En Sinkiang, una de las áreas más fuertemente restringidas y vigiladas de China, los cristianos son detenidos sin motivo alguno y son severamente castigados.
por Xiang Yi
Bitter Winter entrevistó a dos cristianos que habían visitado recientemente la Región Autónoma Uigur de Sinkiang. Según ellos, las personas pertenecientes a cualquier credo, además de los musulmanes étnicos, son sometidas a una vigilancia invasiva y a una severa persecución, y debido a ello, se están asfixiando bajo el estricto control del régimen totalitario.
Severamente golpeado por compartir el evangelio
“Casi pierdo la vida en Sinkiang. A veces debes arriesgar tu vida para abrirle puertas al evangelio”, afirmó un creyente perteneciente a una iglesia doméstica de Sola Fide emplazada en la provincia oriental de Shandong, tras su visita a Sinkiang a principios de este año.
El mismo llegó a Sinkiang junto a otro fiel durante la primavera para efectuar trabajo misionero. En el mes de junio, ambos fueron arrestados en el norte de la región luego de haber sido denunciados por un residente.
“El Gobierno alienta a las personas a denunciar a los creyentes. Incluso los niños pequeños delatarán a los misioneros que vean evangelizando”, comentó el creyente, mientras hablaba sobre la cultura de espiar y denunciar propia de Sinkiang.
Durante el interrogatorio, funcionarios de la Brigada de Seguridad Nacional presionaron a los dos misioneros para que firmaran una declaración en la que prometían no difundir más el evangelio, pero ambos se negaron a hacerlo. Los enojados oficiales arrastraron a uno de los creyentes (el que fue entrevistado por Bitter Winter) a un lado y lo golpearon brutalmente hasta que perdió el conocimiento. Al día siguiente, los dos misioneros recibieron la orden de regresar a Shandong.
Los misioneros se sorprendieron por la intensidad de las medidas de vigilancia y control implementadas en Sinkiang. «Los guardias están totalmente armados, incluso fuera de las iglesias de las Tres Autonomías administradas por el Estado», recordó el misionero. “Los feligreses tienen que pasar por cuatro puntos de control antes de que se les permita ingresar, se les verifican sus tarjetas de identificación y sus pertenencias y se registran sus números de teléfono. Los creyentes son obligados a abandonar la iglesia tan pronto como finaliza el servicio. Las minorías étnicas son controladas de forma aún más severa».
Los dos misioneros se consideran afortunados. Se enteraron por medio de varios cristianos locales que, en marzo de 2016, cinco predicadores pertenecientes a la Iglesia de la Vida de la provincia noroccidental de Shaanxi fueron arrestados en una aldea bajo la jurisdicción de Ürümqi, la capital de Sinkiang, luego de que un aldeano los denunciara ante las autoridades. Todos fueron posteriormente sentenciados a cinco años de prisión y aún están cumpliendo su condena.
Detenidos por escuchar canciones cristianas
El 14 de septiembre, tres amigos procedentes de la provincia central de Henán que fueron a trabajar a Sinkiang, esperaban en fila para pasar por el puesto de seguridad de una estación de tren. Uno de ellos, miembro de una iglesia doméstica de Sola Fide, comenzó a escuchar una canción cristiana en su teléfono móvil. La policía lo localizó de inmediato y comenzó a gritar que estaba escuchando canciones religiosas en un lugar público a propósito, lo que equivalía a actividades religiosas ilegales.
Los tres fueron detenidos y llevados para ser interrogados. Al descubrir que el hombre pertenecía a una iglesia de Sola Fide, la policía afirmó que su iglesia no estaba registrada en la Agencia de Asuntos Religiosos y, por lo tanto, era considerada un xie jiao. En realidad, las iglesias de Sola Fide no forman parte de la lista de organizaciones xie jiao; los miembros de estas iglesias protestantes conservadoras simplemente se rehúsan a unirse a la Iglesia de las Tres Autonomías dirigida por el Estado. Los tres hombres recién fueron liberados al día siguiente.
Mientras inspeccionaban el teléfono móvil del creyente, los agentes de policía descubrieron que pertenecía a un grupo cristiano en WeChat, siendo el mismo un sitio de mensajería chino. Cuando descubrieron que el líder del grupo era oriundo de la provincia de Henán, se pusieron en contacto con la policía de esa provincia. Como consecuencia de ello, el líder del grupo de WeChat y su esposa, quien también es cristiana, junto a otros cinco cristianos del grupo fueron detenidos para ser interrogados. La policía de Henán los acusó de «formar pandillas» y de «creer en un xie jiao«. La pareja y dos de los cristianos permanecieron detenidos durante cinco días.
Perseguido simplemente por sospecha
Para aquellos creyentes que pertenecen a grupos religiosos que han sido incluidos en la lista de organizaciones xie jiao, Sinkiang es un lugar particularmente peligroso. En septiembre de este año, 68 miembros de la Iglesia de Dios Todopoderoso (IDT) fueron sentenciados a severas penas de prisión por el Tribunal Popular de Kuitun en Sinkiang, con penas que oscilan de cinco a 12 años.
Las personas son arrestadas incluso cuando el Gobierno simplemente sospecha que pertenecen a movimientos religiosos prohibidos. A principios de 2018, un residente de la zona norte de Sinkiang fue enviado a un campamento de transformación por medio de educación por estar buscando en internet información sobre la IDT, por curiosidad. Para las autoridades fue suficiente motivo para acusarlo de ser miembro de este nuevo movimiento religioso cristiano, el cual es severamente perseguido a lo largo de toda China.
Otro residente de la zona norte de Sinkiang fue incluido en la lista de objetivos de vigilancia luego de haberse reunido con un miembro de la IDT. Poco después de la reunión, la policía registró su hogar, le colocó una capucha negra en la cabeza y lo llevó a un lugar remoto para interrogarlo. El hombre fue liberado porque no se hallaron pruebas de que era miembro de la IDT, pero aún sigue siendo vigilado. Cuando visitó su ciudad natal situada en el interior de China para el Festival de la Primavera, el Año Nuevo Chino, oficiales de policía y funcionarios comunitarios de Sinkiang le exigieron continuamente que les enviara a través de su teléfono las coordenadas GPS de los lugares en los que se encontraba.