Los relatos de abusos sexuales de mujeres uigures y kazajas detenidas son sumamente creíbles. Las monjas budistas también son violadas en los campamentos de transformación por medio de educación del Tíbet, donde la violación es utilizada como una herramienta de reeducación.
por Massimo Introvigne
A fines de enero, un informe confidencial del Ministerio de Relaciones Exteriores alemán sobre los campamentos de transformación por medio de educación de Sinkiang se filtró a algunos medios de comunicación alemanes. El mismo revelaba que, si bien el Partido Comunista Chino (PCCh) afirma que los campamentos simplemente son «escuelas de formación vocacional», en realidad se trata de horribles cárceles donde, además de las torturas y los asesinatos extrajudiciales, regularmente se denuncian abusos sexuales de reclusas.
Unos días antes, The New York Times publicó un artículo exclusivo escrito por una reportera que había estado en Kazajistán y había entrevistado a personas de etnia uigur y kazaja que habían escapado de los campamentos de Sinkiang. Lo que descubrió allí fue muy diferente de los relatos sobre las supuestas «escuelas de formación vocacional». «Un hombre fue enjaulado bajo tierra en una estación de policía y golpeado hasta que perdió la audición de un oído», escribió. Otros «fueron encadenados y colgados como si estuvieran crucificados». Es habitual atar a los reclusos a «bancos de tigre», encadenarlos y privarlos del sueño. Los reclusos musulmanes son «obligados a renunciar a su religión» y «forzados a agradecer a Xi [Jinping] todas las noches por la oportunidad de ser tan iluminados». La periodista del Times también se encontró con informes de abuso sexual.
¿Son creíbles estos relatos? La semana pasada, el debate llegó a la Universidad de Columbia emplazada en Nueva York, cuando un estudiante criticó la revista de la Universidad, la cual está muy interesada en denunciar los abusos sexuales en otras circunstancias, por un artículo sobre los campamentos de Sinkiang donde se habían ignorado las denuncias sobre torturas y las violaciones.
Algo que no se menciona en la discusión es que la violación como parte de la «reeducación» del PCCh no es algo nuevo. Los tibetanos se han quejado durante mucho tiempo, afirmando que también existe en los «campamentos de transformación por medio de educación» del Tíbet. Sí, los mismos campamentos están presentes en el Tíbet y con el mismo nombre. En tibetano, es lobso yosang teyney khang (སློབ་ གསོ་ ཡོ་ བསྲང་ ལྟེ་ གནས་ ཁང་), lo cual es el equivalente de jiaoyu zhuanhua (教育 转化), generalmente traducido como «campamentos de transformación por medio de educación». No es sorprendente que los mismos estremecedores relatos provengan del Tíbet tal y como lo hacen de Sinkiang.
En el año 2018, el altamente respetado Centro Tibetano para los Derechos Humanos y la Democracia publicó el relato de un monje budista que había estado detenido en un campamento de transformación por medio de educación emplazado en el condado de Sog (en chino, Suo), en la Prefectura de Nagchu de la Región Autónoma del Tíbet. Allí se encontraban encarcelados tanto laicos como monjes y monjas. Los mismos tenían que realizar agotadores ejercicios militares y eran obligados denunciar al dalái lama y a cantar canciones del PCCh.
El monje afirmó que después de los ejercicios militares, las mujeres, particularmente las monjas budistas, eran abusadas y violadas, aprovechándose de su agotamiento. “Muchas monjas perdían el conocimiento durante los ejercicios”, escribió. “A veces, los oficiales llevaban a las monjas inconscientes adentro, donde los veía acariciarles los senos y toquetear todo su cuerpo”. Luego, los guardias pasaban la noche en las celdas de las monjas. Varias reclusas le dijeron al monje que «los oficiales que yacían en el dormitorio de las monjas tocaban a las monjas inconscientes por debajo de la ropa».
Los reclusos, tanto hombres como mujeres, que intentaron protestar fueron severamente castigados. El monje afirmó que eran golpeados con tanta fuerza «con bastones eléctricos que perdían el conocimiento. Los oficiales reanimaban a los internos inconscientes salpicándoles agua en el rostro. Este ciclo de hacerles perder la conciencia y revivirlos continuaba por algún tiempo al final del cual los oficiales utilizaban un tubo de plástico negro para golpear y verter agua sobre todo su cuerpo, y luego utilizaban bastones eléctricos para golpearlos un poco más. Pronto aparecían marcas negras y azules en el cuerpo de las víctimas, y los mismos quedaban medio muertos”.
La violación no es solo una forma de satisfacer la lujuria de los guardiacárceles. Tal y como informó el diario católico La Croix International, la violación es a su manera una herramienta de reeducación, ya que una vez que las monjas budistas son “profanadas”, sienten que no pueden regresar a los monasterios ni continuar con su vida monástica. El diario denunció violaciones sistemáticas de monjas en el Tíbet, las cuales se han producido durante décadas.
Otras prisioneras de conciencia pertenecientes a grupos religiosos prohibidos también son violadas. Falun Gong informó sobre abuso sexual sistemático de sus practicantes en las cárceles chinas. En mi libro sobre la Iglesia de Dios Todopoderoso, conté la historia, la cual está respaldada por documentos, de la hermana Jiang Guizhi (1966-2013), una miembro de esa Iglesia que fue violada por policías y murió como resultado del maltrato y la tortura a los que fue sometida. Existe más de una señal que deja ver que las mujeres musulmanas de Sinkiang se están convirtiendo en las próximas víctimas de la misma política.