En medio de la condena internacional, China está falsificando información sobre la real situación imperante en los campamentos de reeducación y difunde mentiras a través de propaganda.
por Chang Xin
El mes pasado, el Partido Comunista Chino (PCCh) emitió otra «verdad» falsificada sobre los campamentos de transformación por medio de educación emplazados en Sinkiang, donde se encuentran detenidos cerca de tres millones de uigures y otras minorías musulmanas. Habiendo negado previamente la existencia de tales campamentos, llamándolos posteriormente centros vocacionales, el 30 de julio, dos de los principales líderes del PCCh procedentes de Sinkiang anunciaron que uigures y miembros de otras minorías musulmanas habían estado detenidos en campamentos, pero que en la actualidad, «tal vez un 90% o más han encontrado un trabajo apropiado que les gusta», luego de que la mayoría de los detenidos retornaran a la sociedad y a sus familias.
Los intentos de las autoridades chinas de ocultar la verdad sobre los campamentos de Sinkiang se producen en medio de una creciente condena internacional y de las demandas de los medios de comunicación y de organizaciones de derechos humanos para obtener acceso no supervisado a sus instalaciones.
Sin importar qué medios adopte el PCCh para engañar al público, la cada vez mayor cantidad de víctimas comparten con el mundo sus atroces experiencias sobre el tiempo pasado en campamentos de transformación por medio de educación, revelando la situación real en Sinkiang y las «creativas» formas que el PCCh está empleando para encubrirla.
El PCCh falsifica los expedientes de los detenidos
Entre las personas que aceptaron contarle sus historias a Bitter Winter se encuentra una mujer uigur que fue recientemente liberada de uno de los campamentos. Por razones obvias, no podemos revelar su nombre real, razón por la cual la llamaremos Gülna.
La mujer pasó un año en un campo de confinamiento con aproximadamente 5000 «estudiantes» más. No hace mucho tiempo, tras su liberación, varios funcionarios se presentaron en su hogar para comunicarle que su expediente de detención había sido destruido y que necesitaban tomarle fotos para crear un nuevo registro que muestre que nunca había estado detenida en una «clase de estudio», sino que se encontraba en su hogar bajo supervisión del PCCh.
El descarado intento llevado a cabo por las autoridades para ocultar la verdad sobre su detención conmocionó a la mujer que había perdido un año de su vida confinada como si fuera una prisionera. En el campamento, todos los detenidos habían sido divididos en cuatro grupos, según el nivel de supervisión: indulgentes, ordinarios, estrictos y forzados, afirmó Gülna. Todos los días, pasaban largas horas estudiando el idioma chino, leyes y reglamentos, y eran obligados a aprender y a cantar canciones patrióticas.
“Casi colapsé allí. Los estudios eran continuos y nos trataban como si fuéramos prisioneros. Cada día, teníamos que permanecer sentados en taburetes durante más de diez horas. Todos desarrollamos un severo estreñimiento”, afirmó Gülna, recordando el año que pasó en uno de los campamentos, incapaz de ocultar el dolor que todavía siente.
Los detenidos eran vigilados de manera constante en todo momento, privados de todo tipo de libertad o privacidad, y acompañados por miembros del personal, incluso cuando iban al baño. Si un «estudiante» se enfermaba y necesitaba ir al hospital para recibir tratamiento, tres agentes fuertemente armados lo custodiaban.
«Algunos ‘estudiantes’ se volvieron locos, incapaces de soportar el estrés psicológico. Varios de ellos intentaron suicidarse estrellándose contra las paredes, tragando cortaúñas o comiendo clavos de metal”, afirmó la mujer.
A pesar de haber abandonado la deprimente y sofocante «clase de estudio», Gülna no ha recuperado su libertad. Aún es catalogada como una «persona supervisada», y sus movimientos están severamente restringidos. La misma debe pedir permiso a las autoridades comunitarias incluso cuando desea ir de compras y debe regresar a su hogar dentro de un plazo estipulado. Cada vez que abandona su hogar y su tarjeta de identificación es escaneada, la policía recibe una notificación automática y los guardias de seguridad registran sus datos y la interrogan. “La gente a mi alrededor me mira como si fuera una criminal. ¡No quiero ir de compras nunca más en mi vida!”, afirmó con ira y tristeza.
Una ilusión de libertad
La situación de Gülna no es en modo alguno un caso aislado de los intentos llevados a cabo por el PCCh para encubrir el alcance de la persecución de uigures en Sinkiang. Una fuente del Gobierno le dijo a Bitter Winter que, para hacerle frente a la presión internacional, el PCCh está «embelleciendo las clases de estudio» para ocultar el hecho de que una gran cantidad de personas inocentes continúan detenidas. En un caso reportado por la fuente, 4500 detenidos en campamentos fueron divididos en dos grupos: los «casos menos severos» fueron trasladados de campamentos a viviendas subsidiadas y supervisadas por el Estado, mientras que aquellos considerados como «delincuentes reincidentes» están a la espera de juicio y eventualmente serán sentenciados a prisión. La triste realidad es que las autoridades simplemente sacaron a los detenidos de los campamentos de transformación por medio de educación y los enviaron a otro lugar, y ninguno de ellos recuperó la libertad.
Tal y como Bitter Winter había informado anteriormente, para ocultar las detenciones masivas en Sinkiang, una gran cantidad de detenidos están siendo trasladados desde la región a otras localidades, siendo las mismas la vecina provincia de Gansu y lugares más distantes, tales como la provincia china central de Henán.
Para demostrar que en China los uigures y otras minorías musulmanas reciben un buen trato, las autoridades están buscando otros medios para engañar a la población china y a la comunidad internacional. En el mes de julio, 500 jóvenes procedentes de Sinkiang fueron llevados a Henán para realizar un viaje turístico organizado por el Gobierno. Según una fuente informada, estos «turistas» fueron divididos en cinco grupos de 100 personas para viajar a alguna de las cinco ciudades de la provincia, Shangqiu, Luoyang y Anyang, entre ellas.
El 30 de julio, uno de los grupos, acompañado por funcionarios del Gobierno local, policías regulares y antidisturbios y periodistas, llegó a Shangqiu. Un guía llevó a los jóvenes, quienes llevaban camisetas rojas, a recorrer la ciudad para conocer sus principales atractivos. La fuente afirmó que era difícil para estos niños entender lo el guía decía. «La principal razón para organizar este segmento fue que los medios de comunicación tomaron fotos y videos», afirmó la fuente. “El PCCh quiere utilizar a estos jóvenes como propaganda ya que el maltrato infligido a los residentes de Sinkiang ha provocado la condena de la comunidad internacional. Es un truco publicitario para promover la noción de que en Sinkiang los derechos humanos están protegidos».
Las imágenes de los viajes de los 500 jóvenes procedentes de Sinkiang aún no se han hecho públicas. Las fotos y videos serán utilizados con fines propagandísticos en línea y en otros lugares luego de ser alterados, explicó la fuente.