Desde software obligatorio en los teléfonos móviles hasta arrestos por tomar fotos: a los trabajadores visitantes se les impide compartir lo que realmente está sucediendo en la región uigur.
Xiang Yi
Las autoridades chinas están tentando al pueblo de etnia han que se encuentra fuera de la Región Autónoma Uigur de Sinkiang para que se trasladen allí, prometiéndoles generosas compensaciones. Pero la dura realidad de las condiciones similares a las de una prisión es difícil de manejar, incluso para los trabajadores temporales. Estrictamente controlados y monitoreados, su único consuelo es que siempre pueden regresar a sus hogares situados en otras partes de China donde la vida es menos sofocante.
Algunas personas que han regresado recientemente de trabajar en varias áreas de Sinkiang compartieron con Bitter Winter lo que vieron y sintieron al vivir junto a los musulmanes locales en esta tierra militarizada de incertidumbre y temor.
Cruzando la frontera: software obligatorio en los teléfonos móviles y exhaustivos controles
Todos los entrevistados dijeron que tuvieron que pasar por complejos procedimientos de seguridad para llegar a Sinkiang. Una de las cosas que hacen los guardias de seguridad es la instalación uniforme en el teléfono móvil de cada persona de un software que proporciona regulaciones detalladas que deben seguirse mientras se esté viviendo en la región. El primer requisito es que las personas deben registrarse con la policía local.
“Pregunté si el software instalado tenía una función de geolocalización. La policía me dijo gritando: ‘Deja de decir tonterías. ¡Si dices tonterías, serás encarcelada!’”, afirmó una de las mujeres entrevistadas. «El software en cuestión se desinstala de los teléfonos móviles al salir de Sinkiang, para así evitar que las personas de otras regiones sepan lo qué está sucediendo exactamente en dicha región».
Los trabajadores expresaron su absoluto disgusto ante tan ubicuas y rigurosas inspecciones llevadas a cabo en Sinkiang.
“Cada vez que llego a un punto de control de seguridad, tengo que someterme a una inspección. El capó y el maletero del vehículo son abiertos e inspeccionados. La policía prácticamente destrozó mi auto hurgando en él», se quejó un trabajador. «También existen restricciones a la hora de llenar el depósito de gasolina. Tu tarjeta de identificación es verificada, tus ojos son escaneados, eres fotografiado y la foto que te tomen deberá ser correlacionada y verificada. En cada aldea se ha establecido una oficina y debemos registrarnos cada vez que ingresamos o nos vamos. Tu tarjeta de identificación es verificada incluso cuando vas a comprar un paquete de cigarrillos».
Vida cotidiana: policías fuertemente armados y temor de ser detenidos
Según una mujer que solía trabajar en el condado de Yarkant, administrado por la Prefectura de Kasgar, con frecuencia escuchaba sirenas de policía resonando por todas partes. Las calles estaban repletas de policías armados con metralletas. También había algunos equipos de milicianos usando cascos y portando varas de hierro. La mujer afirmó que en las calles, los agentes de seguridad pública superan en número a los peatones.
“Vivir en Sinkiang es como estar preso. Solo quiero terminar mi trabajo y salir de allí lo más rápidamente posible”, se lamentó un trabajador.
“En Sinkiang, uno puede ser arrestado incluso por ser un poco descuidado. Como consecuencia de ello, muchos trabajadores que van a Sinkiang no están dispuestos a quedarse allí», afirmó un trabajador que había trabajado en la capital de Sinkiang, Ürümqi. «Para atraer a los chinos de etnia han de otras áreas y que permanezcan en Sinkiang, el Gobierno ha ideado una política relativamente generosa. Por ejemplo, siempre que la persona han acepte establecerse en Sinkiang y casarse con una mujer uigur, el Gobierno les otorgará una casa y también unas pocas decenas de miles de yuanes. Pero aun así, muchas personas han dejado Sinkiang por temor a ser encarcelados en campamentos de reeducación».
«Sinkiang es como una gran prisión», continuó afirmando el hombre de manera emotiva. «En Sinkiang, la gente no se atreve a preguntar ni a decir nada. Si preguntas algo, tendrás mala suerte. Y si te arrestan, nadie sabrá por cuánto tiempo permanecerás encarcelado. [Deberías] regresar [a tu hogar] tan pronto como hayas finalizado tu trabajo».
Uigures reprimidos y visitantes amenazados para que no hablen sobre el tema
Un trabajador que acaba de regresar del sur de Sinkiang dijo que la discriminación contra los uigures en Sinkiang es particularmente grave. “Por ejemplo, cuando los chinos han y los uigures se involucran en un altercado físico, independientemente de si el uigur está en lo cierto, ambos serán llevados a rastras hasta la estación de policía y golpeados. Si un uigur es un poco descuidado, será encerrado en un campamento de reeducación. La razón por la que el Gobierno crea tal ambiente es para castigar y reprimir a los uigures».
El trabajador reveló que algunos uigures están obligados a presentarse regularmente en la estación de policía, tan pronto como reciban una llamada de la policía convocándolos a la estación, sin importar lo que estén haciendo en ese momento, tienen que dejar a un lado su trabajo y acudir de inmediato. Si incluso llegaran unos minutos tarde, se considerará que han «desobedecido a la administración», y correrán riesgo de ser encarcelados en un campamento de transformación por medio de educación en cualquier momento.
“Al ser trabajadores, podemos irnos cuando lo deseemos. No obstante, este no es el caso de las minorías étnicas locales. Las cosas son realmente miserables para ellos», afirmó emotivamente.
Los que vienen a Sinkiang se sienten conmocionados y perturbados por el trato que reciben los musulmanes uigures. Muchos también han informado que las autoridades están tomando estrictas medidas para evitar que la información sobre las realidades de Sinkiang se difunda al exterior. Uno de los trabajadores entrevistados relató la historia de cuando fue arrestado solo por tomar fotos.
«En Sinkiang no se permite que la gente tome fotos, y si lo hacen serán tratados como “infiltrados” y arrestados», le dijo el hombre a Bitter Winter. En su primera visita a Sinkiang, notó que los lunes, todos los lugareños de la aldea donde se hospedaba debían asistir a una ceremonia de izamiento de la bandera. Decidió tomar algunas fotos con la esperanza de compartirlas con su familia. Para su sorpresa, fue arrestado en el acto.
“La policía me encarceló. Revisaron reiteradamente mi teléfono móvil para asegurarse de que no contenía ningún comentario en contra del Partido Comunista, una vez que se cercioraron de ello, fui liberado. Si hubieran descubierto una sola frase desfavorable con respecto al Partido Comunista, hubiera sido detenido de tres meses a tres años», afirmó.
Las autoridades chinas están disfrazando la persecución y el maltrato llevados a cabo contra los musulmanes de Sinkiang alegando que se trata de medidas contra el terrorismo tendientes a «mantener la estabilidad», y han encarcelado a más de un millón de personas inocentes para ser adoctrinadas en campamentos de transformación por medio de educación. Los que aún están libres viven en una pesadilla diaria de vigilancia y terror.