Los académicos chinos afirman que el acuerdo entre el Vaticano y China sigue el “modelo vietnamita”. Pero lo malinterpretan.
Massimo Introvigne
En 1996, el monseñor (ahora cardenal) Pietro Parolin, la fuerza motriz tras el acuerdo entre el Vaticano y China firmado el sábado pasado en Pekín, era el Subsecretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados, cargo equivalente al de viceministro de Relaciones Exteriores. En calidad de tal, negoció y firmó un acuerdo con el Gobierno comunista de Vietnam. El acuerdo concedía al Vaticano la potestad de proponer tres candidatos al cargo de obispo de cada diócesis vacante. Las autoridades vietnamitas, en la práctica el Partido Comunista de Vietnam (PCV), elegirían entre los tres al candidato que sería designado y el Vaticano lo consagraría como obispo. En 2010 se modificó el acuerdo, pero lo esencial permaneció igual.
Actualmente, el cardenal Parolin es el Secretario de Estado del Vaticano. Era lógico suponer que repetiría con China su propio modelo de Vietnam. Los académicos chinos así lo manifestaron. En diciembre de 2016, el profesor Wang Yiwei, director del Instituto de Asuntos Internacionales y del Centro para Estudios de la Unión Europea de la Universidad de Renmin, afirmó: “Es muy probable que Pekín y el Vaticano adopten el acuerdo de 2010 entre Vietnam y el Vaticano, lo que supone que el Vaticano aparentemente designará a los obispos, pero será China la que sugiera previamente a los candidatos”. En febrero de 2018, el periódico en lengua inglesa del Partido Comunista Chino (PCCh), el Global Times, escribió que las personas que participaban en la negociación estaban “buscando una alternativa aceptada tanto por China como por el Vaticano para el nombramiento de obispos. Para el nombramiento episcopal pueden acudir, por ejemplo, al ‘modelo vietnamita’, según el cual el papa puede elegir al obispo entre los nombres de una lista propuesta por el Gobierno vietnamita”.
En realidad, el Global Times estaba equivocado. En Vietnam, es el Gobierno el que elige al obispo entre los nombres de una lista propuesta por el Vaticano, y no al revés. Expertos católicos también criticaron los comentarios del profesor Wang. Explicaron que los nombres presentados por el Vaticano al Gobierno no son sugeridos previamente por el Partido Comunista de Vietnam (PCV). De hecho, muchos candidatos son vietnamitas que han estudiado en Italia, Francia o Estados Unidos, no exactamente el tipo de sacerdote que le gusta al PCV. El investigador sénior Anthony Lam comentó que, “que alguien diga que han sido seleccionados por el Gobierno es un grave insulto y absolutamente inaceptable para los católicos de las diócesis afectadas”. De hecho, con frecuencia ha ocurrido que la elección del Gobierno entre los tres candidatos se ha retrasado durante años porque al PCV no le parecía adecuado ninguno de ellos.
Por supuesto, el acuerdo entre el Vaticano y China tiene algo en común con el modelo vietnamita. En ambos casos, la designación episcopal en la Iglesia católica es el resultado de una negociación entre la Santa Sede y un partido comunista en el que el partido, oficialmente ateo, representa un papel crucial en la selección de los obispos. En este sentido, quienes califican el acuerdo entre el Vaticano y China como un acuerdo “sin precedentes”, no tienen razón del todo, precisamente porque existe el precedente de Vietnam.
Sin embargo, los académicos y los medios de comunicación chinos han interpretado y tergiversado el modelo vietnamita conforme a sus propias prioridades. El Global Times afirmó que en el catolicismo vietnamita “el obispo solo tiene un estatus religioso simbólico”, lo cual está lejos de ser verdad. Es cierto que el PCV, y más aún en los últimos años, ha endurecido su control sobre la religión, pero los obispos no son en absoluto figuras meramente decorativas. El mismo artículo estableció una diferencia entre China y Vietnam al decir que “China sigue insistiendo en que los católicos de China eligen a sus propios obispos. Por lo tanto, hay una posibilidad de que el Vaticano ceda, abandone su derecho a elegir y designar y reconozca la legitimidad del obispo elegido por China”.
Al referirse a los obispos “elegidos por los católicos chinos”, es pura propaganda para referirse a los obispos “elegidos por el PCCh”. Este no es el modelo vietnamita. Sin embargo, es lo que China quería conseguir en su negociación con el Vaticano. Según sabemos, el contenido del acuerdo es secreto. Se especula que podría ser contrario al modelo vietnamita (o al modelo vietnamita tal y como lo malinterpreta, voluntariamente o no, el Global Times): el Gobierno propondrá tres candidatos y el Vaticano elegirá uno. O, a la inversa, el Gobierno propondrá un candidato, pero el Vaticano podrá vetarlo, en cuyo caso el PCCh tendrá que proponer otra posibilidad. El tiempo lo dirá y muy pocos acuerdos secretos permanecen siendo secretos para siempre. A primera vista, el cardenal Parolin ha alcanzado un acuerdo peor en China que el que alcanzó hace veinte años en Vietnam.