Una cristiana de Henán fue denunciada simplemente por permitir que algunos religiosos cantaran y oraran por ella, lo que incitó a las autoridades a acosarla hasta matarla.
Gu Xi
Para eliminar las creencias religiosas, las autoridades de la provincia china central de Henán, están movilizando vigorosamente a las masas para que denuncien a los creyentes, una práctica común que prevaleció durante la Revolución Cultural. El constante temor a ser atrapados restringe significativamente las actividades religiosas normales de los fieles de varias confesiones, sometiéndolos a hostigamiento y persecución por parte del Estado.
Una de las víctimas denunciadas fue una creyente del condado de Xiayi, en la provincia de Henán, de casi ochenta años que padecía una enfermedad coronaria, hipertensión y diabetes.
El 16 de enero, luego de que fuera dada de alta del hospital donde pasó unos días sometida a tratamiento, sus compañeros creyentes de la aldea fueron a verla y oraron y cantaron himnos para ella. Nunca imaginaron que este acto de compasión provocaría un desastre.
Un informante grabó a los creyentes orando y cantando himnos y los denunció al Gobierno local. Al día siguiente, cuatro funcionarios municipales se presentaron en el hogar de la mujer enferma para interrogarla, sin tener en cuenta que estaba gravemente enferma y en proceso de recuperación. La reprendieron con severidad diciendo: “Ayer había personas en su hogar celebrando una reunión y cantando himnos. ¡Celebrar reuniones privadas es ilegal!”
Su esposo explicó reiteradamente que solo se trataba de unos pocos vecinos que habían ido a visitarlos, y que no se había celebrado ninguna reunión. Les pidió que dejaran en paz a su esposa ya que, debido a su enfermedad, no podía soportar ningún tipo de estrés. Los funcionarios lo ignoraron por completo y no solo la fotografiaron a la fuerza y le exigieron su historial médico, sino que también se presentaron en el hogar de un vecino para hablar sobre su condición.
Las amenazas e intimidaciones de los funcionarios asustaron a la mujer, agravando su condición. La misma sufrió temblores y espasmos en todo el cuerpo, y ya no pudo hablar.
Pero los funcionarios no se detuvieron allí: al día siguiente, los cuatro volvieron a acosarla. La interrogaron acerca de los creyentes que habían ido a su hogar a cantar himnos.
Sus familiares inicialmente pensaron que el problema terminaría allí. Nunca anticiparon que dos funcionarios del Gobierno del condado irían a su hogar un día después para investigar el canto de los himnos. Los funcionarios amenazaron a la mujer diciendo: «Si no fuera por su edad avanzada y que está gravemente enferma, sería arrestada. Celebrar reuniones privadas es un crimen importante».
Luego de que funcionarios gubernamentales se turnaran para intimidarla y amenazarla, la anciana sufrió un gran estrés psicológico y su condición empeoró nuevamente. Murió el 20 de enero, solo cinco días después de haber sido dada de alta del hospital.