Kazajistán se está convirtiendo en el epicentro de una dramática confrontación entre activistas musulmanes, defensores de derechos humanos, y la diplomacia al estilo chantaje chino.
por Massimo Introvigne
Como muchos o la mayoría de los que se desempeñaron como representantes de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), tuve la oportunidad de visitar Kazajistán. Es un país hermoso y ambicioso, muy activo en la OSCE. Me reuní con el presidente del país, Nursultan Nazarbayev, quien ha estado en el poder de manera ininterrumpida desde el año 1990. Asistí a reuniones en la Pirámide de la Paz y el Acuerdo en Astaná, un edificio que en sí mismo es un testimonio de la ambición de Kazajistán por convertirse en una potencia regional y en un líder en materia de diálogo interreligioso internacional.
En la actualidad, todo esto está siendo amenazado por China. Las noticias más recientes sobre Kazajistán están dominadas por el problema de los kazajos étnicos que escaparon de China, llegaron a Kazajistán y se encontraron en el centro de un gran juego político, diplomático y religioso. Hay cierta confusión, ya que existen tres tipos diferentes de kazajos étnicos que llegan a Kazajistán desde China. Los primeros son ciudadanos chinos, quienes escaparon de los temidos campamentos de «transformación por medio de educación» o lograron huir antes de ser arrestados.
Los segundos son ciudadanos kazajos, quienes visitaron a familiares en China, fueron arrestados junto con ellos al ser considerados «extremistas» y escaparon de los campamentos (aunque esto se está volviendo cada vez más difícil). Los terceros son kazajos que poseen dos pasaportes, uno kazajo y uno chino. Cuando la represión llevada a cabo contra los musulmanes aumentó en China, miles les entregaron sus pasaportes chinos a las autoridades, creyendo ingenuamente que como ciudadanos kazajos los dejarían en paz. El Partido Comunista Chino (PCCh) respondió que nadie es libre de renunciar a la ciudadanía china sin permiso y, de todos modos, la mayor parte de ellos terminaron confinados en los campamentos.
Actualmente, Kazajistán se enfrenta a la afluencia de varios miles de refugiados procedentes de China y al hecho perturbador de que las personas que considera como sus propios ciudadanos se encuentran detenidas en China por el único delito de ser musulmanes activos. Para los periodistas extranjeros en Kazajistán, es obvio que la gran mayoría de la población se siente horrorizada ante el hecho de que kazajos estén detenidos en campamentos chinos, y le piden al Gobierno que les dé la bienvenida a los refugiados e intervenga ante China a favor de los detenidos. Esto coloca al gobierno de Nazarbayev en una situación sumamente difícil. Por un lado, el crecimiento económico del país necesita a China y, de hecho, el PCCh está en condiciones de chantajear a Nazarbayev con amenazas económicas. Por otro lado, el anciano presidente entiende que el hecho de no apoyar a los kazajos detenidos en los campamentos o a los que escapan de China alienaría dramáticamente a la población de Kazajistán, con consecuencias impredecibles.
Nazarbayev, un político calificado, ha decidido que lo mejor es tomar un camino intermedio. Tal y como la revista Foreign Policy informó, mediante declaraciones públicas, los funcionarios kazajos apoyan la posición de China que afirma que Occidente está exagerando enormemente la naturaleza y el alcance de los campamentos de «transformación por medio de educación», y minimizan el arresto de kazajos afirmando que a menudo es el resultado de malentendidos burocráticos relacionados con los pasaportes. Los refugiados kazajos procedentes de China reciben «sugerencias» de no hablar en público sobre los campamentos y a una organización de derechos humanos que apoya a los kazajos encarcelados en China, Atajurt, se le ha negado el registro repetidamente y se la ha multado por operar sin el mismo. Como si esto no fuera suficiente, en enero de 2019 un grupo de personalidades kazajas pro-chinas firmaron una carta abierta solicitando la disolución de Atajurt.
No obstante, esto es sólo una parte de la historia. Mientras apoya a China en público, el Gobierno de Kazajistán negocia con el PCCh en privado. De los 33 ciudadanos kazajos, que nunca tuvieron un pasaporte chino y que fueron arrestados mientras visitaban China, 20 han sido discretamente liberados. Los 2500 que poseen un pasaporte doble, podrán renunciar a su ciudadanía china y mudarse a Kazajistán. Los chinos kazajos que no poseen un pasaporte kazajo y llegan a Kazajistán como refugiados siguen enfrentándose a serios problemas. Bitter Winter ha informado repetidamente sobre el caso emblemático de Sayragul Sauytbay: ella no fue enviada de regreso a China, tal y como exigía el PCCh, pero tampoco se le concedió asilo, aunque en la actualidad cuenta con una destacada abogada especializada en derechos humanos, Aiman Umarova, quien al menos mantendrá su caso en el centro de atención internacional.
Nada es simple en esta historia. Sauytbay y otros que denunciaron torturas, suicidios y muertes sospechosas en los campamentos de «transformación por medio de educación», han sido repetidamente intimidados, y se les ha dicho que deberían guardar silencio si no desean ser expatriados a China. Pero algunos activistas de derechos humanos creen que lo contrario es lo real: aquellos que no den a conocer sus casos podrían ser discretamente enviados de regreso a China.
La historia de los kazajos en China es en sí misma trágica. Los primeros kazajos no llegaron a China solos. Fueron invitados por los emperadores Qing para establecerse en el área, una vez gobernada por el kanato budista de Zungaria, luego de que los zúngaros fueran conquistados y exterminados por los chinos en el llamado Genocidio de Zungaria del siglo XVIII. Pero la cantidad aumentó dramáticamente con la expansión colonial de Rusia, ya que muchos kazajos preferían el Gobierno chino al ruso, y luego al soviético. Algunos escaparon en el siglo XIX, otros para evitar la conscripción en el Ejército Zarista durante la Primera Guerra Mundial y muchos más durante las hambrunas artificiales que los soviéticos organizaron entre los años 1919–22 y 1932–33 para terminar con la resistencia de los kazajos hacia su Gobierno, una versión menos conocida de lo que hicieron en Ucrania. Durante la Segunda Guerra Mundial, más de 300 000 kazajos vivían en Sinkiang y la cantidad se incrementaba de manera continua.
Pero sus problemas también se incrementaban. Cuando los uigures, con apoyo soviético, crearon las efímeras e independientes Repúblicas de Turquestán Oriental en Sinkiang, la primera durante los años 1933 a 34 y la segunda durante los años 1944 a 49, los kazajos fueron considerados sospechosos de ser pro-chinos. El sentimiento antikazajo fue alimentado por los soviéticos, quienes temían que los kazajos en Turquestán Oriental apoyaran el movimiento a favor de la independencia en Kazajistán Soviético. La tensión se convirtió en tragedia cuando, en el año 1936, Turquestán Oriental, por sugerencia de los soviéticos, expulsó a unos 30 000 kazajos «sospechosos» a la provincia china de Qinghai. Qinghai era teóricamente parte de la China Republicana, pero de hecho estaba controlada por un jefe militar local, Ma Bufang (1903–1975). Ma era un musulmán de etnia hui. Las tradicionales enemistades de los hui contra los uigures y los musulmanes kazajos, quienes practican una forma diferente del mismo islam sunita, y la información falsa difundida por los soviéticos, jugaron un importante papel en la decisión de Ma de exterminar a los kazajos. De 30 000, solo sobrevivieron 135.
Posteriormente, para escapar de la Segunda República de Turquestán Oriental y luego del PCCh, varios miles de kazajos decidieron huir al Tíbet. Pero los budistas tibetanos, quienes tenían sus propios problemas con China, temieron una afluencia masiva de musulmanes y asesinaron a la mayor parte de los kazajos. Una inesperada víctima de esta confrontación fue Douglas Mackiernan (1913–1950), quien ingresó en la historia como el primer agente de la CIA que murió en el cumplimiento de su deber. El mismo había preparado cuidadosamente su misión de 1950 para ingresar al Tíbet y espiar a los chinos. Solo cometió un error, intentó ingresar al Tíbet vestido como si fuera un refugiado kazajo, y fue asesinado a tiros por los guardias fronterizos tibetanos.
Los musulmanes kazajos son un pueblo prolífico. La vida nunca fue fácil bajo el gobierno del PCCh, pero según estadísticas oficiales, su población creció hasta alcanzar 1.2 millones en Sinkiang, con otras decenas de miles viviendo fuera de la región autónoma. Con la reciente represión llevada a cabo contra la religión, al menos 10 000 musulmanes kazajos, según Atajurt, terminaron en campamentos de “transformación por medio de educación”. La misma organización de derechos humanos denunció varios casos de tortura y de niños enviados a los campamentos de adoctrinamiento conocidos como escuelas «Corazón Amoroso». Los kazajos en China que poseen un pasaporte kazajo pueden esperar ser ayudados de alguna manera por la diplomacia de Nazarbayev, aunque esto no es en absoluto seguro. Aquellos que no poseen un pasaporte kazajo solo pueden pedirle al mundo libre que hable por ellos.