Previo a la inspección del Gobierno central, las autoridades locales “sinifican” los templos mediante la destrucción de estupas tibetanas tradicionales y se llevan a los líderes espirituales.
por Yang Xiangwen
A lo largo de 2019, el año en el que se conmemora el 60 aniversario de la Batalla de Lhasa, la cual acabó brutalmente con la autonomía del Tíbet y obligó al dalái lama a exiliarse, el Partido Comunista Chino ha estado intensificando la erradicación del budismo tibetano en toda China mediante la destrucción de los símbolos religiosos y la demolición de templos.
Tal y como reportó Bitter Winter anteriormente, el Departamento de Trabajo del Frente Unido (DTFU) en la provincia norteña de Hebei ordenó en marzo de este año que se investigara a fondo la difusión y desarrollo del budismo tibetano en preparación para mayores represiones. Previo a la inminente visita por parte del equipo de inspección de trabajo religioso del Gobierno central en el otoño, las autoridades locales en toda la provincia redoblaron sus esfuerzos represores.
El Gobierno de Zunhua, una ciudad de nivel condado en Hebei, comenzó a preparar la visita de las autoridades superiores en el verano. El templo de Shengquan (traducido literalmente como “Templo de la Santa Primavera”), construido en 2004 y popular con los fieles, se encontraba entre los objetivos para la rectificación.
Funcionarios de la ciudad registraron el templo al menos en ocho ocasiones; cambiaron su apariencia y confiscaron libros sobre budismo. En agosto, las nueve estupas blancas del templo —los monumentos conmemorativos que normalmente albergan reliquias sagradas asociadas con el Buda— fueron pintadas de amarillo y sus picos dorados fueron retirados. De esta forma, afirmaron los funcionarios, el templo fue “sinificado”; esto es, hicieron que fuera más representativo del budismo chino.
Un monje budista de la localidad explicó a Bitter Winter que los budistas tibetanos construyen estupas como un medio para cultivar la virtud y acumular bendiciones. Según sus palabras, el abad del templo —un lama procedente de la provincia noroccidental de Qinghai— se sintió inmensamente afligido al ver las estupas rectificadas. Así pues, el 12 de noviembre, hizo que todos los picos fueran reinstalados en las estupas y que el cuerpo de estas volviera a pintarse de blanco, sin el permiso del Gobierno.
Al día siguiente, el equipo provincial de inspección religiosa fue al templo y los funcionarios se encolerizaron cuando vieron que las estupas habían sido restauradas a su apariencia original. De inmediato ordenaron sacar al lama del templo. Dos días después, varias docenas de oficiales especiales de policía, dirigidos por el jefe del Departamento de Seguridad Pública de Zunhua, irrumpieron en el templo para instaurar el orden.
Justo unos días antes de la inspección del Gobierno central, el Gobierno de la ciudad de Zunhua organizó que una excavadora destruyera las estupas del templo. Llevaron un camión de bomberos para desmantelar una de las estupas, que medía 30 metros de alto. Algunos budistas trataron de intervenir, pero los oficiales de policía los reprimieron. El 17 de noviembre, las nueve estupas se convirtieron en ruinas y una estatua tibetana de Maitreya que se encontraba en el templo fue cubierta.
El monje con el que Bitter Winter habló también reveló que tres budistas laicos fueron esposados y llevados en una patrulla por intentar impedir que el lama fuera sacado. “China es dominio del Partido Comunista”, añadió el monje. “Aquellos que buscan formas de pelear contra él estarán en camino a la ruina”.
Un infiltrado en el Gobierno contó a Bitter Winter que la represión del Gobierno de la provincia de Hebei hacia el budismo tibetano está en su apogeo, pues todos sus símbolos religiosos están prohibidos, sin excepción.
Los budistas tibetanos de otras partes de China también son sometidos a severos ataques por parte del Gobierno. En la Región Autónoma Zhuang de Guangxi, al sur de China, una estupa en el templo de Anfu en el condado autónomo de Du’an Yao, administrado por la ciudad de Hechi, fue pintado de gris y las columnas que se encontraban en su base fueron cubiertas con concreto. La orden de “rectificación” vino del Departamento de Asuntos Étnicos y Religiosos del condado, y en ella se exigía que se eliminaran los elementos budistas tibetanos en un periodo determinado; de lo contrario, el templo sería sometido a represiones más severas.
Irónicamente, después de que se implementaron los cambios forzados, se colocó una pancarta en la base de la estupa que decía: “Las personas tienen fe, el país tiene poder y la nación tiene esperanza”.