por Li Zaili
Desde principios de 2018, las autoridades chinas han estado implementando el llamado programa de «estancia en el hogar» en la provincia de Sinkiang: más de un millón de cuadros del Partido Comunista, funcionarios de instituciones estatales y empleados de organizaciones gubernamentales son enviados a vivir con familias musulmanas de la minoría uigur, para adoctrinarlos y buscar señales de extremismo religioso. Bitter Winter ha hablado con personas que son obligadas a compartir su hogar con huéspedes no invitados y con algunos funcionarios visitantes.
Este programa alarmante y generalizado, supuestamente iniciado “para mantener la estabilidad social y lograr una seguridad duradera”, es una expansión de las campañas represivas anteriores del Partido Comunista Chino (PCCh) en Sinkiang, tales como la iniciativa “Convertirse en familia” puesta en marcha en el año 2016. Entonces, más de 100 000 funcionarios realizaban visitas bimensuales a familias musulmanas túrcicas emplazadas en el distrito sur de Sinkiang. Después de dos años, la cantidad de funcionarios enviados a vivir con familias ha crecido diez veces.
Enviado a campamento de reeducación por ayunar durante el Ramadán
Remaiti, un joven musulmán de la ciudad de Hami, confesó que se sentía muy asustado: si hacía o decía algo que un funcionario que vivía con su familia pudiera interpretar como «incorrecto», podría ser enviado a un campamento de reeducación. «Las autoridades nos asignaron cuatro oficiales a mí y a mi esposa: una persona diferente viene a quedarse con nosotros cada semana, así que tenemos un extraño en nuestra casa todos los días. Cuando uno se va, llega el siguiente”, Remaiti explica el sistema del programa “estancia en el hogar».
«Es Ramadán ahora, así que los funcionarios se están asegurando de que no ayunemos: nos hacen comer tres comidas al día. Si no comemos, los funcionarios lo interpretan como un ‘problema con nuestra ideología’. El gobierno del PCCh está haciendo esto para atraer a los uigures, asimilarnos, y prohibir nuestra fe. ¡Si no como, me llevarán al campamento! No me atrevo a decir lo que pienso porque no sé lo que consideran que está mal».
Según Remaiti, cerca de setenta personas en su municipio ya han sido enviadas a un campamento de reeducación situado en la ciudad de Xigebi. «Algunas personas simplemente desaparecen sin que nadie lo sepa. Conozco a una joven madre con un hijo de dos meses que envió un mensaje de texto con información que fue considerada como mala a su madre usando un teléfono móvil, y fue enviada al campamento. No quiero meterme en ningún problema, así que decidí cancelar mi cuenta de teléfono móvil», afirma Remaiti. «Mis amigos y yo tenemos que ir al comité vecinal dos veces al día: una hora por la mañana y otra por la noche para escuchar que nos digan que no ayunemos durante el Ramadán».
No es fácil para los «invitados», tampoco
No solo los cuadros del Partido y los funcionarios de las instituciones estatales están obligados a quedarse con las familias musulmanas: los maestros de escuela también se encuentran entre los que tienen que invadir la privacidad de los hogares de extraños. Dos profesores, Li Jing de Shihezi y Wang Fang de Kuitun, describen su experiencia de participación en el programa «estancia en el hogar».
Li Jing: «Los funcionarios del Partido envían a los maestros de nuestra escuela a vivir con familias musulmanas, ordenándoles prestar especial atención a los niños. Se nos dijo que informemos de inmediato cualquier actividad sospechosa, por ejemplo, tres o más personas preparando alguna auténtica comida musulmana. Podrían ser arrestados por esto. El Gobierno ha intensificado la supervisión de las personas que son enviadas a vivir con familias. Durante una reunión llevada a cabo ayer, se nos informó que dos jefes de sección salieron de sus casas asignadas a las tres de la mañana, lo que se suponía que no debían hacer, y fueron suspendidos de sus puestos».
Wang Fang: «Desde la presentación del programa ‘estancia en el hogar’ luego del XIX Congreso Nacional del Partido, nos pidieron que trabajáramos en la escuela durante el día y nos quedáramos en las casas de las familias asignadas por la noche, para pasar la noche allí. Nos hospedamos en una residencia durante diez días seguidos y luego nos mudamos a una casa diferente. Las autoridades quieren asegurarse de que siempre haya ‘huéspedes’ en cada hogar, en todo momento. Se nos dice que hablemos con los residentes por la noche y les advirtamos que no expresen ninguna insatisfacción o queja sobre el PCCh. Tenemos que enfatizar que no pueden tener ninguna creencia religiosa, o ‘habrá que pagar con el infierno’ si son atrapados. Nuestros supervisores llamarán a los hogares todas las noches para verificar si todos están en casa. Estamos obligados a contestar el teléfono en persona. Si no cumplimos, nos despedirán sin goce de sueldo».
En casa, una noche en seis meses
El comité comunitario local ordenó a Muqin, un musulmán de Shihezi, «hospedar» a funcionarios al menos cinco días al mes. El decano y los maestros de la escuela de sus dos hijas (de 11 y 8 años), como Li Jing y Wang Fan, fueron enviados a vivir con familias musulmanas. Antes de dirigirse a una misión, las autoridades locales les exigían a los maestros que leyeran en voz alta la declaración: «Solo creo en el PCCh y sigo firmemente al Partido. Definitivamente no seré una persona traicionera, y no creeré en ninguna religión”. El decano tiene cinco familias asignadas a él, a quienes visita por turnos; pudo quedarse en su propia casa solo un día en seis meses.
Los seis hermanos de Muqin que tenían trabajos en otros lugares, se vieron obligados a regresar a sus hogares, alquilar casas, y convivir con los funcionarios asignados. La familia de una de sus hermanas ha padecido graves problemas financieros debido a la reubicación forzosa en su hogar. El cuñado de Muqin recibió instrucciones de regresar a su hogar y dirigirse a un campamento de reeducación para completar la cuota necesaria, la cual no estaba llena. Se le prometió que lo liberarían una vez que se cumpliera la cuota, pero fue engañado; no se le permitió regresar y la familia que tiene un hijo de seis años perdió su único ingreso. La hermana de Muqin visitó una unidad de reclutamiento para solicitar un trabajo, pero su solicitud fue denegada tan pronto como se supo que su esposo había sido enviado a un campamento de reeducación.
Las personas entrevistadas pidieron permanecer en el anonimato, por lo que se utilizaron seudónimos.