Una mujer cristiana acabó suicidándose a causa del hostigamiento que sufría por la vigilancia constante de las autoridades.
por Feng Gang
En diciembre de 2013, el Partido Comunista Chino (PCCh) declaró oficialmente que ponía fin a su sistema de “reeducación por el trabajo”. Sin embargo, desde entonces las autoridades han ideado otras formas de controlar a los ciudadanos, entre ellas los recién creados campos “de transformación por medio de educación”.
El PCCh siempre ha considerado que la fe religiosa es su enemigo y en los últimos años la persecución a los creyentes no ha hecho más que aumentar. Al ser una de las religiones más importantes de China, se han centrado en el cristianismo de muchas formas: desde el derribo de cruces, la demolición de iglesias o la prohibición de la venta de biblias, hasta llegar al encarcelamiento de los creyentes solo por creer en Dios; hoy en día todo esto es tristemente habitual en China.
Bitter Winter estuvo hablando recientemente con Shi Rui (pseudónimo) sobre su suegra, Liu Limei, que se suicidó hace unos años como consecuencia directa de las políticas del PCCh. Estas dos mujeres eran creyentes de la Iglesia de Dios Todopoderoso, hecho que atrajo sobre ellas la atención de las autoridades en primer lugar.
En julio de 2009, arrestaron en su casa a la señora Liu, residente en la ciudad de Shuozhou, en Shanxi. Durante el allanamiento, la policía incluso levantó los suelos y las paredes buscando pruebas de que era creyente.
Mientras realizaron el interrogatorio la hicieron permanecer en cuclillas y no la dejaron dormir durante varios días. Según la señora Shi, su suegra padeció pulso irregular, gastritis y una protrusión de disco en las lumbares antes de la tortura física a la que la sometieron durante la detención.
La señora Liu estuvo detenida ocho días. El último de ellos, su marido pagó alrededor de 50 000 yuanes o 7300 dólares para conseguir que la pusieran en libertad. La policía la tuvo que dejar ir porque no les proporcionó información durante el interrogatorio.
Sin embargo, esta solo fue la primera de las pesadillas de la señora Liu. No solo la hicieron presentarse todos los meses en la Oficina de Seguridad Pública local para reportarse, sino que durante los cinco años posteriores la estuvieron siguiendo constantemente.
Instalaron cerca de su casa una cámara para que la policía pudiera controlar cualquier movimiento que hicieran ella o su familia. Un coche la seguía incluso cuando salía a hacer la compra. La policía la iba a visitar a su casa durante las vacaciones oficiales para preguntarle sobre sus creencias religiosas.
Esta vigilancia también afectó a los lugares de trabajo de la señora Liu y de los miembros de su familia. Agentes de policía se presentaban en la oficina de Liu para tomar muestras de ADN, huellas, etc, razón por la cual sus compañeros la condenaron al ostracismo. Al final, Liu tuvo que acabar dejando su trabajo.
Además de eso, los agentes frecuentaban los lugares de trabajo del marido y del hijo de la señora Liu. Les preguntaban por sus creencias religiosas y esto provocó que a los dos les saltaran con frecuencia a la hora de conceder ascensos y beneficios. La hija de Liu, que aún está en el colegio, también sufrió discriminación. Los líderes de su colegio la llamaban con frecuencia para hablar sobre sus posturas ideológicas.
Dada esta situación, la señora Liu tuvo que romper el contacto con su iglesia y no podía acudir a ninguna reunión. En junio de 2014 las cosas empeoraron aún más cuando el PCCh lanzó su “Campaña de los cien días”. A causa de ese programa arrestaron en masa a cristianos por todo el país. Personas que habían sido arrestadas previamente volvieron a ser detenidas, aun cuando anteriormente se les hubiera puesto en libertad por falta de pruebas.
Y así, la señora Liu huyó al condado de Shanyin de su ciudad-prefectura. Su marido iba a visitarla de vez en cuando en su nueva casa pero ni siquiera él podía quedarse mucho tiempo. Siempre les preocupaba que las autoridades pudieran haberlo seguido. Además ella se enteró de que la policía había ido a su casa a buscarla. Por miedo a que la descubrieran otra vez y la detuvieran, empezó a vivir en una jaula invisible.
No encendía las luces de su nueva casa, ni se atrevía a salir de día. Durante cinco meses vivió en total oscuridad en una habitación pequeña e incómoda.
Incapaz de seguir soportando esta pesadilla por más tiempo, acabó con su vida tirándose al rio en la ciudad de Lüliang. Tenía 44 años.
Cuando encontraron su cuerpo, su marido lloró desconsoladamente. Pero también acabó diciendo: “Tenemos que estar contentos. Por fin es libre. Ya no tiene que vivir una vida miserable perseguida por el PCCh, sin rumbo y escondiéndose por todos lados…”.
Actualmente la señora Shi vive en el extranjero. Ha hecho un llamamiento a la comunidad internacional y a las organizaciones defensoras de los derechos humanos para que la ayuden a acabar con la inhumana supresión de la creencia religiosa del PCCh. También defiende que la Iglesia de Dios Todopoderoso tenga mayor libertad religiosa y espera que los cristianos chinos lleguen a tener algún día la misma libertad que sus iguales occidentales.