La investigadora y activista defensora de los derechos humanos del pueblo uigur, Zubayra Shamseden, le afirma a Bitter Winter que el PCCh ve a todos los uigures como enemigos, está involucrado en la mayor detención de personas pertenecientes a un grupo étnico desde la Segunda Guerra Mundial y ahora ha extendido su represión a otras minorías musulmanas.
Massimo Introvigne
Zubayra Shamseden proviene de una antigua y profundamente religiosa familia uigur y es coordinadora de divulgación china para el Proyecto sobre Derechos Humanos del Pueblo Uigur (UHRP), un grupo de documentación y defensa con sede en Washington DC, y miembro del Instituto para el Compromiso Global (IGE) y del Centro para Mujeres, Fe y Liderazgo (CWFL). Ella ha estado haciendo campaña por los derechos humanos y la libertad política del pueblo uigur desde finales de los años ochenta. Antes de unirse al UHRP, la Sra. Shamseden trabajó como oficial de información, investigadora y traductora en la Fundación Internacional de Derechos Humanos y Democracia del pueblo uigur (IUHRDF). La Sra. Shamseden ha trabajado para organizaciones sin fines de lucro, académicas y gubernamentales en Australia y en los EE. UU. durante más de dos décadas.
Bitter Winter cubre regularmente la persecución de musulmanes uigures. Le hemos pedido a Zubayra Shamseden que nos cuente su historia personal y describa la situación actual de los uigures en China. Como muchos uigures, ella prefiere no usar el nombre «Sinkiang» para nombrar a la provincia china donde residen la mayor parte de los uigures. El nombre le fue dado a la región por la dinastía Qing china, y significa «Nueva zona fronteriza» o «Nueva frontera» (de China). Para la mayoría de los uigures, el nombre «Sinkiang» incluye en sí mismo una declaración colonialista. Ellos utilizan «Turquestán Oriental», un nombre geográfico acuñado en el siglo XIX, que fue utilizado por dos efímeras repúblicas del este de Turkestán independientes de China, siendo la primera una república islámica durante los años 1933 a 1934 y la segunda una respaldada por la Unión Soviética entre los años 1944 a 1949. A su vez, los chinos normalmente impugnan el uso de «Turquestán Oriental» y disputan la legitimidad de la primera y segunda repúblicas de Turquestán Oriental. El académico estadounidense Rian Thum ha propuesto utilizar el antiguo término «Altishahr» (Seis ciudades) para resolver el problema, pero su propuesta no ha obtenido una aceptación general.
Usted ha sido una activista defensora de la cultura y los derechos del pueblo uigur durante mucho tiempo. ¿Puede contarnos su historia personal?
Nací y crecí en una familia religiosa e intelectual uigur. Los valores de mi familia, de hecho, los valores de toda la sociedad uigur, son los de luchar por una vida feliz y pacífica. Nuestra tradición cultural y religiosa nos enseña que la paz y la felicidad provienen de una familia y sociedad justas, equitativas, honestas y legítimas. Lo más importante, es que proviene de arriba. Se supone que el gobierno debe gobernar sobre la base de esos principios morales y proteger a todos los ciudadanos de cualquier perjuicio.
Completé mi educación primaria y secundaria en mi tierra natal, en Turquestán Oriental (Sinkiang), y obtuve mi título superior de una universidad situada en China Interior. De hecho, poseo una certificación en chino otorgada por la Universidad Industrial de Sinkiang y una licenciatura en Bibliotecología y Ciencias de la Información de la Universidad Normal del Este de China (华东 师范大学), situada en Shanghái. Después de completar mis estudios universitarios, regresé mi ciudad natal y trabajé para la Academia de Ciencias. Al principio, debido a que terminé mis estudios universitarios en China continental con estudiantes chinos, recibí un trato similar al de los graduados chinos de China continental. La Academia me permitió participar en algunos proyectos, sobre todo llevando a cabo trabajos de observación en la parte sur de Turquestán Oriental en el año 1990. Otro proyecto fue la enseñanza de conocimientos informáticos a estudiantes universitarios uigures en una universidad local. Más tarde, viajé a Kazajstán para estudiar ruso y literatura durante un año en la Universidad Estatal de Kazajstán Oriental, y luego regresé a mi país de origen en el año 1992.
Mis experiencias educativas y laborales me otorgaron un conocimiento revelador sobre las condiciones educativas, culturales y sociales de los uigures. Nos enseñaron e instruyeron a decir que la sociedad uigur subdesarrollada en ese momento, ya sea en el campo de la educación, la economía, la cultura o en otras áreas, estaba en esa situación debido a la propia «pereza» de los uigures, por no querer aprender el idioma chino, y debido a que no estaban dispuestos a integrarse a la sociedad china. No obstante, las experiencias de mi infancia y más tarde el tratamiento de las «minorías» en la región que China llama «Sinkiang» que presencié como adulta, me enseñaron que la verdad era todo lo contrario. En realidad, el gobierno chino marginaba sistemáticamente a los uigures, exigiéndoles que realizaran «autocrítica» si no hablaban chino con fluidez, y enviando el mensaje de que deberían sentirse inferiores en todos los sentidos. Al mismo tiempo, el gobierno, por supuesto, impuso una severa censura y control económico y político sobre los mismos.
Tuve mi primera interacción inquisitiva cuando trabajaba en la Academia. Le pregunté a la administración por qué la sucursal de la Academia de Ciencias de Sinkiang no operaba de la misma manera que la sucursal situada en Shanghái. En Shanghái en ese momento, no tenían ninguna reunión política en absoluto, entonces ¿por qué teníamos reuniones semanales de «educación política» en Sinkiang? ¿Acaso «Sinkiang» no forma parte de China? A partir de ese incidente en adelante, combinado con mis viajes a los países más abiertos de Asia Central, miré con una nueva actitud las operaciones de la Academia, así como también al gobierno local y a las fuerzas de seguridad. Como resultado, no veía un futuro en mi ciudad natal, aunque dominaba el idioma chino, estaba muy familiarizada y era docta en la cultura china y tenía un grado de educación superior. Me fui del país en el año 1993.
Luego viví en Australia durante 17 años. Obtuve una maestría en Estudios Internacionales de la Universidad de Australia del Sur, razón por la cual me enfoqué en la historia moderna de los derechos humanos del pueblo uigur. Durante esos años, pasé la mayor parte de mi tiempo trabajando para nuestra comunidad, contribuyendo con la cultura uigur y con la enseñanza de idiomas y creando conciencia a nivel internacional sobre los derechos humanos de los uigures. Llegué a los Estados Unidos en el año 2009 para trabajar gracias a la invitación de la Sra. Rebiya Kadeer, una reconocida líder uigur. Ahora soy miembro del Centro para Mujeres, Fe y Liderazgo del Instituto para el Compromiso Global, un programa que promueve roles de liderazgo de mujeres de fe. También trabajo para el Proyecto sobre Derechos Humanos del Pueblo Uigur como coordinadora de divulgación china. Mi función en UHRP es acercarme a los hablantes de chino en China y en todo el mundo para ayudarlos a entender la grave situación relacionada con los derechos humanos que enfrentan los uigures desde la perspectiva del pueblo uigur.
¿Cuáles son las raíces históricas de lo que algunos llaman «la cuestión uigur»?
No existe un problema llamado «la cuestión uigur». Deseo afirmar que debemos ser muy cuidadosos al elegir los términos para describir sobre lo que estamos hablando. No existe tal cosa llamada «la cuestión uigur», pero existen grandes problemas para comprender «¿qué preguntas tienen los uigures?». Los uigures solo desean tener lo que les corresponde según el derecho internacional de los derechos humanos y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el cual es un documento fundamental de las Naciones Unidas. Ningún uigur quiere convertirse en la «cuestión» o en el problema de nadie. Hablando en términos históricos e incluso ahora, lo único que quieren los uigures es vivir una vida pacífica en su país natal, sin opresión, sin engaño ni destrucción, y sin la represión colonialista de sus derechos y libertades que el pueblo uigur ha sufrido desde el año 1949.
¿Cómo lidia China con la población musulmana uigur?
Actualmente, China está tratando a toda la población uigur como un enemigo del estado chino. El simple hecho de ser de etnia uigur se está convirtiendo en un crimen a los ojos del gobierno chino. La detención de más de un millón de uigures sin el debido proceso en los llamados «campamentos de transformación por medio de educación» y el estado de seguridad y vigilancia total de alta tecnología que el gobierno ha creado en Turquestán Oriental le dice al mundo que China decidió «rediseñar» al pueblo uigur. Hasta dos millones de personas que no han desaparecido en los campamentos deben asistir a clases de «educación política» que duran todo un día. En estas clases, los uigures se ven obligados a denunciar su religión y su identidad, cantar canciones alabando al Partido Comunista y gritar consignas que alaban a Xi Jinping.
¿Qué sucede con los otros musulmanes en China?
Según informes, por ejemplo, de la organización “Human Rights Watch” («Erradicación de virus ideológicos»: campaña china de represión contra los musulmanes de Sinkiang, 9 de septiembre de 2018) y el reciente informe del UHRP, El confinamiento masivo de uigures: «queremos ser respetados como seres humanos, ¿es demasiado pedir?«- otros musulmanes túrcicos, es decir, kazajos, uzbekos, kirguises y tártaros, ahora también están enfrentando el mismo trato que los uigures en Turquestán Oriental. Los musulmanes de etnia hui, que hablan chino como lengua materna y viven en varias zonas de China, vivían en un ambiente razonablemente relajado hasta hace algunos años, según un excelente informe emitido por la organización Casa de la Libertad: La batalla por el espíritu de China: renacimiento religioso, represión y resistencia bajo el mandato de Xi Jinping. No obstante, informes recientes indican que los musulmanes de etnia hui también están enfrentando problemas en la actualidad. En una palabra, el gobierno chino ve a la religión como «veneno», especialmente a religiones como el islam, el cristianismo y el budismo tibetano. La nueva campaña del PCCh para la «sinicización» de la religión está provocando represión religiosa generalizada y sufrimiento de personas religiosas en China.
¿La situación empeoró con el presidente Xi Jinping? ¿Por qué?
Sí. El gran plan de Xi de la iniciativa «Una franja, una ruta» es un símbolo de cómo desea establecerse como un líder todopoderoso, similar a un emperador chino quien estaba situado en el centro del mundo entero en la cosmovisión dinástica. Su paranoia y necesidad de control se reflejan a través de todos los funcionarios. Sienten que deben «atacar con dureza» cualquier disidencia, o que ellos mismos serán acusados de ser desleales con el Partido Comunista. Los uigures son un objetivo principal de esta necesidad de control extremo, dando como resultado la mayor detención de un grupo étnico desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
¿Cuál es la condición de los uigures en los campos de «transformación por medio de educación»?
De acuerdo con informes y con personas que han dedicado tiempo a los «campamentos», las condiciones son horribles. Describen condiciones de hacinamiento, mala alimentación, tortura, abuso, intensa presión psicológica diaria y una gran variedad de castigos. Los uigures se ven obligados a denunciar repetidamente su fe y criticar sus creencias y prácticas religiosas pasadas. Según informes, los musulmanes se ven obligados a comer carne de cerdo y beber alcohol. Todos los campamentos y las clases de «adoctrinamiento político» requieren que las personas canten canciones «rojas», elogien a Xi y muestren su gratitud al Partido Comunista Chino. Existen informes de muertes en detención y muchos han desarrollado enfermedades mentales en los campamentos. Hasta ahora, casi nadie ha sido liberado vivo.
¿Cómo están trabajando los uigures en la diáspora para que su voz sea escuchada?
Los uigures en la diáspora se están poniendo de pie, a pesar de su miedo y de la desesperación que sienten al pensar en sus seres queridos que se encuentran en su tierra natal. Rushan Abbas brindó una charla la semana pasada en un foro en Washington DC, acerca de perder contacto con 14 sobrinas y sobrinos, de 3 a 22 años, y con sus padres y abuelos, desde que se abrieron los nuevos campamentos en abril de 2017. No sabe dónde están ni puede ponerse en contacto con ellos. Turghunjan Tursun, un uigur que vive en Turquía, habló recientemente en un video publicado en las redes sociales sobre su esposa y sus hijos jóvenes que se encuentran detenidos, junto con casi una docena de otros familiares.
Los defensores de los derechos humanos del pueblo uigur se han reunido con funcionarios de la Casa Blanca, del Departamento de Estado de EE. UU. y de los Ministerios de Relaciones Exteriores y Parlamentos Extranjeros de todo el mundo. Organizaciones uigures, tales como el Congreso Mundial Uigur, han presentado documentación detallada e informes en paralelo a organismos de las Naciones Unidas y ministerios de relaciones exteriores de todo el mundo. Los estamos instando a que reconsideren la actitud de «hacer negocios como siempre» con China en un momento en el que están deteniendo a un millón o más de personas en campamentos de confinamiento étnico. Sus lectores pueden hacer lo mismo. Por favor, ayúdenos a crear conciencia y pregúnteles a sus gobiernos si «hacer negocios como siempre» es moralmente correcto en un momento de extrema y casi inimaginable represión étnica y religiosa en China.
¿Qué puede hacer Occidente por los uigures?
Los funcionarios chinos responsables, como Chen Quanguo, secretario del Partido a nivel regional, deberían enfrentar prohibiciones de visa, sanciones y una fuerte condena por parte de líderes religiosos y gobiernos de todo el mundo, incluidos los gobiernos con sociedades de mayoría musulmana. Las universidades deberían decirles a sus colegas chinos que no pueden realizar intercambios académicos normales cuando existe una campaña sistemática de represión étnica y religiosa en manos de su gobierno. Los turistas deberían considerar si se sienten cómodos vacacionando en un país que está involucrado en una campaña masiva de violaciones de derechos humanos contra sus propios ciudadanos musulmanes túrcicos y otros creyentes religiosos.