El Dr. Olzi Jazexhi aceptó la invitación efectuada por el PCCh para visitar los campamentos de transformación por medio de educación y llegó a la conclusión de que son cárceles, y no escuelas. El PCCh rápidamente tomó represalias.
por Massimo Introvigne
La semana pasada, la estrella de fútbol del Arsenal, Mesut Özil, denunció la persecución llevada a cabo contra los uigures y otros musulmanes túrquicos en los temibles campamentos de transformación por medio de educación. El Partido Comunista Chino (PCCh) no solo amenazó al Arsenal con cancelar sus lucrativos contratos con China, sino que además invitó a Özil a visitar los campamentos. “También le damos la bienvenida al Sr. Özil para que tenga la oportunidad de ir a Sinkiang y echar un vistazo. Mientras que tenga la buena conciencia, sepa distinguir lo correcto y lo incorrecto y mantenga el principio de objetividad y justicia, verá un Sinkiang diferente», afirmó el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Geng Shuang.
Presumiblemente, el PCCh cree que los futbolistas son extremadamente ingenuos. Es cierto que en Sinkiang, miles de invitados extranjeros han sido agasajados por el PCCh, y que algunos de ellos han afirmado que los campamentos de transformación por medio de educación solo son agradables «escuelas», pero más de una vez la propaganda ha sido contraproducente.
Un espectacular caso de propaganda ideada por el PCCh que salió mal es la experiencia del Dr. Olsi Jazexhi, un historiador canadiense de origen albanés que solía ser profesor en la Universidad Aleksandër Moisiu emplazada en Durrës, Albania. Jazexhi critica abiertamente a la administración Trump y a la influencia estadounidense en Albania. Por esta razón, fue invitado por el Gobierno chino a asistir a una conferencia en Sinkiang del 16 al 24 de agosto de 2019, con todos los gastos pagos y una excursión para visitar algunos de los campamentos de transformación por medio de educación.
Jazexhi, tal y como informó más tarde, fue allí albergando “opiniones positivas con respecto a la política exterior de China y el Gobierno chino”, y “los informes que afirmaban que el Gobierno chino estaba construyendo campos de internamiento y persiguiendo a los uigures le parecían increíbles”. No obstante, una vez en Sinkiang, estuvo expuesto a flagrante propaganda antiuigur y antimusulmana, y según afirmó, «visité los centros de detención masiva […] que nuestros amigos chinos llaman institutos de capacitación vocacional, pero según lo que pudimos ver son una especie de infierno».
En entrevistas y videos publicados en YouTube, Jazexhi afirmó que fue recibido en la «Escuela de Formación Profesional» del condado de Onsu (Wensu) (es decir, un campamento de transformación por medio de educación), en la prefectura de Aksu, por hombres y mujeres uigures que bailaban y cantaban. “Nos dimos cuenta de que era un montaje y les dijimos a nuestros amigos chinos que no habíamos venido a una fiesta… Queríamos investigar qué estaba sucediendo, quiénes eran esas personas, qué delitos habían cometido y por qué estaban detenidos allí”.
A Jazexhi le dijeron que estaba prohibido entrevistar a los reclusos en privado. No obstante, se las arregló para preguntarle al «instructor» del PCCh por qué se los mantenía retenidos allí en contra de su voluntad.
“[El instructor] me estaba diciendo que era una escuela vocacional, pero cuando le pregunté si eran libres de marcharse a sus hogares, el mismo afirmó, ‘no, no pueden irse’”. “En cierto modo, nos corroboró que estas son prisiones donde estos niños son llevados en contra de su voluntad».
Los internos a quienes se les permitió hablar le dijeron al académico que ya no creen en el islam, solo «en la ciencia y el Partido Comunista». Respondieron sus preguntas en chino. «Lo que descubrimos al visitar estos centros de detención masiva es que [los detenidos] tienen terminantemente prohibido hablar en uigur y son obligados a hablar en chino todo el tiempo, así como a renunciar a su religión». Si quieren albergar la esperanza de volver a sus hogares, concluyó Jazexhi, los internos «deben renunciar a su identidad uigur, a Dios, a su creencia en el islam y al idioma uigur, y en su lugar siempre hablar en chino mandarín y reconocer la supremacía del Partido Comunista».
Esto sucedió a fines de agosto. A Jazexhi le dijeron en Sinkiang que no debía informar nada negativo sobre su visita, o de lo contrario debería atenerse a las consecuencias. El mismo ignoró la advertencia y pronto llegaron las represalias. Albania es uno de los Estados miembros fundadores de la Cooperación China-CEEC (China-Europa Central y Oriental), que forma parte de la Iniciativa Cinturón y Carretera del PCCh. China es extremadamente influyente en Albania y está recuperando lentamente la posición de principal socio político y económico del país que disfrutó durante el sangriento régimen comunista de Enver Hoxha (1908-1985). En el mes de diciembre, a Jazexhi, el sumamente conocido y publicado académico, le dijeron que durante el próximo semestre no se le pedirá que imparta ningún curso en su universidad albanesa. No se le proporcionaron explicaciones, pero Jazexhi comprendió fácilmente los motivos. El largo brazo del dragón chino había llegado a una universidad de Dürres, Albania, para enseñarle a Jazexhi y al mundo que los que se niegan a difundir las noticias falsas del PCCh serán castigados. Las protestas de los medios de comunicación canadienses fueron ignoradas.
Me siento personalmente impresionado por la historia, tanto porque he documentado las intolerables interferencias del PCCh en el extranjero en una película documental como porque he vivido una experiencia similar. Soy un estudioso de los nuevos movimientos religiosos y he investigado exhaustivamente a la Iglesia de Dios Todopoderoso, el movimiento religioso actualmente más perseguido en China. En el año 2017, las autoridades chinas me invitaron a dos seminarios sobre la Iglesia de Dios Todopoderoso, con viajes de estudio en los que a mí y a otros académicos se nos permitió entrevistar a «exmiembros reformados», genuinos o no, del movimiento fuertemente perseguido, los cuales fueron fraudes flagrantes y no muy sutiles o aterrorizadas víctimas del maltrato policial.
Al igual que Jazexhi, viajé a China con una mente abierta y me preparé para escuchar la versión china de la historia, pero regresé completamente convencido de que las acusaciones contra la Iglesia de Dios Todopoderoso eran noticias falsas creadas por la propaganda del PCCh. No recibo un salario de ninguna institución pública, y el PCCh no pudo atacarme utilizando el «método Jazexhi». Sin embargo, tanto yo como académicos de ideas afines a menudo somos objeto de oscuras campañas de difamación, tanto más desde que comenzamos a publicar Bitter Winter. El PCCh no está interesado en un debate abierto sobre la libertad religiosa y los derechos humanos. Prefiere comprar, corromper o intimidar. No obstante, al hacerlo, demuestra una vez más sus verdaderas intenciones y confirma la malvada naturaleza que las noticias falsas tratan de negar.