En una carta enviada a Bitter Winter, un kazajo étnico de Sinkiang habla sobre persecución, humillación y tortura.
«Asan»
[Nota del editor]: Esta es una carta que recibió Bitter Winter de un hombre de etnia kazaja que afirma haber sido recientemente liberado de una prisión emplazada en Sinkiang. Publicamos una traducción literal del texto original. A fin de proteger al autor de la misma, sustituimos su verdadero nombre por un seudónimo, y el contenido del texto ha sido ligeramente abreviado y editado. Los detalles son similares a otros relatos sobre los campamentos de transformación por medio de educación que hemos recopilado y consideramos que la carta es, en términos generales, creíble. A partir de nuestras investigaciones, estamos satisfechos de corroborar que los canales a través de los cuales la carta nos fue enviada son operados por auténticos kazajos étnicos.
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Mi nombre es Asan. Recientemente fui liberado de una prisión, en ocasiones llamada «campamento», pero por el momento todavía permanezco en Sinkiang. De acuerdo con su práctica [la del Partido Comunista Chino (PCCh)] habitual, es muy probable que me vuelvan a enviar a prisión. Por lo tanto, me gustaría contarles a todos sobre mi experiencia en prisión. Puede que me arresten, pero quiero que la comunidad internacional sepa lo que presencié. Todos estos relatos son verdaderos. Si tengo la oportunidad de seguir con vida, estoy dispuesto a dar testimonio de la veracidad de mis palabras.
Encarcelado por una infracción de tránsito
Fui llevado a la brigada de la policía de tránsito porque violé normas de tránsito. Luego de llegar a la misma, me dijeron que tenían un registro de otras violaciones y que era necesario efectuar una investigación. Posteriormente, me sacaron de allí. Me ataron a un taburete de hierro y siguieron interrogándome: «Descubrimos tu historial criminal. Estás escondiendo cosas y debes confesar. Si confiesas, serás tratado con indulgencia. Si te resistes, serás tratado con severidad”. Luego de decirles que, de hecho, nunca había quebrantado ninguna ley, me dejaron inconsciente luego de golpearme con un bastón eléctrico.
Cuando me desperté, descubrí que mi cabeza estaba cubierta con una capucha negra y que había otras personas como yo sentadas en un vehículo. Nos llevaron a una cárcel. Nuestras manos y pies estaban encadenados. Mis manos estaban esposadas detrás de mi espalda. Cada uno de nosotros tenía un oficial de policía asignado. Los mismos nos entregaron a los guardias de la prisión.
Entorno vital hostil
Dentro [de la prisión], tuvimos que desnudarnos para someternos a una inspección. Los guardias de la prisión me entregaron un uniforme de prisión para que me lo pusiera. Posteriormente, me enviaron a una celda de prisión en la que había 56 personas. Se entiende que todas las personas allí, incluyéndome a mí, eran prisioneros que habían cometido delitos menores. En el centro de la celda había dos filas de pequeños bancos de madera. Todos se sentaban en los bancos de madera durante el día. Por la noche, los físicamente fuertes dormían en los bancos, mientras que los débiles o enfermos, dormían en el suelo.
En cada habitación había dos cubos. Uno era utilizado para orinar, y el otro para defecar. Cuando hacíamos nuestras necesidades por la mañana, los más fuertes y sanos se apresuraban para ser los primeros, mientras que los débiles eran los últimos en hacerlo. A menudo, cuando las últimas personas hacían sus necesidades, los excrementos de otros se caían encima de sus cuerpos debido a que los pequeños cubos se habían llenado. Como consecuencia de ello, algunas personas desarrollaban infecciones.
Dentro de la prisión, nuestras comidas consistían en bollos al vapor y agua fría del grifo.
También había intelectuales detenidos
No podíamos comunicarnos normalmente y teníamos que hablar entre nosotros en voz baja. A través de conversaciones en las que casi murmurábamos, descubrí que dentro de la prisión había personas de todas las clases sociales, tales como profesores, traductores, presentadores de televisión, empresarios, empleados gubernamentales, historiadores, cristianos locales, chamanes, ateos y miembros del PCCh. La única razón por la que estaban detenidos allí era por su identidad, al ser miembros de minorías étnicas.
Durante mi período de encarcelamiento, los guardias de la prisión no nos dejaban salir, pero a través de una pequeña ventana en la puerta de la celda pude ver un cartel colgado en la pared opuesta. El póster mostraba una foto de un anciano de setenta u ochenta años y un joven de veinte o treinta años, ambos sonrientes mientras sostenían pequeñas banderas rojas en sus manos. En la parte inferior del póster estaban escritas las palabras «Excelentes estudiantes» y «élite del centro de estudios». Los guardias de la prisión nos enseñaban a cantar canciones comunistas y canciones en alabanza a Xi Jinping. Nos decían: «Si aprenden a recitarlas bien, podrán salir de la cárcel».
Horrores de la tortura: «Suspendidos como si fuéramos carne fresca»
El sistema penitenciario es horrible. Los prisioneros de etnia han que ingresan (por abuso de drogas, soborno u otros delitos), a menudo se pelean con los prisioneros kazajos. Un prisionero de etnia han dijo: «Todo esto sucede porque son desobedientes, lo que también nos perjudica a nosotros. Por su culpa, también nos han encarcelado”. En la mayoría de los casos, los guardias de la prisión no interfieren cuando los prisioneros de etnia han nos golpean a los prisioneros kazajos. Si un prisionero kazajo golpea a un prisionero de etnia han, los guardias de la prisión golpearán al prisionero kazajo hasta dejarlo inconsciente.
En la prisión también hay una cámara de tortura. Dentro de la habitación, hay una fila de ganchos de hierro especialmente utilizados para colgar carne en los mataderos. Los guardias nos hacían parar en pequeños taburetes estando esposados. Colocaban ganchos de hierro entre las esposas y luego retiraban los taburetes, dejándonos suspendidos como si fuéramos carne fresca. Utilizaban palos de madera para azotar nuestra fila de «carne fresca», como si estuvieran golpeando una manta colgada. En una ocasión, me azotaron tanto que me desmayé. Cuando desperté, descubrí que me habían llevado de vuelta a mi celda.
Dentro de la prisión, nuestras condiciones eran las «mejores», ya que los «delitos» que habíamos cometido eran «delitos menores». Los imanes y las personas religiosas permanecían encarceladas en el piso que se hallaba debajo de nosotros. No había mucha gente allí, con aproximadamente 20 a 30 personas en cada celda. En ese piso, había una cámara de tortura para imanes. En el centro de la cámara había un pequeño taburete en el que sentaban al imán, con cuatro prisioneros chinos de etnia han sentados en las cuatro esquinas. El imán debía colocar sus manos sobre las rodillas y levantar la cabeza mirando hacia el techo. Debía sentarse erguido. Los cuatro prisioneros observaban y vigilaban al imán. Si el cuello del imán se cansaba, si su cuerpo se inclinaba un poco, o si sus labios se movían ligeramente (de tal manera que se creyera que estaba salmodiando las Sagradas Escrituras en voz baja para sí mismo), los prisioneros de etnia han lo reprendían. Si alguno de los prisioneros de etnia han se desempeñaba bien, su sentencia podría ser reducida, razón por la cual los mismos eran sumamente proactivos en lo que respecta a atormentar a personas religiosas.
«Sala de apareamiento para carneros y ovejas»
En la prisión hay una habitación a la que los guardias de la prisión se refieren como la «sala de apareamiento para carneros y ovejas». Una vez cada seis meses, las esposas de los prisioneros (que no han sido arrestadas) iban a esa sala para «unirse» con sus esposos. No obstante, en dicha habitación había cámaras de vigilancia instaladas. Los guardias de la prisión los observaban desde la sala de vigilancia y se mofaban de ellos cuando salían. Durante el tiempo que pasé allí, varias mujeres kazajas se «unieron» con sus esposos de esta manera insultante.
Golpeado hasta la muerte
Un hombre kazajo de 65 años fue golpeado hasta la muerte. Menos de 30 minutos después de su muerte, en un informe post mortem quedó registrado que su «muerte se debió a hipertensión arterial». Esto ilustra cómo estas situaciones son parte de las operaciones de rutina. Posteriormente, el cuerpo del difunto fue devuelto a su familia. El mismo estaba lleno de moretones debido a la golpiza a la que había sido sometido y su esternón estaba hundido hacia adentro. Al ver su cuerpo, la familia se lo llevó sin decir palabra, temiendo ser encarcelados si formulaban algún tipo de acusación contra ellos [los guardias de la prisión].
Los que son liberados viven aterrorizados
Luego de ser liberado, mis conocidos huían asustados en cuanto me veían. Les preocupaba ser detenidos por hablar conmigo. Todos están asustados. Nadie sabe cuándo será arrestado o por qué razón, pero todos saben que tarde o temprano serán encarcelados.
Más de diez mil personas que, al igual que yo, han cometido «delitos menores», han sido puestas en libertad en la región donde me encuentro. Según el Gobierno chino, fuimos «excelentes estudiantes en el centro de estudios», que adquirimos «fluidez en el idioma nacional [chino]». Pero no nos permiten abandonar nuestra comunidad. Se informó que una organización internacional vendría a efectuar una investigación. Quizás sea esta la razón por la cual las autoridades nos han liberado. Luego de que la organización internacional complete su investigación, se rumorea que se construirán prisiones subterráneas bajo las cárceles actuales, y que estas diez mil o más personas serán nuevamente encarceladas en las prisiones subterráneas. La construcción de algunas prisiones subterráneas ya ha sido puesta en marcha. Algunos conocidos que han sido liberados de prisión ya han comenzado a enloquecer de temor.
Tal vez me asesinen por difundir esta información, pero de todos modos es una cuestión de muerte. Espero poder transmitir esta información a la comunidad internacional. Estoy dispuesto a testificar al respecto.
La prisión donde me mantuvieron encarcelado no era en absoluto un centro de estudios, sino un campo de concentración totalitario para minorías étnicas locales. Espero que organizaciones internacionales vengan pronto a investigar. Si los campos de concentración totalitarios no son clausurados pronto, los grupos étnicos uigur y kazajo se enfrentarán al genocidio.
«Asan» es el seudónimo que le asignamos, para proteger su seguridad, a un kazajo étnico cuya carta nos fue enviada a través de un canal operado por kazajos étnicos cuya identidad confirmamos para nuestra satisfacción.