El hermano Zhang Wenbo le contó a Bitter Winter cómo fue suspendido en el aire mientras se encontraba atado con una cuerda, golpeado con un tubo de acero y quemado con cigarrillos. ¿Su único crimen? Predicar una religión prohibida.
Por Ruth Ingram
Crueldad despiadada y destrucción sin sentido
Decenas de miles de personas acosadas, más de seis mil arrestadas, muchas de los cuales han sido torturadas, más de mil sentenciadas y 19 asesinadas, todo en un año. Pero las cifras por sí solas no le hacen justicia al recuento de brutalidad y sádico acoso llevado a cabo el año pasado por el Gobierno chino contra los miembros de la Iglesia de Dios Todopoderoso (IDT). La vasta escala de abuso sólo puede ser descrita como una campaña sostenida de crueldad despiadada y destrucción sin sentido contra un grupo de personas cuya única súplica es que se les permita practicar su fe en paz. Dicho accionar desafía toda explicación, motivo o lógica.
Una víctima de la persecución que logró huir de China hace dos meses es Zhang Wenbo, un esposo y padre de 50 años de edad, procedente de la ciudad de Lingbao, en la provincia de Henán. El mismo habló con Bitter Winter desde su exilio en España, donde se convirtió en uno de los 564 solicitantes de asilo de la IDT que esperan allí en ascuas, separados de sus seres queridos y enfrentándose a un futuro incierto mientras se debate su destino.
Este nuevo movimiento religioso cristiano (también conocido como Relámpago Oriental) se estableció en China en el año 1991 y cree que Jesucristo ha regresado a la tierra encarnado en una mujer china, a la que llaman «Dios Todopoderoso». La IDT ha sido perseguida desde sus inicios, pero ha sido objeto de un especial escrutinio y ataque durante los últimos años, desde que Xi Jinping intensificara su campaña de sinificación, y se ha distinguido por haber sido sometida a una intensa persecución. Con el objetivo final de acelerar y promover la desaparición de la religión y establecer a China como una zona caracterizada por el ateísmo, a todas las religiones se les han impuesto nuevos reglamentos draconianos sobre asuntos religiosos.
Según las estadísticas incompletas incluidas en el informe anual sobre persecución recientemente publicado por la IDT, entre el año 2011 y fines del 2019, más de 400 000 miembros de la IDT fueron arrestados por las autoridades chinas, y la cantidad de creyentes que han muerto como resultado de la persecución desde el establecimiento de la Iglesia ha llegado a 146.
La historia de Zhang Wenbo
La historia de Zhang Wenbo comenzó hace 21 años luego de que un pariente le hablara del nuevo movimiento denominado IDT y de su creencia en Dios Todopoderoso. Hasta entonces, había sido un cristiano tradicional llevado a la fe de joven por un tío que era predicador en una iglesia doméstica local. Desde sus primeros días, recuerda que la persecución de las autoridades fue algo central en sus vidas como creyentes. Su tío fue arrestado en el año 1978 y torturado a causa de su fe y su trabajo misionero, y su familia se convirtió en un blanco clave de la vigilancia gubernamental.
Luego de unirse a la IDT en el año 1998, decidió ser misionero y comenzó su nueva vocación con entusiasmo. Por un lado, trabajaba en el negocio familiar vendiendo muebles, y por otro lado pasaba todo el tiempo posible compartiendo su nueva fe. Durante cuatro años viajó por la zona, hablando con quien quisiera escucharlo, y escapó por poco de varios arrestos. Pero las cosas empeoraron en el año 2003, cuando tras una larga operación de vigilancia tendiente a controlar las actividades del Sr. Zhang, un día, más de una docena de agentes de policía rodearon repentinamente el edificio donde se encontraba reunido con cuatro miembros de la Iglesia.
«Cinco o seis de ellos irrumpieron en la sala donde estábamos reunidos y nos escoltaron hasta la comisaría del poblado, donde me torturaron para obligarme a entregar a los líderes de la Iglesia», afirmó. En un intento de quebrantarlo, se le ordenó que se agachara apoyando la punta de los dedos en el suelo y que luego mantuviera una posición de media cuclillas durante un considerable período de tiempo. Fue cegado por un foco de 1000 vatios, lo cual le causó un insoportable dolor de cabeza y en los ojos. Cada vez que intentaba dormir por la noche era golpeado sin piedad. «Realmente no podía entender por qué me infligían un tormento tan cruel», afirmó. «No había cometido ningún crimen. Sólo practicaba mi fe y predicaba el Evangelio».
Finalmente fue liberado bajo fianza al día siguiente gracias a la ayuda de amigos, pero esto fue seguido por un implacable acoso por parte de la policía local, visitas a su fábrica, incesantes interrogatorios, exigencias de abandonar su fe y convocatorias a la estación de policía, razón por la cual no le quedó otra opción que huir.
Entre los años 2003 y 2012, viajó, hospedándose en los hogares de miembros de la IDT o alquilando apartamentos, trabajando donde podía y aprovechando todas las oportunidades que se le presentaban para difundir su mensaje y predicar a los que lo escuchaban. Algunos a los que predicaba eran receptivos y otros lo ahuyentaban. Algunos lo albergaron pero otros lo traicionaron, obligándolo a huir una vez más.
El miedo lo perseguía. Pasó su vida mirando por encima de sus hombros y escuchando los pasos en las escaleras y los golpes en la puerta. En muchas oportunidades casi no logra escapar y siempre estaba listo para salir huyendo. Pero en el año 2012, mientras se encontraba en una misión de predicación en la provincia de Guizhou, se le acabó el tiempo.
Brutalmente torturado en la ciudad de Tongren
«El 17 de diciembre me reuní con cuatro miembros de la Iglesia en un edificio que, según supimos más tarde, estaba siendo vigilado de cerca por el Partido Comunista Chino (PCCh)», recuerda. «El director de la Agencia de Seguridad Pública de la ciudad de Tongren, junto con más de una docena de policías, irrumpieron en la habitación donde estábamos reunidos y nos escoltaron hasta la estación de policía del distrito de Bijiang de la ciudad de Tongren, donde me interrogaron sobre los líderes de la Iglesia».
Tras negarse a confesar, lo abofetearon y golpearon con crueldad. Fue atacado hasta el punto de perder el conocimiento, y su cuerpo quedó cubierto de moretones.
Desde allí fue arrastrado hasta el sótano donde fue sometido al «columpio». «Fui esposado a la parte superior del marco de una puerta sin que mis pies tocaran el suelo», afirmó. “Luego me ataron los pies con una soga que utilizaron para balancearme de un lado a otro. Como las esposas estaban firmemente sujetas a mi piel, sentí un dolor tan insoportable en mis muñecas que grité de agonía”. El mismo describió cómo el otro extremo de la cuerda había sido atado al marco de una ventana haciendo que su cuerpo colgara en una posición inclinada durante media hora, lo cual provocó que sus manos se entumecieran.
Lo peor aún estaba por venir.
«Al ver que no tenía intención de confesar, me dejaron tirado en el suelo, apagaron la cámara de vigilancia que se encontraba situada en una esquina y comenzaron a golpear mi espalda, cintura y hombros con un tubo de acero de 70 cm de largo por 3 cm de diámetro. Me dolía mucho el pecho”, afirmó. Exámenes médicos posteriores revelaron que una de sus costillas había sido severamente dañada durante dicha golpiza.
Continuando con su brutalidad, los oficiales de policía lo obligaron a arrodillarse en el suelo, presionando con fuerza el tubo de acero y haciéndolo rodar sobre sus pantorrillas, lo cual le causó un insoportable dolor, como si sus rodillas y tobillos hubieran sido aplastados. «Ante su salvajismo, todo lo que pude hacer fue invocar incesantemente a Dios para que me protegiera y me ayudara a no atraicionarlo» afirmó, recordando, según sus propias palabras, el sufrimiento de Jesús, que fue lo que lo mantuvo en pie.
“Me torturaron de esta manera durante un tiempo y luego esposaron mis manos a la pared, una de ellas fue fijada sobre mi cabeza y la otra debajo de mi cintura en forma de cruz inclinada. No podía pararme ni ponerme en cuclillas, sino solo mantener esta dolorosa posición haciendo que un pie tocara el suelo. También me obligaron a fumar dos paquetes de cigarrillos, soplaron humo en mis fosas nasales, me quemaron la barba, me patearon y golpearon, e incluso me aplicaron un líquido desconocido en el rostro. Este líquido formó una máscara que me provocaba tal picazón que no podía evitar retorcerme. Mientras tanto, apretaban y tiraban tan fuertemente de mis muñecas que un dolor punzante atravesó todo mi cuerpo. Solo deseaba que el tiempo pasara más rápidamente”, recordó, antes de relatar la humillación y degradación final que experimentó durante esas oscuras horas.
«Posteriormente, me quitaron la ropa interior, encendieron un cigarrillo y lo utilizaron para quemar el vello púbico alrededor de mi ano», afirmó con amargura. «Comenzaron a insertar los cigarrillos encendidos en mi ano uno tras otro. Seguí luchando y gritando con gran dolor mientras los oficiales estallaban en risas perversas de vez en cuando». El mismo describió estos insultos y humillaciones como más dolorosos que el propio tormento físico.
«En ese momento, deseé haber muerto», afirmó, anhelando reprenderlos y preguntarles por qué les daba tanto placer infligirle dicho tormento. «¿Son demonios del infierno?», preguntó, describiendo a continuación el traumático efecto causado por la tortura que nunca lo abandonó. Cada vez que va al baño, la escena se repite en su mente. No puede deshacerse de ella. Una severa colitis es una de las duraderas consecuencias de la terrible experiencia que lo acompaña hasta el día de hoy.
Golpeado e insultado por otros prisioneros
El 18 de diciembre de 2012 fue transferido al centro de detención del distrito de Bijiang de la ciudad de Tongren. Fue pateado mientras se encontraba tirado en el piso en varias ocasiones. Recuerda a los oficiales de escolta riéndose histéricamente y diciéndose unos a otros: «Él cree en Dios, es un preso político. Aunque lo matáramos a golpes, quedaríamos impunes en la corte».
Durante el tiempo que permaneció detenido, apenas fue alimentado. Otros prisioneros se complacían golpeándolo e insultándolo, a instancias de los guardias. No obstante, a pesar de todo lo que tuvo que soportar, consideró que gracias a una intervención divina primero fue enviado a un centro de detención con una estadía máxima de un mes, en lugar de haber sido directamente ingresado en una casa de detención, lo cual habría sido un preludio de un posterior juicio y sentencia. Esta «casualidad» administrativa les permitió a sus familiares y amigos de la IDT utilizar sus conexiones para lograr que lo liberaran bajo fianza. Su libertad fue comprada con 16 000 yuanes (2290 dólares), a pesar de que la tarifa de liberación fue registrada en solo 3 000 yuanes (430 dólares). El resto del dinero se lo quedó la policía.
Tras su liberación, regresó a su hogar para descubrir que había sido puesto bajo vigilancia a largo plazo. Fue interrogado con frecuencia, su teléfono era vigilado durante las 24 horas del día, los 7 días de la semana, y tenía que reportarse cada mes. Le dijeron que enfrentaría cinco años de prisión si continuaba aferrándose a sus creencias. Al negarse a abandonar su fe y al no querer que su esposa e hija se metieran en problemas, una vez más, no tuvo otra alternativa que huir.
Luego de haber logrado escapar por poco en varias ocasiones mientras predicaba en la ciudad de Sanmenxia de la provincia de Henán, en el año 2013, reanudó su patrón de trasladarse de un lugar a otro.
Entre los años 2013 y 2018, apenas se contactó con su esposa e hija. «Era demasiado peligroso para todos», afirmó. Al enterarse en el año 2016 que la policía había intensificado su búsqueda, sus familiares le enviaron mensajes urgentes diciéndole que no volviera a su hogar ni se pusiera en contacto con ellos. En el año 2018, una severa colitis lo llevó a un punto de quiebre y se refugió con una tía, donde pudo ver a sus padres por última vez. La gota que colmó el vaso fue la noticia de que la policía les había informado a sus padres que era necesario identificar un cuerpo en la morgue, lo cual requería una muestra de ADN de todos los miembros de la familia. Al darse cuenta de que era una trampa, el Sr. Zhang escapó una vez más, resuelto a abandonar el país de alguna manera.
Finalmente, y con gran dificultad, en diciembre de 2019, logró obtener un visado y viajar a España con una visa de turista. Allí, se puso en contacto con otros miembros de la IDT y solicitó asilo. La agonía provocada por la separación de su esposa e hija, las cicatrices mentales causadas por la tortura y los años de haber sido perseguido por la policía lo acompañan a diario. Siempre está mirando por encima de su hombro, sabiendo que el Gobierno de Pekín está decidido a arrastrar hasta el último miembro de la IDT a sus garras, y su único sueño es llegar al siguiente día. No le es fácil pensar en un futuro sin tener a su esposa a su lado.
Esperando asilo en Europa
Intentar explicar la implacable y despiadada persecución de los miembros de la IDT llevada a cabo por el PCCh tanto en el país como en todo el mundo es inútil. Un exiliado de la IDT que vive en Gran Bretaña, al que también entrevisté, ha tratado de explicar la victimización a través del siguiente proverbio chino, Sha yi jing bai (杀一儆百), cuya traducción es matar a uno para advertir a centenares. Heather, una miembro de la IDT que vive en Gran Bretaña, y Emily, quien también pudo huir de la persecución y se le concedió asilo en el Reino Unido en el año 2019, sospechan que el PCCh espera que su puño de hierro disuada a otros.
«Pero no se dan cuenta de que la persecución es en realidad lo que nos hace crecer», afirmó Heather. “Piensan que si eliminan a los líderes y se apoderan de todos nuestros fondos, tendrán éxito. En realidad, realmente no entienden lo que nos hace crecer. Somos más de 4 millones de creyentes luego de solo 30 años. Pueden tomar nuestro dinero y matar a nuestros líderes, pero continuaremos prosperando”, afirmó.
Mientras tanto, Zhang Wenbo espera en ascuas su audiencia de asilo. Deposita sus esperanzas en la democracia española y recuerda que la misma, tras una investigación sobre abusos contra los derechos humanos en el Tíbet de ocho años de duración, en el año 2014 emitió una orden de arresto internacional contra el expresidente chino Jiang Zemin.
El mismo siente que posee suficiente evidencia para su apelación, pero encomienda su destino al Gobierno español. «Esta es la razón por la cual vine a España», afirmó. «Sé que no le temen al Gobierno chino y que me tratarán justamente».