Un exingeniero de 83 años le relata a Bitter Winter el calvario por el que tuvo que pasar solicitando la asignación de beneficios de jubilación legítimos: el mismo fue brutalmente golpeado y recluido en un hospital psiquiátrico.
por Han Sheng
Yan Chunxiang, un exingeniero asistente de 83 años, procedente de la provincia china central de Hubei, ha estado luchando contra el Gobierno durante los últimos 20 años, tratando de defender sus derechos y los de sus colegas de recibir las pensiones que tanto les ha costado ganar. No ha podido disfrutar de su retiro en absoluto, ya que ha pasado cada minuto del día solicitándole al Gobierno que les conceda lo que él y sus colegas tienen derecho a recibir. Durante el proceso, ha enfrentado repetidas persecuciones, ha sido golpeado por matones contratados por el Gobierno, y en dos ocasiones ha sido detenido en un hospital psiquiátrico.
“Cada día que permanezca vivo, seguiré pidiendo lo que nos corresponde. Al ser uno de los representantes electos de estos trabajadores jubilados, tengo que asumir la responsabilidad por ellos, así como también por mí mismo”, afirmó el Sr. Yan en una entrevista con Bitter Winter.
Sin beneficios de pensión tras 30 años de trabajo
Yan Chunxiang se unió a la fuerza laboral en el año 1958. Unos pocos años después, comenzó a trabajar para una empresa estatal, donde dirigió grupos de trabajadores para abrir cuatro fábricas de maquinaria. Los activos de la empresa finalmente crecieron hasta sobrepasar los 10 millones de yuanes (aproximadamente 1,4 millones de dólares), y sus productos se vendían tanto en el país como en el extranjero.
En el año 1990, tras más de 30 años de servicio continuo, el Sr. Yan se retiró formalmente con una pensión mensual de 166 yuanes (aproximadamente 25 dólares), lo cual en ese momento era considerado una compensación decente. No obstante, el monto permaneció invariable durante diez años, y las pensiones dejaron de tener valor, lo que no concuerda con el veloz crecimiento económico de China. Además, el Sr. Yan y otros empleados jubilados que trabajaron en la empresa durante décadas nunca han recibido los beneficios de seguridad social a los que tenían derecho legalmente.
El 28 de agosto del 2000, el empleador del Sr. Yan obligó a 44 trabajadores jubilados a firmar un acuerdo, según el cual cada uno recibiría una asignación única de 9000 yuanes (aproximadamente 1275 dólares) de sus pensiones. La propuesta provocó una gran insatisfacción entre los jubilados.
En opinión del Sr. Yan, esto constituía una violación de las normas gubernamentales. Un documento adoptado por el Partido Comunista Chino (PCCh) estipula expresamente que los empleadores deben proporcionar pagos mensuales de pensión (o jubilación) y no permite la liquidación por única vez. El documento establece además que ningún empleador deberá asignar por la fuerza los beneficios de pensión acumulados de un empleado ni utilizar otros medios para dejar sin efecto su cobertura de seguridad social.
El Sr. Yan se embarca en un largo camino para defender sus derechos
Con la esperanza de obtener la pensión de jubilación a la que legalmente tiene derecho, el Sr. Yan recurrió en repetidas ocasiones al Gobierno del poblado, explicándoles a los funcionarios que no era correcto obligar a los trabajadores a aceptar una asignación única, pero las autoridades continuaron haciendo oídos sordos a las súplicas del Sr. Yan.
Otros trabajadores jubilados eligieron al Sr. Yan y a otros dos trabajadores retirados (ambos ya fallecidos) para que actuaran como sus representantes en la lucha por sus derechos, y a partir de entonces, el Sr. Yan se embarcó en un camino de petición con el Gobierno.
Para el año 2006, el Gobierno local aún no había prestado atención ni había resuelto las cuestiones planteadas por el Sr. Yan y los otros representantes. En lugar de ello, el comité de la aldea asignó personas para que los supervisaran. Sin otra opción, los tres hombres decidieron ir a presentar sus peticiones a Pekín. Lo que no esperaban era que todo el sistema estatal –desde las autoridades locales hasta el Gobierno superior de Pekín– conspirara contra ellos. Tras desembarcar en Pekín, los tres peticionarios fueron arrestados. El Sr. Yan se sentía desconcertado: ¿cómo sabía la policía que iban a presentar una petición? En la estación de policía, los agentes quemaron indiscriminadamente todos los materiales de petición que los tres ancianos peticionarios llevaban consigo y los obligaron a abandonar Pekín.
Según el Sr. Yan, desde entonces, ha viajado a Pekín a presentar peticiones en más de 20 oportunidades. En la mayoría de los casos, tan pronto como llegaba a Pekín, el Gobierno de Ezhou enviaba personas para que lo escoltaran de regreso. No obstante, no se deja intimidar y nunca ha renunciado a su misión de defender los derechos de todos los trabajadores jubilados.
Reiterada y despiadadamente golpeado por matones a sueldo
El 9 de junio de 2009, el Sr. Yan, de 73 años de edad en ese entonces, se dirigió a la oficina del Gobierno de la ciudad de Ezhou para presentar una petición para sí mismo. Para su sorpresa, tan pronto como se bajó del autobús, tres jóvenes que no conocía lo interceptaron y lo golpearon. A causa de la golpiza perdió varios dientes y su tobillo se fracturó luego de que los atacantes lo patearan. Las cicatrices en su tobillo siguen siendo visibles hoy en día.
Luego de aquel incidente, fue golpeado por matones contratados por el Gobierno en dos ocasiones más. El 10 de junio de 2011, viajó nuevamente a Pekín junto a otro representante, el Sr. Liu. En Pekín, funcionarios del Gobierno de la ciudad de Ezhou contrataron matones para que llevaran por la fuerza al Sr. Yan y a su colega a un lugar remoto y los golpearan brutalmente. Los dos hombres permanecieron en un cuarto oscuro durante casi 72 horas, y fueron desprovistos de sus teléfonos móviles. Posteriormente, fueron escoltados de regreso a Ezhou.
De camino a su hogar desde Ezhou, el Sr. Yan fue golpeado una vez más. El mismo decidió llamar a la policía, pero tras llegar y escuchar toda la historia, los agentes solo dijeron que no habrían ido si hubieran sabido de qué se trataba el asunto, y se retiraron rápidamente del lugar.
Estos actos de brutalidad no disuadieron al Sr. Yan. Por el contrario, las golpizas fortalecieron aún más su determinación de obtener justicia.
Recluido en un hospital psiquiátrico
Cuando no viajaba a Pekín, el Sr. Yan seguía presentando peticiones en oficinas gubernamentales a nivel provincial, municipal y distrital, pero los burócratas seguían haciendo caso omiso a sus peticiones. Algunos incluso le preguntaron si no temía que alguien intentara matarlo en mitad de la noche.
Entre 2015 y 2018, el Sr. Yan contrató a varios abogados para que apelaran en su nombre, pero el tribunal rechazó sus apelaciones en cada una de las oportunidades y se negó a abrir un caso en su nombre. El mismo además recibió una «notificación de inadmisibilidad» procedente de las autoridades de petición a nivel provincial, municipal y distrital.
El 5 de marzo de 2019, funcionarios de la aldea llevaron por la fuerza al Sr. Yan, quien ya había cumplido 83 años, al Hospital Psiquiátrico de la ciudad de Ezhou. El Sr. Yan recordó que ese día, fue atado a una silla en un pasillo frío y fue dejado allí durante la noche. Posteriormente, fue obligado a tomar un total de 20 drogas desconocidas junto a sus tres comidas diarias. El médico que lo atendió le dijo al Sr. Yan que no padecía una enfermedad mental, pero que había sido recluido a causa de las peticiones. “El Gobierno me pidió que hiciera esto. No tengo otra opción», afirmó el médico. El Sr. Yan fue liberado luego de haber pasado aproximadamente dos semanas en la institución psiquiátrica.
El 18 de julio, el Sr. Yan volvió a viajar solo a Pekín, pero el personal enviado por el comité de la aldea pronto lo encontró y lo escoltó por la fuerza a su hogar. En esta ocasión, su tarjeta de identificación fue confiscada, y la policía recluyó al Sr. Yan en el mismo hospital psiquiátrico. Cuando sus familiares fueron a visitarlo, vieron al anciano confinado en un patio, tomando aire fresco junto a más de 100 pacientes, mientras miembros del personal del hospital vigilaban la puerta. El Sr. Yan se sentía sumamente angustiado y les pidió a sus familiares que lo sacaran del hospital.
Luchando por sus derechos hasta la muerte
El hijo del Sr. Yan se siente exasperado por las acciones llevadas a cabo por el Gobierno, pero no puede hacer nada al respecto. El mismo cree que el Gobierno no se atreve a matar a su padre, por lo que están haciendo todo lo posible para enloquecerlo. En repetidas ocasiones ha declarado que su padre no padece ningún tipo de enfermedad mental y les exigió a los médicos del hospital que dejen de suministrarle o inyectarle drogas por la fuerza.
“El Gobierno es sumamente siniestro. Todos los funcionarios gubernamentales se protegen entre sí. La gente común no tiene más remedio que aceptar el castigo que el Gobierno les imponga. Si las autoridades dicen que te matarán, lo harán”, le dijo a Bitter Winter una fuente cercana al Sr. Yan.
A pesar de todas las dificultades, el Sr. Yan no planea darse por vencido. «Si el año que viene tengo una oportunidad, viajaré a Pekín para presentar una petición», afirmó el hombre con determinación. “Solo la muerte me detendrá. Los ancianos deben ser atendidos, sus necesidades deben ser satisfechas, y los enfermos deben recibir tratamiento. Todo el mundo está tratando de vivir y sobrevivir. Hago esto para luchar por mis derechos e intereses legales, incluso durante mi vejez».