Revista sobre \n la libertad religiosa y \n los derechos humanos en China
Un viaje fotográfico a través de una región cuya identidad está amenazada por la "sinización".
Los artículos cotidianos, desde los utilizados en la producción agrícola hasta las herramientas vocacionales y los juegos de té, pueden hacer que seas arrestado en Sinkiang. Así lo demuestra la lista oficial de artículos prohibidos que fue divulgada.
La desaparición de la artista uigur Sanubar Tursun pone de relieve una verdad impactante: la palabra que empieza con “G” es una realidad.
Las autoridades chinas establecen puestos de control, cámaras de vigilancia, rastrean viajes y hostigan a estudiantes en un esfuerzo por erradicar la fe musulmana.
Aunque técnicamente no viven en una prisión, el ambiente artificial y las regulaciones gubernamentales les recuerdan a los musulmanes: creemos que son una amenaza.
Han surgido nuevos detalles exclusivos sobre el traslado de uigures detenidos fuera de Sinkiang, y sobre las condiciones dentro de las prisiones en las que los mantienen confinados para reeducarlos.
Utilizando metáforas agrícolas, las autoridades hacen todo lo posible para «excavar, reducir y erradicar» a sus enemigos con la ayuda de ciudadanos que, al igual que lo que sucedía durante la Revolución Cultural, se denuncian mutuamente.
No hay escapatoria a la persecución religiosa. En las aldeas más pequeñas, las mezquitas son destruidas, las personas son obligadas a infringir las leyes halal y son sometidas a reeducación.
Con un millón de musulmanes pertenecientes a la minoría uigur detenidos para ser reeducados, ¿qué será de sus hijos? Los pequeños se encuentran confinados en «escuelas» de propaganda china de etnia han.
La persecución china continúa incluso después de la muerte, ya que las autoridades quitan cruces y lunas crecientes de las lápidas.
Funcionarios gubernamentales están supervisando los servicios funerarios en Sinkiang y prohibiendo que los musulmanes conmemoren a sus muertos según su fe y sus costumbres.
Medidas draconianas tendientes a erradicar el terrorismo han convertido la vida de los uigures en una pesadilla diaria caracterizada por la vigilancia y el terror.
A pesar de haber acabado oficialmente con la «reeducación por medio del trabajo» hace cinco años, Sinkiang está reactivando los campamentos de trabajo. Y el Partido está cosechando los beneficios.
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