La decisión de imponer cremaciones en la provincia de Jiangxi provocó protestas, las cuales fueron rápidamente aplastadas por el Estado. Algunos ancianos decidieron suicidarse para ser enterrados antes de la aplicación de la reforma.
por Wang Yong
En China, el entierro de los difuntos forma parte de una antigua tradición, donde las tumbas son consideradas residencias terrenales para las almas de los fallecidos que parten para vivir en otro mundo. La cremación es poco común, por lo que la inhumación de los muertos es de suma importancia para los chinos, tal y como ilustra un proverbio popular que dice: «Las hojas que caen vuelven a sus raíces».
Sin embargo, en agosto del año pasado, la provincia suroriental de Jiangxi lanzó una «reforma funeraria«, destinada a reemplazar los entierros por cremaciones, supuestamente, para reducir el uso de tierra para cementerios y el gasto en funerales.
Para hacer cumplir la reforma, funcionarios locales de algunas zonas rurales desmantelaron tumbas y confiscaron miles de ataúdes que la gente guardaba en sus hogares para sus funerales –siendo el mismo un ritual habitual en preparación para la propia muerte, especialmente popular entre los chinos de edad avanzada–. En el proceso, algunos cuerpos que estaban enterrados fueron exhumados e incinerados. A pesar de la protesta pública generalizada, la campaña para implementar la reforma funeraria continúa vigente en toda la provincia.
A causa de la desesperación, varios ancianos se suicidan
Desde el mes de marzo, los gobiernos a nivel de condado bajo la jurisdicción de la ciudad de Jiujiang, en el norte de Jiangxi, comenzaron a elaborar planes para la implementación de la reforma funeraria, exigiendo cremar a todos los fallecidos a partir del 1 de mayo. Algunos gobiernos se han fijado la meta de alcanzar una tasa de cremación del 100 por ciento para fines del 2019.
Debido a la importancia de la antigua tradición funeraria para el pueblo y a la falta de campañas de información pública para explicar por qué y cómo se implementaría la reforma, muchos residentes de Jiujiang tuvieron dificultades para aceptar la cremación. Esto fue especialmente difícil para los ancianos que conviven con el temor constante de no gozar de una vida en el más allá. Varios que se acercaban al final de sus vidas y no querían ser incinerados decidieron suicidarse antes del 1 de mayo, con la desesperada esperanza de ser enterrados.
El 18 de marzo, una aldeana de 86 años, procedente del condado de Hukou, bajo la jurisdicción de la ciudad de Jiujiang, se enteró de que al día siguiente acudirían funcionarios a su hogar para confiscar el ataúd que había comprado para su propio funeral. A causa de ello, no pudo conciliar el sueño durante toda la noche, y a las 4 de la mañana se dirigió a la casa de su hijo para decirle que, sin importar lo que sucediera, cuando los funcionarios llegaran a su hogar no debía entregarles su ataúd, y posteriormente se fue.
Al amanecer, el hijo encontró el cuerpo de su madre en un estanque cercano.
Según aldeanos, ser enterrada tras su muerte era sumamente importante para la mujer, al igual que su ataúd. A pesar de que gozaba de buena salud, decidió acabar con su vida prematuramente con la esperanza de ser enterrada y no cremada tras su muerte.
Una tragedia similar ocurrió en el condado de Pengze. Tras enterarse de la reforma funeraria, una mujer local de 83 años bebió en su hogar una botella entera de baijiu (un licor chino extremadamente fuerte que posee un contenido de alcohol del 52%) con el estómago vacío. Su familia encontró a la mujer a tiempo y la llevó al hospital, donde fue resucitada, pero aún así, su bazo quedó dañado de forma irreparable.
La mayoría de los pacientes que se encontraban presentes en la sala del hospital también eran ancianos y todos afirmaron que no podían aceptar la idea de ser cremados, le dijo a Bitter Winter una fuente que estaba en el hospital en ese momento. Varios de ellos habían sido llevados al hospital por intentar suicidarse.
“La historia de una pareja de ancianos era extremadamente triste. La mujer había ingerido pegamento para madera y el hombre había bebido veneno para ratas. Ambos recibieron tratamiento de emergencia en el hospital. También había tres ancianos que habían ingerido veneno en un intento de suicidio”, afirmó la fuente. “En la actualidad, los ancianos se encuentran en una situación trágica. El Gobierno está llevando a la gente a la muerte».
El Gobierno desentierra tumbas
A pesar de los múltiples casos de ancianos que se suicidaron a modo de protesta, las autoridades continúan adelante con la reforma funeraria. Esto ha obligado a algunas personas a enterrar en secreto a sus seres queridos para que descansen en paz, intentando evitar la cremación. Si el Estado descubre casos como estos, envía a agentes de policía a desenterrar las tumbas y a secuestrar los cadáveres, que luego son incinerados por la fuerza. Dicho accionar ha causado un descontento generalizado entre la población.
Hu Guiwen, un anciano procedente del poblado de Quanfeng del condado de Xiushui, administrado por la ciudad de Jiujiang, falleció el 11 de junio, y su familia lo enterró en secreto esa misma noche. El Gobierno se enteró de eso el mismo día y decidió desenterrar sus restos.
Más de 2000 personas se presentaron espontáneamente en el cementerio para proteger la tumba del Sr. Hu. El 13 de junio, después de que los aldeanos se enteraran de que el Gobierno planeaba enviar a más de 400 agentes de policía para reprimirlos, la cantidad de personas que protegían la tumba aumentó a casi 10 000. Muchos llegaron de aldeas vecinas.
Los manifestantes desplegaron una pancarta que decía: «¡Oh, cielos! ¿Cuál es el crimen cometido por los difuntos? ¡Pueblo de Jiangxi, despierten y busquen justicia por los mismos!”, expresando su insatisfacción con respecto al accionar gubernamental.
El alcalde del poblado de Quanfeng amenazó con cremar a todas las personas fallecidas mientras permaneciera en el cargo. «Ni siquiera los niños de tres años se salvarán», les dijo a los manifestantes. Sus palabras enfurecieron a la multitud, y esa misma noche, miles de personas derribaron la puerta del edificio del Gobierno de la ciudad, ingresaron y destrozaron varios documentos que había en la oficina en señal de protesta.
Intentando controlar la situación, los funcionarios locales se presentaron en el lugar para llegar a un acuerdo con los manifestantes. Los mismos se disculparon ante la gente, prometieron permitir la celebración de entierros, no desenterrar más tumbas ni arrestar a más personas.
Al final resultó que solo era otra mentira. Rápidamente enviaron a oficiales de la policía especial en tandas para detener a los manifestantes. Un aldeano le dijo a Bitter Winter que funcionarios de la Agencia de Seguridad Pública vestidos de civil comenzaron a llegar a la zona para efectuar arrestos, a veces de noche. Algunos residentes de la aldea estaban tan asustados que decidieron irse o esconderse en las casas de sus familiares, sin atreverse a regresar hasta que la situación se calmara.
Según fuentes gubernamentales, solo en el mes de julio, 30 aldeanos fueron arrestados luego de que el Gobierno revisara los registros de vigilancia y determinara que eran los principales «alborotadores».
“Estos malvados funcionarios se disculpan ante ti, pero arrestan personas en secreto. El Partido Comunista es una despiadada dictadura”, afirmó un residente indignado.
Al mismo tiempo, los residentes de la aldea de Beidong, bajo la jurisdicción del poblado de Bailing en el condado de Xiushui, protestaron por la reforma funeraria, pero fueron violentamente reprimidos por la policía local.
La policía armada reprimió a los residentes de la aldea de Beidong, bajo la jurisdicción del poblado de Bailing en el condado de Xiushui, que protestaban contra la cremación de los difuntos.