Toda la región está siendo estrictamente vigilada por el Gobierno chino y el control llevado a cabo por el PCCh continúa extendiéndose hacia el exterior.
Si siente curiosidad por saber lo que es ser un prisionero en su propia tierra, debería echarles un vistazo a los uigures, una minoría musulmana que vive en la región autónoma de Sinkiang, situada en el extremo occidental de China. Allí encontrará, tal y como informó el Departamento de Estado de EE. UU., al menos a 800 000 personas, posiblemente hasta dos millones, detenidas en campamentos de transformación por medio de educación.
Sinkiang está estrechamente controlada por el Partido Comunista Chino (PCCh), el cual continúa afianzando su control sobre los uigures que se encuentran fuera de la región.
Liu Lan, una mujer de etnia uigur procedente de Sinkiang que reside en la provincia costera oriental de Shandong, ha sido puesta bajo vigilancia específicamente a causa de su religión. Desde el año 2017, ha sido objeto de frecuentes llamadas telefónicas o visitas no anunciadas llevadas a cabo por miembros del personal de la oficina subdistrital de su vecindario para interrogarla sobre su paradero y sobre su vida diaria. Y más aún: los funcionarios le exigieron que se reporte cada semana.
Ni siquiera es libre de moverse por el país sin permiso: para poder abandonar la ciudad, debe solicitar y obtener la aprobación del Gobierno. Funcionarios subdistritales afirmaron que la vigilancia adicional implementada sobre los uigures es una orden proveniente de autoridades superiores.
En el año 2018, durante la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái celebrada en Qingdao, en la provincia oriental de Shandong, la policía se presentó en el hogar de Liu Lan para registrar su información personal y prohibirle que abandonara el área. A fines de diciembre, Liu Lan deseaba regresar a la ciudad natal de su esposo, pero se le ordenó reportarse en la oficina subdistrital, donde debió completar un total de 12 formularios.
“Ella ha llenado su información de identificación más de 100 veces. Cada vez que se reporta, le toman sus huellas dactilares, debe escribir una ‘declaración de garantía’, permitir que le escaneen el rostro para que lo carguen en el sistema de reconocimiento facial y que revisen la información de su teléfono móvil», afirmó el esposo de Liu Lan. «En China, pedir que se respeten los derechos humanos es pedir demasiado».
Los uigures de Sinkiang que viven en otros lugares no solo son controlados por el Gobierno local, sino que también son obligados a regresar a su ciudad natal cada seis meses para someterse a una investigación más exhaustiva, es decir, para saber si han participado en actividades religiosas, si han cometido actos ilegales, etc. Si pasan dicha investigación, se les permite irse. Si no lo hacen, serán retenidos indefinidamente y su identificación será confiscada.
Tajigul, una mujer procedente de Sinkiang que ha estado haciendo negocios en la ciudad de Changzhi, en la provincia norteña de Shanxi, durante casi 20 años, lo sabe bien. Como usaba un burka —un atuendo religioso típico de las mujeres musulmanas— y fue grabada por cámaras de vigilancia mientras lo hacía, la policía pensó que Tajigul estaba bajo la influencia de una fuerte ideología religiosa y, en agosto de 2018, fue obligada a regresar a Sinkiang para someterse a una investigación.
«Elegir qué ropa usar es una cuestión de libertad personal, pero para nosotros, personas procedentes de Sinkiang, todo está restringido», afirmó un uigur. «Incluso si estamos lejos de Sinkiang, si las autoridades descubren cualquier signo de participación en actividades religiosas, tal hecho provocará desastres en nuestras vidas».
Los familiares de Tajigul que viven en la provincia norteña de Shanxi incluso se dirigieron a un departamento del Gobierno local para obtener un certificado que acreditara que Tajigul no posee antecedentes penales y le proporcionaron dicho certificado a la policía de Sinkiang. Tajigul aún no ha podido regresar a Shanxi.
Diversas fuentes afirman que se han establecido grupos especiales en Changzhi, Linfen y en otras ciudades de Shanxi para supervisar a los uigures de Sinkiang. La policía se presenta en los hogares de los uigures para controlarlos dos veces por semana y utiliza una densa red de cámaras de vigilancia para monitorear si están participando en alguna actividad religiosa.
(Todos los nombres en este artículo son seudónimos.)
Información de Zhang Feng