Las autoridades de la provincia de Henán siguen aplicando medidas enérgicas contra el budismo y el taoísmo, y han destruido reliquias históricas en el camino.
Li Guang
Las autoridades chinas se están volviendo muy creativas en su guerra contra la religión a la hora de inventar razones falsas para demoler templos; por ejemplo, que quemar incienso contamina el medio ambiente, que las estatuas están perturbando los viajes en avión o que son demasiado altas. Bitter Winter sigue recibiendo noticias acerca de templos que han sido cerrados y de estatuas religiosas que han sido destruidas. Algunas de ellas habían sido catalogadas anteriormente por las autoridades como reliquias históricas.
El templo de Taizi es un lugar taoísta de adoración ubicado en la villa de Leijiagou, bajo la jurisdicción del subdistrito de Shaolin en la ciudad de Dengfeng. En enero de 2017, fue reconocido por las autoridades como un “sitio histórico y cultural protegido de la ciudad de Dengfeng”.
En noviembre del año pasado, el Buró de Gestión de Reliquias Culturales de la ciudad de Dengfeng ordenó al dueño del templo que quitara las estatuas de deidades, una caja de donativos y un incensario en un lapso de tres días, y que abandonara las instalaciones. Debido a su edad —el dueño tiene más de ochenta años— no podía mover él solo los objetos.
Como base para estas exigencias, las autoridades citaron la decisión del Gobierno central de que la quema de incienso y otras actividades religiosas se prohibieran en los sitios religiosos.
En febrero de 2019, las autoridades rodearon el templo con alambre de púas y colgaron un letrero que decía “Cerrado por rectificación”.
El templo de Guangyan, un templo budista con una historia que abarca más de 1000 años, se ubica en el poblado de Chengbo, en la ciudad-condado de Mengzhou, bajo la jurisdicción de la ciudad-prefectura de Jiaozuo. Las autoridades cerraron el templo porque dijeron que no contaba con licencia.
El 29 de noviembre de 2018, bajo las órdenes de sus superiores, tres funcionarios de la villa tiraron el incensario y echaron abajo la placa que se encontraba en la puerta. Hasta los patrones grabados en los pilares del templo fueron raspados. Posteriormente, utilizaron ladrillos para bloquear todas las puertas y ventanas del templo.
El templo de Fusheng, un templo budista en la villa de Dongguosi, bajo la jurisdicción de la ciudad de Xinzheng, no sólo ha sido clausurado, sino que también se lo ha adueñado el Gobierno.
Uno de los monjes del templo reveló que el templo de Fusheng fue cerrado en diciembre de 2017 por no contar con licencia. A finales de octubre de 2018, las autoridades rodearon con placas de hierro la estatua de Guanyin que se encontraba en el patio del templo y quitaron el incensario del templo. El 23 de febrero de este año, las autoridades convirtieron el templo en la “Academia Bai Juyi” y lo pintaron de blanco.
El monje dijo que por varios años había estado solicitando una licencia para el templo, pero que el Gobierno no había querido aprobarla.
El 28 de marzo de este año, en el municipio de Jindegu, en el condado de Nanle, bajo la jurisdicción de la ciudad de Puyang, el templo budista de Fojing fue clausurado con el pretexto de que no había recibido aprobación. Para impedir que los creyentes se resistieran, funcionarios del Gobierno cavaron en secreto un hoyo en el suelo y enterraron las estatuas budistas.
Un creyente local reveló que, en dos ocasiones, la persona que estaba a cargo del templo se puso en contacto con el Gobierno para solicitar una licencia, pero que las solicitudes jamás se aprobaron. En diciembre de 2016, budistas locales recaudaron más de 500 000 yuanes (alrededor de 74 400 dólares) para construir el templo de Fojing. Sin embargo, después de menos de tres años, ha sido cerrado por el Gobierno.
El 21 de enero, un templo budista ubicado en el pueblo de Shisi, en el condado de Xin’an, bajo la jurisdicción de la ciudad de Luoyang, también fue cerrado por las autoridades, quienes afirmaron que la tierra para el templo fue tomada ilegalmente.
Un monje del templo dijo: “El Gobierno no sólo está combatiendo la religión, sino que, incluso, trata de envolverse en un velo de legalidad. Está haciendo cosas malvadas, pero también quiere tener una buena reputación. La virtud tiene su recompensa y, el mal, su retribución. Definitivamente, deben ser castigados”.