Revista sobre \n la libertad religiosa y \n los derechos humanos en China
El objetivo del Gobierno chino es crear grupos "religiosos" con características propias del Partido mediante la transformación sistémica de su ideología.
Ni siquiera la propagación de un virus mortal puede mitigar las persecuciones religiosas del PCCh: numerosas iglesias de las Tres Autonomías fueron reprimidas durante los últimos meses.
En el mismo momento en el que se redujeron las restricciones para la prevención del coronavirus, las iglesias estatales emplazadas en la provincia de Jiangxi sintieron el resurgimiento de los ataques. Muchas de ellas fueron cerradas de forma permanente.
El Gobierno hostigó a estos lugares de culto protestantes utilizando una amplia variedad de pretextos: desde «que molestaban a los vecinos» hasta «que apoyaban las protestas de Hong Kong».
El PCCh intensifica las investigaciones relacionadas con las actividades en línea de los cristianos, examinando cada uno de sus pasos digitales, incluidas las compras de materiales religiosos «ilegales».
Mientras que el coronavirus se extendía a lo largo de toda China, las iglesias protestantes administradas por el PCCh y sus congregaciones sufrían continuas represiones a manos del Gobierno.
A pesar de haber sido aprobadas por el Gobierno, las iglesias de las Tres Autonomías ya no tienen garantizada la protección del Estado y a menudo se convierten en blanco de la persecución religiosa.
Como parte de la actual campaña tendiente a erradicar las religiones, el régimen elimina los símbolos religiosos y presiona a los creyentes para que abandonen a Dios y sigan al Partido Comunista.
El PCCh ha instalado cámaras en los lugares de culto para garantizar un control total y castigar a quienes no rinden culto de acuerdo con sus reglamentos.
Nada puede impedir que el PCCh persiga a las personas de fe. Ni siquiera la propagación de un virus mortal.
Si bien el PCCh gobierna la Iglesia de las Tres Autonomías, muchos de sus lugares no reciben certificados de registro de actividad religiosa y, por lo tanto, son reprimidos y clausurados.
A fin de acelerar la «sinización» de la religión, el régimen chino obliga a los predicadores a adoctrinar a las congregaciones y convierte los lugares de culto en centros de propaganda.
El PCCh sigue adelante con su campaña de demolición de símbolos cristianos, ya que el régimen autoritario los percibe como una amenaza contra su Gobierno.
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