El PCCh lleva a siete millones de turistas al “salvaje Oeste” de China, donde los lugareños son obligados a bailar, cantar y fingir que son felices para beneficio de los visitantes chinos de la etnia han.
por Ruth Ingram
Falsas “experiencias étnicas”
Con gran fanfarria, el primer puente con efectos 9D y con piso de cristal en la Región Autónoma Uigur de Sinkiang, en el noroeste de China, que abarca los 280 metros del río Kaidu, ahora entubado en concreto, acaba de abrir en el Parque Longshan. Los visitantes no solo pueden disfrutar la vista desde unos vertiginosos 50 metros, sino que pueden sentir un escalofrío extra de emoción a medida que el vidrio que está debajo de sus pies envueltos en plástico parece hacerse añicos y tronar estrepitosamente. Aferrándose a los barandales para salvar su vida por temor o pegando de gritos de deleite, los atrevidos turistas chinos de la etnia han sobreviven al viacrucis y continúan a la siguiente experiencia en Sinkiang, especialmente suavizada para su beneficio.
Ahora que es “seguro” visitar el “salvaje Oeste” con los “alborotadores” encerrados de forma segura en los campamentos de transformación por medio de educación, la junta turística de Sinkiang ha estado trabajando tiempo extra para ofrecer una narrativa más alegre del corazón del territorio uigur. Los “lugareños” de rostros felices se asoman a través de las páginas de los folletos cocinando alimentos exóticos, cantando y bailando portando vestidos nacionales con los colores del arcoíris y tocando instrumentos musicales antiguos a petición. Por supuesto, no se hace ninguna mención del siniestro universo paralelo que está detrás de estas sonrisas, donde tres millones de sus compatriotas o más están encerrados detrás de varias capas de alambre de púas… el resto vive en el terror, pero no se atreve a emitir una sola palabra.
Las incontables “experiencias étnicas” ofrecidas por grupos turísticos en China interior están atrayendo hordas de visitantes. Las abrumadoras estadísticas del Departamento de Cultura y Turismo afirman que ha habido más de 7.2 millones de visitas a la región durante el reciente Festival del Medio Otoño que se lleva a cabo en septiembre, lo cual representa un aumento del 37.23 por ciento en comparación con el año pasado, y han hecho crecer las arcas del Estado en alrededor de 11 700 millones de yuanes (1650 millones de dólares). La región está resultando ser una verdadera mina de oro con metas ambiciosas de 300 millones de visitas de turistas para 2020 y un pronóstico de ganancias de 87 mil millones de dólares, de acuerdo con el departamento de turismo de la región. Dado que las visas turísticas extranjeras para Sinkiang ahora requieren condiciones estrictas y numerosos formularios que llenar, los bolsillos de una clase media china emergente con fondos extra están ahí para suplir el vacío. Y están llegando masivamente.
Pan naan “sinificado” para los turistas
Visitantes provenientes de todo el país aprovecharon la oportunidad para celebrar el festival estilo Sinkiang de este año e hicieron pastel de luna al estilo Sinkiang y probaron preparar los “panqués crujientes” uigures “nang” en un parque industrial cultural especialmente sanitizado y construido para la ocasión en la capital, Urumqi.
Un enorme “nang” uigur en forma de pastel de luna (transliteración del mandarín que significa pan naan) para celebrar el cumpleaños 70 de la China comunista el 1 de octubre fue horneado para la ocasión, adornado orgullosamente con las palabras “Celebra el cumpleaños de mi país”. Pekín está haciendo su mejor esfuerzo por plantar el medio otoño firmemente en el calendario de la patria uigur.
Pero todo esto es anatema para los uigures mismos, que ni celebran el festival de etnia han ni decoran su pan “sagrado” naan de ninguna forma. “Últimamente han estado obligándonos a celebrar todos los festivales chinos”, dijo Umit, un joven uigur que está disfrutando lapsos breves de libertad durante estos días después de dos años de “reeducación” de tiempo completo. Durante los fines de semana es liberado de su trabajo fabril obligatorio impuesto por el Gobierno y puede ir a casa, pero bajo control estricto. “Cualquier movimiento equivocado y me regresan a ser ‘reeducado’ de tiempo completo”, le dijo a un vecino chino de la etnia han que difundió las noticias de su conmutación. “El Gobierno quiere que mantengamos nuestra identidad solo de nombre, pero que nos comportemos como si fuéramos de la etnia han. Ahora debemos amar todo lo que es chino”. No siente más que tristeza cuando ve que su amado pan naan es garabateado con eslóganes chinos. “Ni siquiera nuestro pan es sagrado en estos días”, dijo.
Los uigures son obligados a bailar y cantar
Este verano, las calles en la antigua ciudad de Kashgar han sido plagadas con bailarinas vestidas con colores iridiscentes y músicos nacionales uigures que entretienen tocando instrumentos a grupos de turistas que toman fotos. Las visitantes que portan sus bastones para selfies pasean vestidas con pantalones cortos y blusas reveladoras (una afrenta a las prendas modestas que prefieren los habitantes musulmanes) por los antiguos caminos y se toman close-ups de sí mismas del brazo de “pobladores locales” exóticos y gritan “Yak-a-shiiii” con desenfreno mientras deambulan (es la única frase que han aprendido para su visita, el equivalente en uigur del “Ni hao” [hola] del mandarín).
Durante los últimos años, las celebraciones del festival uigur “Korban” del sacrificio han sido acalladas. Las visitas habituales de casa en casa y las grandes reuniones para conmemorar la historia abrahámica del sacrificio incluso se han prohibido y las familias han estado practicando los rituales en silencio –y, a menudo, en secreto– en sus hogares. Este año, sin embargo, los turistas fueron invitados a ir a las celebraciones en una escala que no se ha visto por varios años.
La diáspora uigur exiliada no podía creer lo que veían sus ojos cuando comenzaron a circular videos de ciudadanos que bailan frente a la principal mezquita, Id Kah, de Kashgar, observados por multitudes de turistas. Muchos suponían que las películas eran fabricadas, pero después de que se les aseguró que eran auténticas, acusaron al Gobierno de abuso inescrupuloso de su cultura. “Nos hemos convertido en monos en un zoológico”, dijo Dilshat, que escapó a Holanda varios años atrás cuando vio lo que le esperaba a su pueblo. “Actualmente, nadie va siquiera a la mezquita por miedo a ser encarcelado. Ahora, hasta nuestros festivales sagrados son montados como diversión para los turistas chinos”, dijo con disgusto. “Si hay alguna oportunidad de poder hacer dinero, Pekín lo permitirá”, dijo, condenando la comercialización de su cultura.
“Sus hijas deben bailar para sus ‘familiares’ chinos”
“¡Hagan que sus hijas bailen para nosotros!”, exigen los burócratas chinos impuestos a la familia de Nazira. El Gobierno asignó “familiares” de la etnia han a la familia de Nazira, que la visitan cuando su esposo está fuera por cuestiones de negocios, se sientan y fuman en su mesa –misma que tiene que llenar con manjares chinos– y beben cerveza. Cuando llegan de visita, a la mujer le aterroriza la forma como se desarrollará la tarde. Deliberadamente ha subido de peso desde que comenzaron sus visitas, que claramente tienen como objetivo enseñarle la política del Gobierno, el idioma chino y supervisar su cumplimiento de la ley. Hasta ahora, solo han tenido como blanco a sus hijas y han exigido que bailen para ellos después de la cena.
Apresuradamente las viste con sus mejores atuendos, les dice que bailen y las envía rápidamente a dormir.
Se va a acostar temprano, se encierra con sus hijas y escucha a los “parientes” reír estruendosamente y contar chistes hasta la madrugada. “Al menos el baile parece satisfacerlos por el momento”, dice.
Ora por que, en la mañana, ya se hayan ido.