La galardonada periodista estadounidense Barbara Demick relata la historia de Ngaba, situada en la provincia de Sichuan, la cual se convirtió en la capital mundial de las autoinmolaciones budistas.
por Massimo Introvigne
Lo peor que le ha pasado a la propaganda norcoreana fue el libro de Barbara Demick publicado en el año 2009 y titulado Nada que envidiar (Nothing to Envy, Nueva York: Random House). La periodista estadounidense utilizó el método que había aplicado por primera vez en el año 1996 para retratar a Bosnia en Calle Logavina (Logavina Street, Kansas City: Andrews McMeel), y ofreció una sincera imagen de la vida en Corea del Norte, siguiendo la vida cotidiana de varios habitantes de Chŏngjin, la tercera ciudad más grande del país. Fue uno de los libros memorables de ese año, ya que Demick relató historias de horror cotidiano y describió a una población hambrienta, continuamente acosada por una loca propaganda que intentaba persuadirlos de que Corea del Norte es el país más feliz del mundo, y castigada con pesadas penas de cárcel e incluso la muerte por cada intento de vivir lo que en otro lugar se llamaría una vida normal. Nada que envidiar ganó el premio Samuel Johnson (actualmente el premio Baillie Gifford), el cual se otorga anualmente en el Reino Unido al mejor libro de no ficción escrito en inglés.
Luego de haber vivido en Corea del Sur durante seis años, Demick se mudó a China en el año 2007. La misma se interesó por el Tíbet y lo visitó, a pesar de que para los reporteros extranjeros que realizan un extenso trabajo de campo en la Región Autónoma del Tíbet (RAT), poder llegar hasta allí y desplazarse por dicha zona está sujeto a restricciones y es extremadamente difícil. No obstante, la RAT incluye aproximadamente la mitad del Tíbet histórico. La otra mitad se encuentra dividida en las provincias chinas de Sichuan, Qinghai, Gansu y Yunnan. La mayoría de los tibetanos actualmente viven allí, y la parte de la meseta tibetana que se encuentra situada fuera de la RAT es el lugar de nacimiento de una gran cantidad de figuras tibetanas importantes, entre las que se incluye el actual dalái lama.
Hasta hace poco tiempo, para los reporteros occidentales era más fácil viajar por las zonas tibetanas situadas fuera de la RAT que hacer lo mismo dentro del Tíbet. Demick decidió analizar Ngaba, llamada por los chinos Ngawa, una ciudad compuesta por 15 000 habitantes y sede del condado de Ngaba (Ngawa) (阿壩 縣, el cual cuenta con una población de 73 000 habitantes), bajo la autoridad de la Prefectura Autónoma Tibetana y Qiang de Ngawa (阿壩 藏族 羌族 自治州, la cual cuenta con una población de un millón de habitantes), en Sichuan.
Ngaba era la capital del antiguo reino semiindependiente de Mei, reivindicado tanto por el Tíbet como por China, pero, de hecho, gobernado de forma autónoma por una dinastía local. La princesa Gonpo, uno de los personajes principales del libro de Demick, es la hija del último rey. La misma nació en el palacio real de Ngaba en el año 1950 y fue testigo del fin del reino de Mei luego de la llegada del Ejército Popular de Liberación. El rey fue obligado a abdicar en el año 1958, y tanto él como su esposa “desaparecieron” durante la Revolución Cultural, a pesar de su postura inicialmente conciliadora hacia el Partido Comunista Chino (PCCh). Probablemente, la reina fue asesinada y el rey se suicidó. En ese momento, Gonpo se encontraba cursando sus estudios en una escuela de élite del PCCh emplazada en Pekín, preparándose para convertirse en una leal colaboradora. Debido a sus orígenes de clase, fue acosada durante la Revolución Cultural y enviada a trabajar a una granja emplazada en Sinkiang. Más tarde fue rehabilitada y se le permitió viajar a la India en el año 1989. Nunca regresó, ya que prefirió quedarse a vivir con la comunidad tibetana en Dharamshala.
Gonpo conocía a todo el mundo en Ngaba, incluidos los lamas del famoso monasterio de Kirti. Demick relata la historia de otros tibetanos que vivían en la ciudad durante los desastres acecidos en el año 1958, cuando el PCCh intentó imponer «reformas democráticas» que destruyeron la economía local a través de la colectivización y la antigua cultura budista a través de la propaganda atea y el acoso de los monjes, seguido de los horrores de la Revolución Cultural, la cual los personajes de Demick recuerdan con detalles gráficos.
Mientras Demick comenzaba su proyecto, Ngaba se hizo famosa por otro acontecimiento. El 27 de febrero de 2009, un joven monje procedente de Kirti, llamado Lobsang Tashi y apodado Tapey, se prendió fuego para protestar contra la represión llevada a cabo por el Gobierno chino contra las manifestaciones a favor de los derechos humanos del año 2008 a lo largo de la meseta tibetana. Tapey quiso imitar a los famosos monjes de la historia budista que se autoinmolaron prendiéndose fuego al protestar por diversas causas, pero no sabía muy bien cómo hacerlo. Fue salvado de la muerte por la policía y luego apareció —drogado, según Demick— en videos propagandísticos del PCCh, donde «confesó» que había sido «manipulado» por otros monjes de Kirti para hacer lo que hizo.
No obstante, Tapey fue el primero de una larga serie de autoinmoladores. Cuando Demick terminó de escribir su libro, eran 156 los tibetanos que se habían autoinmolado (actualmente son 165). Aproximadamente un tercio de los mismos provenían de Ngaba y sus alrededores, y la ciudad se hizo conocida como «la capital mundial de la autoinmolación». Los inmoladores, muchos de ellos monjes, también se volvieron más hábiles para no sobrevivir, ingiriendo gasolina para quemarse también por dentro.
El libro de Demick no sustituye a la literatura académica sobre la autoinmolación tibetana. Sus aspectos religiosos, culturales y políticos son tratados (en inglés) en un número especial de la revista académica Revue d’Études Tibétaines que incluye las actas de una conferencia celebrada en el Collège de France de París en el año 2012. La revista merece elogios por ofrecer la descarga gratuita de este importante número a través del proyecto “Digital Himalaya”. Los lectores descubrirán que, como era de esperar, hay varios temas sumamente debatidos sobre la autoinmolación, entre los que se incluye la actitud del dalái lama, el cual ha tratado de expresar respeto por la valentía de las víctimas sin alentar la práctica, y la posición teológica del budismo sobre estos incidentes, los cuales tienen una larga tradición entre las diferentes escuelas budistas (muchos recuerdan a los monjes vietnamitas que se prendieron fuego en la década de 1960 para protestar contra el presidente Ngô Đình Diệm [1901-1963]).
Demick menciona estos debates superficialmente, pero está más interesada en relatar las historias personales de algunos de los que se autoinmolaron y de sus amigos. ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué especialmente en Ngaba? ¿Lograron algo? La reportera cree que la autoinmolación proviene tanto de la esperanza religiosa de que un acto no violento (lastimando solo a la víctima y a nadie más) puede cambiar el mundo, como de un sentimiento de desesperación basado en la sensación de que todas las demás vías de protesta actualmente se encuentran cerradas.
Ngaba se convirtió en el centro de estas protestas porque fue la primera zona poblada por tibetanos que experimentó las masivas vejaciones llevadas a cabo por el ejército comunista chino desde sus primeras incursiones en la zona en la década de 1930, cuando los hambrientos soldados maoístas hervían y se comían las pieles de los tambores sagrados del monasterio y las estatuillas votivas budistas tras descubrir que estaban hechas de harina de cebada y mantequilla (de ahí el título del libro, Eat the Buddha [Cómete a Buda]). Los mismos también destruyeron preciosos manuscritos y asesinaron a monjes mucho antes de la campaña de 1958 y la Revolución Cultural. En el año 1958, algunas personas creían que la lucha armada era una opción. Sus hijos y nietos no pensaban lo mismo, y décadas de sufrimiento y crueldad generaron las autoinmolaciones.
¿Los autoinmoladores lograron algo? Hicieron que fuera más difícil para los extranjeros, incluidos los reporteros, visitar Ngaba, donde Demick informa la presencia de 50 000 miembros del personal de seguridad chino vigilando una población de 15 000 habitantes en la ciudad y 73 000 en el condado. Demick cree que la vergüenza internacional causada por las autoinmolaciones logró algunos buenos resultados. La inmigración de chinos de etnia han al condado de Ngaba se ralentizó y se cancelaron los planes de llevar a cabo un desvío de agua que habría secado el río Ngaku y provocado lo que los lugareños describen como una catástrofe ecológica.
Por otro lado, nada detiene la represión de la identidad y la cultura tibetana. En marzo de 2020, la escuela primaria nro. 3 de Ngaba cambió su idioma de instrucción del tibetano al chino. Y en el año 2019, a los estudiantes de todas las escuelas se les exigió participar en una competencia musical en la que se esperaba que «expresaran su infinito amor por el PCCh».
En definitiva, el condado de Ngaba no es mejor que Corea del Norte. «El nivel de miedo existente entre los tibetanos es comparable al que he visto en Corea del Norte», concluye Demick.