Un chino de etnia han viajó por Sinkiang para darse cuenta de que la propaganda del PCCh sobre la vida de los musulmanes está encubriendo la perturbadora realidad de la opresión.
Lin Yijiang
El Partido Comunista Chino (PCCh) está falsificando su purga de musulmanes en Sinkiang al retratar las atrocidades como si estuvieran «construyendo y desarrollando Sinkiang», por lo que muchos ciudadanos chinos en otras áreas del país no entienden lo que realmente les está sucediendo a sus compatriotas en el noroeste de China. Uno de ellos es Wang Ming —utilizamos un seudónimo para protegerlo y evitar que sea perseguido por las autoridades— quien le relató a Bitter Winter sus impresiones después de visitar Sinkiang en agosto de 2018.
El Sinkiang que el Sr. Wang había llegado a conocer leyendo libros estaba colmado de un atractivo exótico, y el mismo sabía que los uigures locales eran amigables, hospitalarios y que poseían múltiples talentos. Todo esto lo impresionó y lo hizo desear viajar. Sin embargo, tan pronto como llegó a Sinkiang, la vista que tenía ante sus ojos era la opuesta a la Sinkiang que había imaginado. «El viaje me hizo sentir deprimido y nervioso», afirmó.
La policía efectúa patrullajes de seguridad y los puestos de control están fuertemente custodiados
El Sr. Wang recordó que tan pronto como él y sus acompañantes ingresaron a la ciudad de Jotán, situada en la provincia sureña de Sinkiang, se sorprendieron: había puntos de control en todas las intersecciones a lo largo de la carretera, y cada uno de ellos estaba fuertemente custodiado. Al pasar por los puntos de control, cada persona tenía que verificar sus identificaciones y las inspecciones a las que debían someterse los uigures eran particularmente estrictas.
La escena permanece viva en su memoria: “Varios uigures viajaban en un taxi. Después de revisar la tarjeta de identificación del conductor, los soldados de guardia les ordenaron a todos los uigures que salieran del auto, verificaron sus identificaciones y les efectuaron registros corporales para verificar si portaban cuchillos u otras armas. Incluso el capó y el maletero del taxi fueron abiertos e inspeccionados».
El ambiente en la ciudad era muy tenso. Solo unos pocos peatones estaban en las calles, y una flota compuesta por cuatro o cinco vehículos antidisturbios blindados iban y venían. En todas las intersecciones había puntos de control y cada uno estaba protegido por al menos cinco oficiales y soldados, algunos fuertemente armados y, en intersecciones más extensas, se habían colocado armas más pesadas. En un punto de control, cada persona perteneciente a una minoría étnica se vio obligada a someterse a un registro corporal, y aquellos que llevaban un teléfono móvil tuvieron que encenderlo para que pudiera ser inspeccionado. Si en el teléfono estuviera almacenada algún tipo de información prohibida por el Gobierno o alguna consigna considerada reaccionaria, el propietario del mismo sería arrestado. En contraste, a los chinos han se les permitía pasar tras simplemente mostrar su tarjeta de identificación.
Información que no puede ser filtrada
Todos los empleados de las tiendas que daban a la calle llevaban chalecos antibalas. Los negocios tales como los cibercafés y las salas videojuegos eran particularmente deprimentes.
Según el propietario de un cibercafé local, para evitar que las personas hagan circular en línea información negativa sobre Sinkiang, el Gobierno regula estrictamente a los cibercafés y le ha exigido a cada uigur que se conecte en línea que se registre con su nombre real. Cuando cae la noche, prácticamente todos los jóvenes uigures locales no se atreven a salir, porque tan pronto como se crucen con la policía, serán interrogados e investigados. Como consecuencia de ello, solo algunos soldados acuden ocasionalmente al cibercafé para divertirse un rato, lo que dificulta que el propietario gane el dinero suficiente para al menos poder alimentarse.
Aldeas asediadas y prisiones ampliadas
Después de Jotán, el Sr. Wang y sus compañeros de viaje se dirigieron a una aldea cercana. “Cada aldea está rodeada de alambre de púas. Tienes que pasar por un punto de control para ingresar a la misma”, recuerda Wang.
El jefe de la aldea de etnia han recibió a los viajeros con gran hospitalidad. El mismo afirmó que el Gobierno lo había enviado para supervisar a los uigures, los cuales representaban la mayor parte de la población de la aldea. Su trabajo diario consiste en organizar a los adultos para que asistan a dos clases de idioma chino por semana para aprender el sistema pinyin y las leyes chinas. Si alguien falta a una clase, el jefe envía a un funcionario a su hogar para preguntar el motivo de su ausencia. Si una persona se saltea tres clases, corre riesgo de ser confinada en un campamento de transformación por medio de educación. El jefe también debe encargarse de registrar el estado de los miembros de cada hogar que ingresan o salen de la aldea, para controlar los movimientos de los aldeanos uigures.
El mismo se sentía muy contento con su trabajo y reveló que en cada aldea de la provincia sureña de Sinkiang, el jefe de la misma es un chino de etnia han asignado por el Gobierno. El Gobierno también equipa a cada jefe de aldea con un vehículo todo terreno y le proporciona un salario y beneficios relativamente buenos.
Al abandonar la aldea, el Sr. Wang descubrió que solo había un punto de ingreso y salida: todas las demás carreteras habían sido bloqueadas. Dicha planificación le facilita al Gobierno el control de la aldea. «Las personas allí parecen pájaros atrapados en una jaula», afirmó el Sr. Wang con impotencia.
Mientras pasaba por la región del desierto de Gobi, el Sr. Wang vio una gran prisión en construcción. Todos los trabajadores de la construcción eran chinos de etnia han. Un contratista reveló que la razón de la existencia de tantas prisiones era evitar que los uigures se amotinaran: tan pronto como ocurre un disturbio, todos los involucrados son encerrados en cárceles. Los habitantes de la provincia sureña de Sinkiang viven diariamente con temor, temiendo ser implicados y arrestados.
Control de seguridad más estricto: incluso los cigarrillos son inspeccionados
En el camino de regreso, los viajeros pasaron por Ürümqi. Lo que le dio al Sr. Wang una impresión duradera fue la ubicuidad de los carteles propagandísticos del PCCh, cuyo contenido principal era: Seguir a Xi Jinping hacia el «Sueño Chino», seguir solo al Partido Comunista asegurará una vida feliz.
Mientras tanto, en la estación de tren de Ürümqi, el Sr. Wang y sus acompañantes fueron sometidos a un estricto control de seguridad. Además de haberles revisado sus identificaciones y de haber sido sometidos a un escaneo corporal completo, también tuvieron que someterse a procedimientos de reconocimiento facial. Un oficial de policía armado verificó cada artículo que el Sr. Wang llevaba consigo, incluso sacaron y examinaron sus cigarrillos y toallas de papel. «Las inspecciones en este punto de control son las más exhaustivas y las más lentas, por lo que la línea de espera es extremadamente larga», afirmó Wang.