene capacidad para 200 creyentes y es un lugar famoso de reunión en las festividades religiosas.
Las autoridades sospechaban que había viajado para ser consagrado por lo que, en una serie de interrogatorios, se lo preguntaron una y otra vez. Los funcionarios formaron dos equipos y se presentaban unas veces como agentes de la seguridad pública y otras como personal contratado por organizaciones de delincuentes. Le preguntaron por qué se había consagrado en Roma en lugar de hacerlo en la Asociación Católica Patriótica China, y si había recibido alguna ayuda económica. Los interrogadores también le amenazaron con matarle.
Los funcionarios de la Oficina de Asuntos Religiosos le retuvieron en el lugar secreto durante cinco días. Cuando los colegas del obispo Tong llamaban a su teléfono móvil, las autoridades no le permitían responder. Al tercer día, le permitieron coger la llamada, pero solo podía decir que se estaba sano y salvo. Dos días después, las autoridades decidieron que no le iban a sacar ninguna información útil y le dejaron marcharse. Tuvo la cabeza totalmente cubierta incluso entonces, y le echaron del coche en el cruce de la autopista del oeste en la ciudad de Weinan. Le dijeron que volviera a su casa caminando.
Después de esta experiencia, el obispo Tong quedó traumatizado. Un día acudió al Obispado un empleado de la compañía telefónica para arreglar la deficiente señal de internet del lugar. Sin embargo, cuando estaba realizando su trabajo, descubrió una cámara de vigilancia del tamaño de una mano. El obispo Tong se dio cuenta de que esa era la manera que tenían las autoridades del PCCh de saber todo lo que pasaba y le pidió que la retirase. A los pocos minutos, recibió una llamada de la Oficina de Asuntos Religiosos y les ordenaron que volvieran a colocar la cámara en su sitio.
Aunque el personal del obispado protestó por este tipo de vigilancia de 24 horas al día, siete días a la semana, les dijeron que mantuvieran la boca cerrada y que se guardaran su indignación para sí mismos.
De hecho, las autoridades del PCCh han aumentado aún más la vigilancia sobre el centro. A los sacerdotes no se les permite comunicarse con instituciones extranjeras y las actividades religiosas están restringidas al centro. Por ejemplo, no se les permite tirar cohetes durante las fiestas ni transmitir sermones.
Por otro lado, la Oficina de Asuntos Religiosos de Weinan y la Oficina de Seguridad Nacional siguen llamado de vez en cuando al obispo Tong para interrogarle.
Informado por Yao Zhangjin