A pesar de las protestas internacionales, Tailandia mantiene a los refugiados uigures en campos de detención superpoblados y amenaza con enviarlos de regreso a China.
Massimo Introvigne
El 20 de junio es el Día Mundial de los Refugiados. Debería ser un día de esperanza para los refugiados en todo el mundo, pero no lo es para los musulmanes uigures que escaparon de China y buscaron asilo en Tailandia. Los mismos viven en centros de detención superpoblados e insalubres, temerosos de ser deportados de regreso a China. En Tailandia, las presiones del Gobierno chino parecen pesar más que los llamamientos internacionales a favor de los uigures.
En una declaración brindada por el Día Mundial de los Refugiados, Omer Kanat, director del Uyghur Human Rights Project (Proyecto de Derechos Humanos para los Uigures, UHRP), declaró que «los refugiados uigures que se encuentran detenidos en Tailandia deberían ser liberados. Han sido privados de su libertad durante aproximadamente cinco años y ha llegado la hora de ponerle fin al dolor de su incertidumbre. Si estos uigures fueran enviados de regreso a China, serían entregados en las manos de sus perseguidores. Su temor al Gobierno chino es evidente».
El Sr. Kanat añadió que Tailandia «debería seguir el encomiable ejemplo de Alemania y Suecia y poner fin a las deportaciones de uigures a China». Los uigures que escaparon de China están recluidos desde el año 2014 en campos de detención emplazados en las provincias de Songkhla y Sa Kaeo.
En julio de 2015, tras una campaña internacional a su favor, 173 uigures fueron liberados para comenzar una nueva vida en Turquía. Pero una semana más tarde, el Gobierno tailandés devolvió por la fuerza a más de 100 refugiados a China en violación del principio de no devolución. El Departamento de Estado de Estados Unidos, la Unión Europea y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos criticaron a Tailandia. El Ministerio de Asuntos Exteriores turco también condenó dicho accionar y afirmó que había ocurrido a pesar de los intentos de detener las deportaciones llevados a cabo por el Gobierno turco.
A fines de julio de 2015, una delegación tailandesa fue invitada a China y a su regreso afirmó que los refugiados uigures devueltos habían sido «bien tratados». No obstante, no se han revelado al público los detalles sobre la forma en la que el Partido Comunista Chino (PCCh) gestionó la visita y le concedió a dicha delegación acceso a los uigures que habían sido devueltos, por lo cual tenemos todas las razones para dudar de que esto no fue más que un truco propagandístico.
En enero de 2015, los refugiados uigures detenidos en Tailandia se quejaron ante un periodista uigur basado en Estambul, que se hallaba de visita en Tailandia, sobre problemas de salud y condiciones de hacinamiento en las instalaciones de detención. Tres uigures, entre los que se incluía un niño de tres años, ya habían muerto a pesar de los esfuerzos llevados a cabo por grupos, tales como la Asociación Musulmana Tailandesa, para brindar apoyo. El 1 de agosto de 2018, Bilal, un refugiado uigur de 27 años, murió en un centro de detención para inmigrantes.
Los 49 uigures que permanecen en Tailandia recurrieron a medidas extremas para obligar a las autoridades tailandesas a tomar una decisión sobre sus casos. Algunos se declararon en huelga de hambre y se autolesionaron en señal de protesta al sentirse frustrados por la duración de su detención.
En noviembre de 2017, 20 uigures escaparon del centro de detención donde se hallaban detenidos, 11 de los cuales huyeron a Malasia. En una iniciativa muy bien acogida, Malasia envió a Turquía a los 11 uigures liberados. Al explicar la acción, el Primer Ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, afirmó: «No han hecho nada malo en este país, y por ello son liberados”. Tailandia ahora debe poner fin al maltrato de los uigures que permanecen en el país.