El trato que China dispensa a los uigures es “muy similar al que se dispensa en la etapa previa a un holocausto”. Es lo que afirman los británicos musulmanes que se concentraron hace poco en Londres para expresar su solidaridad.
Ruth Ingram
Tabla de contenido: Testigos en Reino Unido–Campamentos como herramientas para “políticas genocidas–Uigures en Guantánamo: La verdadera historia–Un obstáculo para la Iniciativa de la Franja y la Ruta–Relatos de tortura y persecución–Abandonado por compañeros musulmanes en el extranjero
Testigos en Reino Unido
Hace poco, los grupos de defensa musulmanes CAGE y 5 Pillars organizaron un evento llamado “Sobrevivir en China” que recorrió tres ciudades del Reino Unido, Birmingham, Manchester y Londres, para que los musulmanes actuasen contra el “creciente genocidio de sus hermanos y hermanas” en la región autónoma de Sinkiang.
Entre los participantes, destacaron el uigur Khalil Mahmut, quien estuviera preso en Guantánamo, y el periodista exiliado Rukiye Turdush. Hablaron sobre las condiciones del pueblo uigur y explicaron cómo ha ido empeorando la situación de la gente.
La Sra. Turdush, expresidenta de la Sociedad Canadiense de Uigures, destacó el increíble aumento de campamentos de transformación por medio de educación desde 2016, de personas encarceladas y de hijos de detenidos trasladados a orfanatos, así como la preocupación por el uso de las cárceles como bancos de órganos. Ella no tiene contacto con su familia desde hace dos años por su labor de defensa de los uigures musulmanes en Occidente y por su antiguo empleo en Radio Free Asia, con sede en Washington. Han detenido y encarcelado a 31 de sus primos y uno de ellos murió en un campamento el mes pasado.
Azad Ali, responsable de relaciones comunitarias de CAGE, fue el primero en tomar la palabra en el evento. Advirtió a los presentes que se trataría un tema sensible para los uigures y que el propósito de la conferencia no era simplemente dar información, sino “llamar a la acción”. Han venido “personas reales con historias reales que contar”, señaló. Quería concienciar sobre la causa uigur, en general, poco conocida o comprendida, y esperaba que la presentación en las tres ciudades ayudase a la gente a comprender la forma en la que algunas naciones despóticas han utilizado falsas acusaciones de terrorismo “para continuar con la opresión”.
La Sra. Turdush explicó que China intentó explotar el miedo de Occidente al terrorismo afirmando que todos los uigures que practican su fe o son críticos con el Partido Comunista Chino (PCCh) son terroristas. “¿Cómo puede toda la población uigur ser terrorista?”, se preguntó. “Es ridículo”.
Campamentos como herramientas para “políticas genocidas”
La Sra. Turdush explicó la “política genocida” en Sinkiang, una región que prefiere llamar Turquestán Oriental, como la mayoría de los uigures, porque, según afirma, “Sinkiang” es un nombre “colonialista” impuesto por los chinos. El presidente Mao plasmó en sus ensayos de 1949 una ideología orientada en ese sentido. Había declarado que todos los territorios fuera de la Gran Muralla que el Imperio chino hubiese controlado deberían anexarse, y que cualquier pueblo distinto al han, así como su raza, cultura y religión, deberían ser asimilados por China. “Parecen ser las mismas ideas que mueven al Gobierno actual”, señaló. La Sra. Turdush también afirmó lo siguiente: “hace diez años comenzó el genocidio cultural y hace dos años, el genocidio real”. Se preguntó por qué China negó en un principio la existencia de campamentos de transformación por medio de educación y, una vez que la evidencia fue irrefutable, se apresuró en ocultar y distorsionar la verdad sobre los campamentos. “¿Por qué lo hacen?”, se preguntó.
Uigures en Guantánamo: La verdadera historia
Ha habido una tragedia paralela a la de la persecución de los uigures en China: veintidós uigures fueron encarcelados en Guantánamo por autoridades estadounidenses entre 2002 y 2013. Su situación se convirtió en objeto de un intenso debate en los medios de Estados Unidos y, finalmente, se resolvió en los tribunales de ese país que ordenaron su liberación. De acuerdo a un editorial publicado en el Boston Globe en 2009, los uigures detenidos habían escapado de Sinkiang e intentaban llegar a Turquía y Europa. Debido a la guerra en Afganistán, tuvieron que quedarse allí y vivir en aldeas afganas con población de origen uigur. Cuando la guerra empeoró su situación, se mudaron a Pakistán. Allí, los aldeanos recibían 5000 dólares por cada “terrorista” que entregaran a los Estados Unidos. Engañaron a varios uigures para que visitaran una mezquita, en la que fueron detenidos, y terminaron en Guantánamo.
Los jueces de las cortes federales de Estados Unidos determinaron que ninguno de los 22 uigures había participado en actividades de combate apoyando a los talibanes afganos ni cooperado con Al Qaeda. Unos pocos intentaron obtener entrenamiento militar con la esperanza –o sueño– de utilizar ese entrenamiento en el futuro contra China. La mayoría no buscó ningún tipo de entrenamiento, solo quería escapar de la persecución en Sinkiang. A las autoridades estadounidenses les tomó una década darse cuenta de la realidad, porque, hasta hace unos años, el mundo creía la versión china según la cual la mayoría de los uigures eran terroristas. China enviaba datos falsos sobre los detenidos a Estados Unidos y otros países, y esos datos se daban por ciertos, hasta que la situación real en Sinkiang comenzó a darse a conocer en Occidente.
Khalil Mahmut, quien finalmente fue liberado y trasladado a Bermudas, habló del cinismo de los argumentos chinos con relación a los 22 uigures que habían sido detenidos en Guantánamo y señaló que Pekín seguía siendo deshonesto. “Estigmatizarnos como terroristas fue una jugada muy conveniente”, afirmó, y agregó que las acusaciones de terrorismo en los últimos veinte años han sido la cortina de humo perfecta para reprimir a su gente. Varios miembros de su familia en Sinkiang han sido encarcelados por profesar el islam, por comprar tierras para una mezquita, enviar a sus hijos a escuelas religiosas clandestinas, dejarse crecer la barba y vestirse con prendas de estilo islámico. “En realidad, no somos terroristas, solo queremos vivir nuestras vidas y profesar nuestra religión pacíficamente”, afirmó.
Un obstáculo para la Iniciativa de la Franja y la Ruta
Según la Sra. Turdush, la presencia de pueblos que hablan, en su mayoría, turco, de musulmanes sunitas uigures, kazajos, kirguises y uzbekos en el flanco occidental de China, interfiere con las ansias expansionistas de Pekín en Asia Central y Europa: “su objetivo es poner en marcha la Política de la Franja [Económica] y de la Ruta [de la Seda] y revivir así la antigua Ruta de la Seda. Si Pekín no logra controlar Turquestán Oriental, su sueño imperial no podrá materializarse. Les preocupa perder esa tierra”.
Para describir el deterioro de la situación de los creyentes en Sinkiang, la Sra. Turdush explicó que ahora la práctica del islam está prácticamente prohibida: “la gente se ve obligada a denunciar las actividades islámicas, las mezquitas han sido demolidas o cerradas, y las que aún están en pie tienen la bandera china en la entrada”. También habló sobre las últimas celebraciones por el Año Nuevo Chino, en las que los uigures no suelen participar. Se abrieron 24 nuevos establecimientos de carne de cerdo en Jotán, la zona más religiosa de la provincia, y se distribuyeron 144 toneladas de carne de cerdo a los hogares uigures.
“Ejemplares del Corán, alfombras para orar y libros religiosos han sido quemados. A nadie se le permite tener libros religiosos o enseñar religión a los niños”, explicó la Sra. Turdush, y agregó que la práctica de la circuncisión y los ritos funerarios también han sido limitados. Indicó que, según los propios datos del Gobierno, el diez por ciento de la población de Kashgar había sido detenida; la cifra alcanza el cuarenta por ciento en Jotán. Resaltó que el número de campamentos seguía aumentando.
Relatos de tortura y persecución
La Sra. Turdush afirmó que los relatos de testigos de torturas en los campamentos eran desgarradores. Citó el caso de Mihrigul Tursun, una uigur que fue puesta en libertad gracias a su pasaporte egipcio, quien, sin embargo, no se libró de tres períodos de encarcelamiento y la pérdida de uno de sus trillizos en circunstancias misteriosas. Fue torturada con descargas eléctricas hasta provocarle convulsiones y fue testigo de la muerte de nueve de los 68 prisioneros que estaban en su celda en un período de tres meses.
La Sra. Turdush describió la tortura a la que los uigures están siendo sometidos, no solo es física, sino también psicológica y emocional, y afecta también a quienes aún viven “en libertad” en Sinkiang, a quienes viven con un temor permanente: ser detenidos. “Aunque la población uigur solo constituye el 1,5 por ciento de la población china, representa el 21 por ciento de todas las detenciones. Nadie se siente seguro”, explicó.
Habló sobre la tragedia que sufren los hijos de los detenidos, ya no pueden quedarse con sus familiares, y son reunidos y trasladados a orfanatos estatales repletos de niños, de los que no pueden salir. “No se les permite hablar en su idioma nativo y tienen que asumir una identidad china. El objetivo es romper la tradición uigur, sus raíces y los vínculos con su cultura. ¿Quién sabe lo que les depara el futuro o si podrán regresar?”, explicó.
Describió la vida fuera de los campamentos como una vida llena de miedos y bajo intensa vigilancia. Han enviado 1,6 millones de cuadros chinos de etnia han a vivir a la mayoría de las casas uigures para espiarlos durante días. Es una intrusión que se suma al “horror, el desamparo y la destrucción mental”, puntualizó.
Abandonado por compañeros musulmanes en el extranjero
Por si fuera poco, según explicó la Sra. Turdush, los uigures también han tenido que sufrir el abandono de quienes profesan su misma religión en el mundo: se habrían vendido a China por cuestiones económicas. “Los países musulmanes de la OIC (Organización para la Cooperación Islámica) han antepuesto el interés del Estado al negarse a condenar el trato que reciben los uigures en China”, apuntó.
“Los Gobiernos islámicos están defendiendo los delitos de China”, protestó, e instó a los musulmanes a boicotear lo “Hecho en China”.
“Creo en el poder de las personas”, dijo la Sra. Turdush, instando a los participantes a pensar en formas para enfrentarse a China. “Ninguna nación civilizada ataca a niños inocentes, encarcela a personas de esta manera o las hace desaparecer. Es lo que China está haciendo”, añadió.
Tanto la Sra. Turdush como el Sr. Mahmut describieron la terrible angustia mental de todos los exiliados uigures que han tenido que separarse de sus amigos y familiares, de su cultura y su tierra natal.
“Han borrado mi infancia, mis recuerdos”, dijo. “Estos ataques a los uigures son inconcebibles e intolerables”, añadió. Además, comentó que, al perder todo contacto con los seres queridos, surgen graves desequilibrios mentales y síntomas relacionados con trastornos de estrés en la diáspora uigur. “El impacto en todos nosotros es enorme.
No podemos dormir, no podemos pensar con claridad y no podemos comer. También estamos siendo torturados”, añadió.
Para cerrar el evento, el director de promoción de CAGE, Moazzam Begg, instó a los musulmanes a protestar contra los Gobiernos islámicos de todo el mundo que ceden ante China por temas económicos. Algunos incluso han traicionado a los uigures que viven en sus países, devolviéndolos a China. Citó a Imran Khan, primer ministro de Pakistán, como un buen ejemplo, ya que negó públicamente tener conocimiento de los campamentos de internamiento de los uigures.
“Es mucho lo que podemos hacer. La oración, sin duda, es poderosa, pero también debemos ejercer presión sobre todos los que hacen negocios con China”, señaló. El director también instó a los musulmanes a escribir a sus representantes políticos, hablar sobre el problema en sus mezquitas y a ser conscientes al comprar: “el 2,3 % de todas las exportaciones chinas llegan al Reino Unido. No compren productos chinos”.
Además, pidió que utilizaran las redes sociales, que escribieran sus propias historias y se convirtieran en periodistas ciudadanos. “Tenemos una gran oportunidad para aprender de lo que está sucediendo y para hacer algo al respecto”, puntualizó. Les pidió encarecidamente a los asistentes que respaldasen “a los hermanos y hermanas uigures que se sienten solos y sin apoyo. Deben saber que no están solos”.
Fotos de Ruth Ingram