Mientras el coronavirus se propaga por la martirizada región, el PCCh afirma una vez más, falsamente, que todos los reclusos han sido liberados y que la epidemia está bajo control. Nada más alejado de la verdad.
por Ruth Ingram
¡Buenas noticias! Los reclusos del campo de internamiento no corren ningún tipo de peligro de contraer el coronavirus. ¿Por qué? Porque todos se han «graduado» y ahora son libres. Así lo afirmó Elijan Anayit, portavoz del Gobierno de Sinkiang, durante una conferencia de prensa celebrada el 22 de febrero en la capital regional, Ürümqi.
Al hacer todo lo posible por disipar los temores de la diáspora uigur de que los llamados «aprendices vocacionales», también conocidos como reclusos de los campamentos de transformación por medio de educación, puedan ser presas fáciles del mortal virus, la última declaración del Gobierno de Pekín solo puede ser interpretada como otro desesperado intento de limitación de daños tras la filtración de la «lista de Karakax», un documento que detalla los motivos del confinamiento de 311 uigures en el sur de Sinkiang.
La diáspora uigur dispersa alrededor del mundo no se siente convencida por la tranquilizadora versión del destino de millones de sus compatriotas, de los que se dice que son presas fáciles, ya que la incidencia de los que caen presa del virus aumenta día a día. Las garantías de que sus familiares se encuentran sanos y salvos han caído en los desconfiados oídos de quienes se sienten sumamente preocupados por el bienestar de sus familiares confinados. Las abundantes historias sobre desnutrición, hacinamiento, tortura e incluso violaciones que salen de los campamentos reflejan una imagen de cientos de miles de prisioneros desinformados que esperan, sin saberlo, ser atrapados por un virus que se especializa en atacar a los más débiles y vulnerables.
Desde que, en el año 2017, la draconiana mano de Chen Quanguo cerrara de golpe las rutas aéreas, se ha perdido todo contacto con la patria. Ciertamente, no hay indicios de que la mayoría de los detenidos en las llamadas «escuelas de formación profesional» voluntarias hayan sido liberados. Y en lo que respecta a aquellos que han tenido la suerte de haber sido liberados, una gran cantidad parece haberse «graduado» de un régimen y haber ingresado en otro de esclavitud en fábricas, hacinamiento en dormitorios y producción en masa de ropa y teléfonos móviles para los mercados mundiales.
Arremetiendo en contra de los principales medios de comunicación que criticaron el manejo de la epidemia por parte del Gobierno chino, el China Daily ha calificado los informes del New York Times, el Foreign Policy y el China Uncensored como «basura anti-China». De manera simultánea, el Gobierno de Pekín ha puesto en marcha una guerra sucia contra Adrian Zenz, el investigador que ha registrado de forma meticulosa el surgimiento de los campamentos desde su inauguración en el año 2016. Lo ha tildado de «académico anti-China» y ha elogiado el trabajo de dos reporteros de Grayzone que lanzaron críticas indirectas sobre su integridad académica y se burlaron de su fe religiosa personal.
El Gobierno de Sinkiang, en su preocupación por detener el flujo de malas noticias que escapan de la zona, ha bloqueado el acceso de los medios de comunicación a la región, declarando que toda la información relativa a la provincia es un secreto de Estado. Todos los boletines cuidadosamente coreografiados que se filtran de vez en cuando ofrecen lugares comunes sobre la situación actual.
Los rumores que afirmaban que en Sinkiang se estaba minimizando la cantidad de enfermos afectados por el virus, a fin de evitar más escándalos relacionados con los campamentos, han sido decididamente acallados por un funcionario de la Región Autónoma Uigur de Sinkiang de China, quien lanzó acusaciones y condenó enérgicamente los informes, afirmando que «no poseían ningún tipo de fundamento».
Elijan Anayit, portavoz de la Oficina de Información del Gobierno Popular de Sinkiang, durante una conferencia de prensa celebrada en Ürümqi el pasado sábado, condenó la «aterradora desinformación» que las fuerzas de «Turquestán Oriental» están difundiendo en el extranjero.
El mismo afirmó que las especulaciones que sostienen que «los centros de educación y capacitación vocacional de Sinkiang» son focos de diseminación del coronavirus o que el «Gobierno chino podría utilizar el nuevo coronavirus para acabar con el millón [de hecho, más] de musulmanes confinados en los campos de concentración», no tenían sentido.
«Desde el brote del coronavirus, Sinkiang ha estado implementando firmemente las decisiones y planes sobre prevención y control de la epidemia emitidos por el Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh), y priorizando la seguridad y la salud de las personas sin importar a qué grupo étnico pertenezcan», les dijo Anayit a los reporteros.
Hasta la medianoche del viernes, Sinkiang «poseía 76 casos confirmados de COVID-19, entre los cuales dos fueron mortales. Veinticuatro pacientes se han recuperado hasta ahora», se apresuró a tranquilizar al mundo.
En la fotografía utilizada para ilustrar la diatriba de Anayit, había una pequeña pista sobre la apresurada improvisación propia de las noticias falsas creadas por el Gobierno de Pekín. A varios uigures de edad avanzada se los ve felizmente sentados junto a tazones de té sin ninguna preocupación y en el pie de foto se la describe como «Personas placenteramente reunidas en un hogar de la Región Autónoma Uigur de Sinkiang».
Los lectores novatos de la historia no se habrán dado cuenta que esta toma se hizo dentro de una famosa casa de té emplazada en Kasgar, donde hace al menos cien años los ancianos se reúnen para matar el tiempo. La misma no tiene relevancia para la historia y además es una mentira.
El PCCh confía en que la región es una zona poco conocida en el mundo y que muy pocos en el lugar han presenciado los recientes acontecimientos. Olvida que hay quienes han visto las atrocidades desplegarse ante sus propios ojos y que hay quienes han experimentado algunos de los horrores por sí mismos. Y nunca lo olvidarán.
Las afirmaciones del Global Times de que los archivos de la lista de Karakax son «exagerados» y de Mehmutjan Umarjan, jefe del condado de Moyu (el condado en cuestión), de que «las fuerzas de Turquestán Oriental fabricaron la lista para separar a Sinkiang del país», son indicativos de un PCCh que se ha visto acorralado en un rincón sin tener a dónde huir. La afirmación del Global Times de que los campamentos de transformación por medio de educación forman parte de una estrategia de lucha contra el terrorismo y el extremismo y que todos los esfuerzos antiterroristas se llevan a cabo de acuerdo con la ley tiene muy poco peso frente a la creciente evidencia de lo contrario.
La mayor parte de los observadores de China encuentran estas afirmaciones muy poco tranquilizadoras y los desesperados familiares de los desaparecidos aguardan en agonía, con la esperanza de que la plaga siga su curso.