Varios residentes de Sinkiang se dispusieron a ver el mundo o a conseguir buenos empleos por toda China. Pero fueron obligados a regresar a sus hogares para ser detenidos y «transformados».
Según informes, las autoridades del Partido Comunista Chino (PCCh) están exigiendo que las personas nacidas en Sinkiang y que trabajan en otras provincias regresen a sus lugares de origen. Una vez en sus hogares, estos ciudadanos, en su mayoría musulmanes, son detenidos y sometidos a un programa de reeducación. Estos detenidos que regresan se suman a la cifra estimada de un millón de musulmanes uigures que ya se encuentran encarcelados en la provincia occidental de Sinkiang.
Bitter Winter informó anteriormente que, en el año 2017, las autoridades de Sinkiang establecieron una política que exige que todos los musulmanes que creen en el islam, o aquellos que han viajado al extranjero, sean investigados por las autoridades. Además, los musulmanes que se hallaban haciendo negocios lejos de sus hogares fueron obligados a regresar. Los que obedecieron la orden fueron encerrados en los denominados campamentos de transformación por medio de educación.
Actualmente, parece que esta política de retorno obligatorio está siendo implementada de manera más amplia. Una fuente le dijo a Bitter Winter que muchas personas de Sinkiang que trabajan en la provincia de Shanxi han sido convocadas recientemente por la policía para que regresen a su lugar de origen. A su regreso, son confinados en campamentos de transformación por medio de educación. Entre los detenidos se incluyen uigures y miembros de otros grupos étnicos minoritarios.
El caso de Jiang Min (seudónimo) es típico. Nacida en Sinkiang, se encontraba trabajando en una ciudad de la provincia norteña de Shanxi. Según nuestra fuente, a principios del año 2018, la policía de Sinkiang le ordenó a Jiang Min volver lo antes posible al lugar de residencia en el que estaba registrada. Si se negaba a hacerlo, sería arrestada y llevada por la fuerza. Sin otra alternativa, Jiang Min abandonó su negocio y se apresuró a regresar a Sinkiang. A su llegada, fue detenida y enviada a un campamento de reeducación.
Dentro del campamento, el teléfono móvil de Jiang Min fue confiscado. Las autoridades la sometieron a una «reforma» ideológica, obligándola a estudiar mandarín a diario y a aprender varias leyes y regulaciones. Finalmente, su familia logró que la liberaran bajo fianza luego de permanecer detenida durante aproximadamente seis meses. A pesar de que está libre, la policía de Sinkiang aún la mantiene bajo estricta vigilancia y debe llamarlos todas las semanas para informarles su situación.
Otras personas en Shanxi enfrentan situaciones similares. Cinco o seis empleados originarios de Sinkiang trabajaban en la misma tienda. Cada uno fue convocado individualmente a Sinkiang para ser sometido a «transformación por medio de educación». Nuestra fuente afirmó que uno de ellos se negó a regresar. Como consecuencia de tal negativa, fue arrestado por la policía en Shanxi, llevado de regreso a Sinkiang, y hasta el día de hoy permanece detenido.
Más de 200 personas procedentes de Sinkiang se encontraban trabajando en esta ciudad en Shanxi. Quedan muy pocos. Casi todos han sido obligados a regresar a Sinkiang.
Un residente local anónimo de etnia han defendió a los trabajadores. Afirmó que estas personas se ganan la vida de manera honesta. Poseen valiosas habilidades y respetables trabajos. No tienen necesidad de recibir ningún tipo de «reeducación».
Continúan los informes procedentes de otras provincias en los que se afirma que trabajadores musulmanes siguen siendo obligados a regresar a Sinkiang. Varias personas en el distrito de Tongzhou, en Pekín, que se dedicaban a hornear y a vender pan naan para ganarse la vida fueron detenidas por la policía local. Los mismos han sido obligados a volver a Sinkiang y detenidos en campamentos de transformación por medio de educación.
La vida es difícil para los uigures y otros musulmanes que deciden establecerse fuera de Sinkiang, al igual que para aquellos que deciden quedarse en sus hogares. En algunas ocasiones, miembros del personal del departamento de seguridad, incluso les prohíben a los propietarios alquilarles sus apartamentos a personas procedentes de Sinkiang. Un musulmán que aún no ha sido obligado a regresar le dijo angustiado al reportero: «No causamos problemas. Solo queremos vivir una vida pacífica».
Información de Li Zaili